Cómo enseñar empatía a los niños
Cómo enseñar empatía a los niños. Y que mejoren sus habilidades sociales Imagen Kiran Bahra La empatía es una habilidad que los niños deben aprender a manejar dejando de lado el fuerte ego que está tan presente en los niños y en su desarrollo, no es fácil, pero es necesario para ellos y para que puedan crecer en armonía con su entorno. En la infancia es muy habitual que los niños se peleen por los juguetes o por cualquier otro motivo en el que su ego se convierta en protagonista, puesto que piensan que el mundo gira alrededor de ellos. Es necesario que los niños entiendan que todas las personas tienen sentimientos y emociones. De esta manera cuando la empatía entra en sus vidas, podrán entender los sentimientos de los demás y aprenderán a comportarse de forma que no tengan que hacer daño a otras personas (ni a ellos mismos). Pero, ¿cómo conseguirlo? ¿Cómo conseguir que un niño pueda salir de su tan arraigado ego? Pon nombre a los sentimientos Para que los niños entiendan y manejen bien sus emociones, primero deberán reconocerlos en ellos mismos y en los demás. Es necesario que pongas nombre a sus comportamientos y sentimientos tan a menudo como puedas. Por ejemplo, cuando tu hijo se acerque a hablar con un niño que está solo puedes decirle cosas como: “Fue muy amable que hayas hablado con ese niño que estaba triste por estar solo” o quizá y para que busque soluciones: “Tu hermano se siente triste porque le has quitado su juguete, ¿qué puedes hacer para que se sienta mejor?”. Tu hijo al ver que te has dado cuenta de su comportamiento, lo sentirá reconocido y se comportará de forma adecuada en futuras ocasiones. El juego de las emociones Existe una forma de empezar a comprender las emociones y es teniendo en cuenta las propias emociones. Para conseguirlo se puede poner un tablero en la nevera de la cocina y poner una foto de rostros que impliquen las diferentes emociones: tristeza, felicidad, sorpresa, ira, frustración, miedo, nerviosismo, celos, etc. Deberás hablar con tu hijo acerca de estas emociones y poner una cruz cada vez que tu hijo sienta alguna de ellas. Cuando él mismo reconozca la emoción que ha tenido sin ayuda podrás recompensarle con un elogio, una golosina o con lo que consideres oportuno. Sé su mejor ejemplo Como en todo en la vida tu hijo necesita que seas su mejor ejemplo. Si quieres que sea una persona con empatía deberás serlo también tú y sacar toda tu sensibilidad hacia los demás diariamente. Pregunta a tu hijo cómo se siente cada día, hablad de emociones, habla sobre las emociones de los demás, sé una persona...
¿A que edad debe un niño empezar la práctica de las artes marciales?
INTRODUCCIÓN. Esta es una pregunta que se hace muchas personas, pero, para responderla, primero hay que responder otra: ¿Por qué quiere que su niño practique artes marciales? Lo cierto es que, en dependencia de los motivos que impulsen a inscribir al niño en una academia de artes marciales, dependerá la edad en que deba comenzar, y consecuentemente lo que hará, como a continuación se explica. DESARROLLO. Cuando se trata de los motivos que indicen a inscribir a un niño en la práctica de las artes marciales, de manera general se aprecian dos alternativas fundamentales: de rendimiento, y de desarrollo. Cuando el caso de es rendimiento, donde se busca formar un campeón desde edades tempranas, debe tenerse en cuenta que ello solo es posible siempre y cuando se haya demostrado a través de diversas mediciones que el niño posee cualidades excepcionales que lo hacen un talento (que se nace y no se hace); entonces puede comenzar entre los 4-5 años. Ello es posible debido a que, ese niño en particular, muestra condiciones que se derivan de un desarrollo psicomotor superior al promedio para su edad, por lo cual está apto para recibir influencias cuantitativamente y cualitativamente superiores en su organismo, sin que ello signifique un perjuicio para éste, ya que puede responder de manera positiva. No obstante, en eso mismo sentido, es indispensable la cautela en el trabajo por parte de los maestros. En el otro caso, cuando se busca potenciar el desarrollo integral en un niño con indicadores de desarrollo promedio (o un poco por debajo del promedio y que necesita ser nivelado), lo recomendable es no comenzar antes de los 6-8 años. El sustento de esa afirmación se basa en una simple realidad: el diseño del curriculum escolar, que tiene en cuenta el nivel de desarrollo psicomotor del niño, el cual hace corresponder con las exigencias que puede recibir en cada grado. En ese sentido, para un niño con niveles de desarrollo promedio, o inferiores al promedio, resulta contraproducente que, fuera del contexto escolar, reciba influencias psico-fisiológicas superiores, a las cuales no puede responder de manera favorable. A manera de ejemplo, para sustentar la idea anterior se toma como referencia el karatedo, y en específico la técnica del suki, que es la que mayormente se enseña primero. Digamos que esa técnica se enseñe a un niño entre 3-5 años, que aún está dominando de manera consciente los movimientos de flexión, extensión y rotación de brazos; así como acciones de pinzar con los dedos. En ese caso se está exigiendo al niño acciones para las cuales aún no está preparado, por cuanto en la ejecución debe integrar armónicamente los...
El Karate, freno al acoso infantil (2)
4.- IDENTIFICACIÓN DE LOS ACOSOS i.-TIPOLOGÍA DE ACOSOS Imagen de Here and now, unfortunately, ends my journey on Pixabay Existen tres tipos de acoso: El acoso verbal consiste en decir o escribir cosas desagradables. El acoso verbal incluye: Burla Insultos Comentarios sexuales inapropiados Burlas Amenazar con causar daño El acoso social, a menudo denominado como acoso en relaciones, consiste en dañar la reputación o las relaciones de una persona. El acoso social incluye: Dejar a una persona de lado a propósito Decirles a otros niños que no deben ser amigos de una persona Divulgar rumores acerca de una persona Avergonzar a una persona en público El acoso físico involucra dañar el cuerpo o las posesiones de una persona. El acoso físico incluye: Golpear/patear/pellizcar Escupir Hacer tropezar/empujar Tomar o romper las cosas de otra persona Hacer gestos desagradables o inadecuados con la mano 5.- DONDE Y CUANDO SE SUCEDEN LAS SITUACIONES DE ACOSO El acoso puede producirse durante el horario escolar o luego de éste. A pesar de que la mayoría de las situaciones de acoso que se denunciaron suceden en el edificio escolar, un gran porcentaje también transcurre en lugares como el patio o el autobús. También pueden producirse durante el viaje hacia o desde la escuela, en el barrio de los jóvenes o bien en internet con los actuales conceptos de ciberacoso. Hemos de tener en cuenta que, cualquier espacio común en el cual los grupos de jóvenes interactúe, puede ser lugar apropiado para la sucesión de cualquier acto de acoso. Debemos de entender los profesores de artes marciales en nuestro Karate que nos ocupa que podemos encontrarnos a jóvenes que llegan a nuestros Dojos fruto de ser víctimas de acoso y similares y a su vez tener a acosadores en nuestro tatami los cuales utilizan ese empoderamiento para acosar a otros jóvenes, de ahí la importancia de la identificación de las partes y de los entornos 6.- COMO AYUDAR A LOS NIÑOS CONTRA EL ACOSO Las actividades, intereses y pasatiempos especiales pueden estimular la confianza, ayudar a los niños a hacer amigos y protegerlos de situaciones de acoso. Dar el ejemplo de cómo tratar a otros con amabilidad y respeto. Hemos de entender que los niños que saben qué es el acoso pueden identificarlo mejor y transmitir lo que les sucede. Como observamos aquí el Karate y el entorno en el Dojo son indudablemente de gran ayuda para la protección de los menores frente a los acosos, el empoderamiento para enfrentarlo, así como el aumento de la capacidad resiliente de los menores para una vuelta a la reintegración grupal sin problemas. 7.- COMO PREVENIR EL ACOSO Como podemos ayudar a los jóvenes en el Dojo con las herramientas...
El vendedor de globos
Imagen Artturi_Mantysaari en Pixabay Se organizó una gran fiesta en el pueblo. La gente había dejado sus trabajos y ocupaciones de cada día para reunirse en la plaza principal, donde estaban los juegos y los puestos de venta de todo tipo. Los niños eran quienes gozaban más con aquella fiesta. Había venido de lejos un circo con payasos y equilibristas. También se habían acercado hasta el pueblo toda clase de vendedores, que ofrecían golosinas, alimentos y juguetes. Entre todas estas personas había un vendedor de globos. Tenía globos de todos los colores y formas. Había algunos que se distinguían por su tamaño. Otros eran bonitos porque imitaban a algún animal conocido o extraño. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eran originales y ninguno se parecía al otro. Sin embargo, eran pocas las personas que se acercaban a mirarlos, y menos aún los que pedían uno para comprar. Pero se trataba de un gran vendedor. Por eso, en un momento en que toda la gente estaba ocupada en curiosear y detenerse, hizo algo extraño. Tomó uno de sus mejores globos y lo soltó. Como estaba lleno de gas, el globo comenzó a elevarse rápidamente y pronto estuvo por encima de todo lo que había en la plaza. El cielo estaba claro, y el sol radiante de la mañana iluminaba aquel globo que trepaba y trepaba, rumbo hacia el cielo, empujado lentamente por el viento quieto de aquella hora. El primer niño gritó: – ¡Mira mamá un globo! Inmediatamente fueron varios más quienes lo vieron y lo señalaron a las personas más cercanas. Para entonces, el vendedor ya había soltado un nuevo globo de otro color y tamaño mucho más grande. Esto hizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estaba haciendo, y se pusiera a contemplar aquel sencillo y magnífico espectáculo de ver como un globo perseguía al otro en su subida al cielo. Para completar la cosa, el vendedor soltó dos globos con los mejores colores que tenía, pero atados juntos. Con esto consiguió que una tropa de niños pequeños lo rodeara, y pidiera a gritos que su papá o su mamá le comprara un globo como aquellos que estaban subiendo y subiendo. Al gastar gratuitamente algunos de sus mejores globos, consiguió que la gente le valorara todos los que aún le quedaban, y que eran muchos. Porque realmente tenía globos de todas formas, tamaños y colores. En poco tiempo ya eran muchísimos los niños que se paseaban con ellos, y hasta había alguno que imitando lo que viera, había dejado que el suyo trepara en libertad por el aire. Había allí cerca un...
Los niños necesitan ser felices, no ser los mejores
Vivimos en una sociedad altamente competitiva en la que parece que nada es suficiente y tenemos la sensación de que si no nos ponemos las pilas, nos quedaremos rápidamente atrás, siendo barridos por los nuevos adelantos. Por eso, no es extraño que en las últimas décadas muchos padres hayan asumido un modelo de educación sustentado en la hiperpaternidad. Se trata de padres que desean que sus hijos estén preparados para la vida, pero no en el sentido más amplio del término sino en el más restringido: quieren que sus hijos tengan los conocimientos y las habilidades necesarias para hacerse de una buena profesión, obtener un buen trabajo y ganar lo suficiente. Estos padres se han planteado una meta: quieren que sus hijos sean los mejores. Para lograrlo, no dudan en apuntarles en disímiles actividades extraescolares, allanarles el camino hasta límites inverosímiles y, por supuesto, empujarles al éxito a cualquier costo. Y lo peor de todo es que creen que lo hacen «por su bien». El principal problema de este modelo educativo es que añade una presión innecesaria sobre los pequeños, una presión que termina arrebatándoles su infancia y crea a adultos emocionalmente rotos. Los peligros de empujar a los niños al éxito Bajo presión, la mayoría de los niños son obedientes y pueden llegar a alcanzar los resultados que sus padres les piden pero, a la larga, de esta forma solo se consigue limitar su pensamiento autónomo y las habilidades que le pueden conducir al éxito real. Si no le damos espacio y libertad para encontrar su propio camino porque le colmamos de expectativas, el niño no podrá tomar sus propias decisiones, experimentar y desarrollar su identidad. Por eso, pretender que los niños sean los mejores encierra graves peligros: – Genera una presión innecesaria que les arrebata su infancia. La infancia es un periodo de aprendizaje, pero también de alegría y diversión. Los niños deben aprender de manera divertida, deben equivocarse, perder el tiempo, dejar volar su imaginación y pasar tiempo con otros niños. Esperar que los niños sean “los mejores” en determinado campo, poniendo sobre ellos expectativas demasiado elevadas, solo hará que sus frágiles rodillas se dobleguen ante el peso de una presión que no necesitan. Esta forma de educar termina arrebatándoles su infancia. – Provoca una pérdida de la motivación intrínseca y el placer. Cuando los padres se centran más en los resultados que en el esfuerzo, el niño perderá la motivación intrínseca porque comprenderá que cuenta más el resultado que el camino que ha seguido. Por tanto, aumentan las probabilidades de que cometa fraude en el colegio, por ejemplo, ya que no es tan importante...
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