Obediencia
A las charlas del maestro Bankei asistían no solo estudiantes de Zen, sino personas de toda condición y creencia. Bankei no recurría jamás a citas de los sutras, ni se enzarzaba en discusiones escolásticas. Sus palabras le salían directamente del corazón e iban dirigidas a las corazones de sus oyentes. Sus largas audiencias acabaron irritando a un sacerdote de la escuela Nichiren, cuyos adeptos lo habían abandonado para ir a oír hablar del Zen. Cierto día, este egocéntrico sacerdote se encaminó hacia el templo donde disertaba Bankei, con el propósito decidido de entablar con él un duro debate. – Eh tú, maestro Zen, – gritó – Atiende a esto. – Quienquiera que te respete te obedecerá en cuanto digas … – .. pero un hombre como yo no profesa respeto alguno. – ¿Cómo puedes hacer que te obedezca? Bankei dijo: – Acércate a mi lado y te demostraré. Orgullosamente, el sacerdote avanzó entre la multitud hasta llegar al lugar ocupado por el maestro. Este sonreía: – Colócate a mi izquierda. El sacerdote obedeció. – No espera – se retractó Bankei. – Hablaremos mejor si estás a mi derecha. – Ponte aquí. El sacerdote se dirigió altivamente hacia la derecha. – ¿Lo ves? – observó entonces Bankei. – Estás obedeciéndome. – Y la verdad es que pienso que eres una persona muy dócil. – Ahora siéntate y escucha. Fuente: cuento tradicional...
Tirar al blanco
Después de ganar varias competencias de tiro al blanco, el joven y presumido campeón, desafió a un maestro del Zen famoso por su habilidad como arquero. El joven demostró una habilidad técnica muy buena cuando impactó el centro del blanco en su primer intento. Su segundo tiro era igual de perfecto y dijo al anciano: – ¡Allí lo tiene! ¿Vea si puede igualar eso? Imperturbado, el maestro no sacó su arco. Le hizo un gesto para que lo acompañara a la montaña. Curioso sobre las intenciones del viejo, el campeón lo siguió, hasta que llegaron a un profundo abismo atravesado por un débil e inestable tronco. El viejo maestro caminó tranquilamente hasta el centro del frágil y peligroso puente, escogió un lejano árbol como blanco, sacó su arco, y disparó un tiro limpio y directo. – Ahora es su turno, – le dijo mientras regresaba distinguidamente hasta suelo seguro. El joven miró con terror el abismo sin fondo y no pudo forzarse a caminar sobre el tronco, ni menos disparar al blanco. – Usted tiene mucha habilidad con su arco, – dijo el maestro, notando el aprieto de su desafiante – pero tiene poca habilidad con la mente, que le deja aflojar el tiro. Fuente: tradicional...
El maestro perfecto
Cuentan que cierto hombre decidió que tenía que buscar al maestro perfecto. Leyó muchos libros, visitó sabio tras sabio, escuchó, conversó y observó sus prácticas espirituales, pero siempre acababa dudando o sin estar seguro. Transcurieron viente años hasta que encontró a un hombre del que cada palabra y cada acción correspondía a su idea del hombre totalmente realizado. El viajero no perdió el tiempo. – Tú – le dijo – me pareces el maestro perfecto. – Si lo eres, mi búsqueda ha terminado. – Así es, se me describe con este nombre – replicó el maestro. – Entonces, te ruego que me aceptes como discípulo tuyo. – No puedo hacer eso – contestó el maestro – porque mientras que desees el maestro perfecto, él, a su vez, requiere sólo aquel que es el discípulo perfecto. Maestro: no hace falta buscar al maestro perfecto, nuestros maestros se encuentran por todos los lados. La gran sabiduría consiste en ser capaz de escuchar las enseñanzas de cada día y en saber vivir el aquí y ahora. Fuente:Contarcuentos- cuentos Sufis, la filosofía de lo simple. Foto...
No dividas y reinarás
Cuentan que lo único que cierto sabio sufí dejó en herencia a sus cinco discípulos fue una hermosa alfombra de oración cuadrada. Cuando hubo pasado el duelo por la muerte de su maestro, los discípulos decidieron separarse. Cada uno quería quedarse con una parte de la alfombra como recuerdo, pero no sabían cómo dividirla. Discutieron durante largo tiempo para encontrar la solución. No les gustaba la idea de partirla en cinco bandas. Ellos preferían dividirla en cinco pedazos cuadrados ya que de esa forma podrían honrar mejor las enseñanzas de su maestro. Sin embargo, a ninguno de ellos se le ocurrió una solución aceptable, de modo que continuaron juntos, y juntos siguieron orando ante la alfombra. Maestro: el legado que deja este maestro no fue material (la alfombra), sino dio la inteligencia para pensar que la mejor solución era seguir rezando juntos (algo que quería el maestro). Fuente: Contarcuentos.com, Cuentos Sufis, la filosofía de lo simple Foto...
Sin atajos
Cuando un monje preguntó a su maestro si debía leer los sutras, este replicó así: – Aquí no hay senderos laterales ni atajos. – Las montañas permanecen todo el año frescas y verdes. – Tanto al este como al oeste, en cualquier dirección, puedes dar un bello paseo. El monje pidió explicaciones más explícitas, y el maestro contestó: – No es culpa del sol si el ciego no puede encontrar su camino. Maestro: no confundas el medio con el objetivo; la verdad ya está en ti, unicamente hay que encender la luz. Fuente: tradicional Zen Foto portada:...
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