Mantra
«El poder y alcance del mantra depende de la actitud del que lo repite. Así lo evidencia la siguiente historia.» Un eremita vivía a la orilla del río. Era alimentado por una lechera que todos los días le regalaba leche para su manutención. El eremita había concedido un mantra a la buena mujer y le había dicho: – Repitiendo este poderoso mantra puedes ir a través del océano de la existencia. Pasó el tiempo. Cierto día en que la lechera iba a cruzar el río para llevar la leche al eremita, llovió torrencialmente y las aguas del río se desbordaron. No había manera de pasar el río en barca. La mujer recordó lo que había dicho el eremita: – Repitiendo este poderoso mantra puedes ir a través del océano de la existencia. – Y esto sólo es un río – se dijo a sí misma Repitió interiormente el mantra con mucho amor y motivación y comenzó a caminar sobre el agua hasta llegar donde estaba el eremita. Al verla, éste, muy extrañado, preguntó: – ¿Cómo has podido llegar hasta aquí si el río se ha desbordado? La mujer repuso: – Como me dijiste que con el mantra que me entregaste podía atravesar el océano de la existencia, pensé que sería mucho más fácil cruzar el río. Recité el mantra y lo pasé caminando sobre las aguas. Al escuchar esta explicación, el eremita se llenó de vanidad y pensó: – !Qué grado de evolución debo tener cuando la lechera ha podido hacer esta proeza con mi mantra! Días después, el eremita tenía que ir a la ciudad. Las lluvias monzónicas no habían cesado y el río continuaba desbordado. El eremita pensó que no había ningún problema. Si el mantra había funcionado con la lechera, ¿cómo no iba a funcionar con él. Empezó a repetir el mantra y se lanzó a las aguas del río. Se hundió hasta el fondo y pereció. Maestro: El ego es la muerte de lo más real que hay en uno mismo. No libera, esclaviza y ahoga. Cuento escrito por Joost Scharrenberg Fuente: 101 cuentos clásicos de la India – Ramiro A. Calle Foto...
Carga inútil
Genjug quiso aprender el arte de la espada para calmar el odio que guardaba en el alma en contra del asesino de su padre. Fue a buscar a Hugen para que lo enseñara. – Maestro – dijo Genjug-. Necesito urgentemente saber cómo usar una espada para vengar la muerte de mi padre, este odio no me deja en paz. – Claro -dijo Hugen sin inmutarse-, pero necesito que me hagas un favor, debo llegar hasta la cima de aquella colina, podrías ayudarme a cargar esos costales, y cuando lleguemos, te prometo que te enseñaré. Genjug, pensó que era lo justo y sin decir palabra tomó los costales pesados y ambos emprendieron el viaje. Aunque tuvo cierta inquietud por saber que contenían, no preguntó nada, porque imaginaba que lo más probable era que contuvieran algo muy importante para Hugen. Pero al llegar a la cima no aguantó más la curiosidad y ansioso preguntó: ¿Y los costales maestro, que contienen? Hugen sin inmutarse otra vez, tomó los costales, los abrió y sacó de su interior montones de piedras que arrojó cuesta abajo diciendo: Ah, sólo piedras sin valor. Al ver aquella escena Genjug gritó como loco: – ¡Qué, he venido hasta aquí soportando este cansancio, cargando esos costales inútiles que sólo contienen piedras sin valor, y que aparte no sirven para nada. ¡Acaso está usted loco! El maestro sin inmutarse por tercera vez, contestó: – ¡Qué, has venido hasta mí, para aprender el arte de la espada cargando ese odio de venganza y ese rencor inútil que no sirve para nada. ¡Acaso estás loco! En ese momento Genjug se iluminó y prefirió aprender…el arte del perdón. Autor: V.H. Orduña (Shamir) Fuente:...
¿Qué escojo hoy?
Se dice que el discípulo de un venerable sabio, estaba extrañado y sorprendido de que su maestro estuviese siempre sonriente y feliz, a pesar de las dificultades que tenía en la vida. Intrigado, un día, le preguntó: – Maestro, ¿cómo es que siempre se te ve tan contento y satisfecho? El maestro le respondió: – Amigo mío, no hay secreto alguno en esto – Cada mañana cuando me despierto, me hago la misma pregunta a mí mismo. – ¿Qué escojo hoy? Alegría o tristeza? – Y siempre escojo alegría. Fuente: cuento del libro “Aplícate el cuento”, relatos de ecología emocional de Jaume Soler y Mercè Conangla Foto...
La ciudad de los pozos
Esta ciudad no estaba habitada por personas, como todas las demás ciudades del planeta. Esta ciudad estaba habitada por pozos. Pozos vivientes… pero pozos al fin. Los pozos se diferenciaban entre sí, no sólo por el lugar en el que estaban excavados sino también por el brocal (la abertura que los conectaba con el exterior). Había pozos pudientes y ostentosos con brocales de mármol y de metales preciosos; pozos humildes de ladrillo y madera y algunos otros más pobres, con simples agujeros pelados que se abrían en la tierra. La comunicación entre los habitantes de la ciudad era de brocal a brocal y las noticias cundían rápidamente, de punta a punta del poblado. Un día llegó a la ciudad una «moda» que seguramente había nacido en algún pueblito humano: La nueva idea señalaba que todo ser viviente que se precie debería cuidar mucho más lo interior que lo exterior. Lo importante no es lo superficial sino el contenido. Así fue cómo los pozos empezaron a llenarse de cosas. Algunos se llenaban de joyas, monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más prácticos, se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos. Algunos más, optaron por el arte, y fueron llenándose de pinturas, pianos de cola y sofisticadas esculturas posmodernas. Finalmente los intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos ideológicos y de revistas especializadas. Pasó el tiempo. La mayoría de los pozos se llenaron a tal punto que ya no pudieron incorporar nada más. Los pozos no eran todos iguales, así que, si bien algunos se conformaron, hubo otros que pensaron que debían hacer algo para seguir metiendo cosas en su interior… Alguno de ellos fue el primero: En lugar de apretar el contenido, se le ocurrió aumentar su capacidad ensanchándose. No pasó mucho tiempo antes de que la idea fuera imitada, todos los pozos gastaban gran parte de sus energías en ensancharse para poder hacer más espacio en su interior. Un pozo, pequeño y alejado del centro de la ciudad, empezó a ver a sus camaradas ensanchándose desmedidamente. El pensó que si seguían hinchándose de tal manera, pronto se confundirían los bordes y cada uno perdería su identidad… Quizás a partir de esta idea se le ocurrió que otra manera de aumentar su capacidad era crecer, pero no a lo ancho sino hacia lo profundo. Hacerse más hondo en lugar de más ancho. Pronto se dio cuenta que todo lo que tenía dentro de él le imposibilitaba la tarea de profundizar. Si quería ser más profundo debía vaciarse de todo contenido… Al principio tuvo miedo al vacío, pero luego, cuando vio que no había otra posibilidad, lo hizo. Vacío de posesiones,...
Centrarse en una sola cosa
El joven Tanit fue a ver al sabio del pueblo y le preguntó: – Señor, ¿qué debo hacer para conseguir lo que yo quiero? El sabio no contestó. Tanit se marchó después de repetir su pregunta varias veces con el mismo resultado. Volvió al día siguiente con la misma pregunta. De nuevo no obtuvo ninguna respuesta por lo que volvió por tercera vez y repitió su pregunta: – ¿Qué debo hacer para conseguir lo que yo quiero? El sabio le miró y dijo: – Ven conmigo Y se dirigieron a un río cercano. Entró en el agua llevando al joven de la mano y cuando alcanzaron cierta profundidad el sabio se apoyó en los hombros del joven y lo sumergió en el agua. Pese a los esfuerzos del joven por liberarse, allí lo mantuvo el sabio un largo rato. Al fin lo soltó y Tanit pudo recuperar su aliento. Entonces el sabio le preguntó: – Cuando estabas bajo el agua, ¿qué era lo que más deseabas? Sin vacilar Tanit contestó: – Aire, quería aire. – ¿No hubieras preferido mejor riquezas, comodidad, placeres, poder o amor? – No, señor, deseaba aire, necesitaba aire y solo aire – fue su inmediata respuesta. – Entonces – contestó el sabio -, para conseguir lo que tú quieres debes quererlo con la misma intensidad que querías el aire, debes luchar por ello y excluir todo lo demás. – Debe ser tu única aspiración día y noche. – Si tienes ese fervor, conseguirás sin duda lo que quieres. Maestro: con el esfuerzo, la insistencia y centrando tu energia en una única cosa conseguirás todo lo que te propones Fuente: autor desconocido Foto...
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