Un alumno insufrible.
Era un genuino buscador, pero se perdía demasiado en abstracciones metafísicas y especulaciones filosóficas. Vamos, que era un pesado. Había recibido enseñanza de muchos maestros, pero las explicaciones que le proporcionaban sobre la Doctrina alimentaban aún más sus elucubraciones metafísicas. Se enteró que había un maestro chan muy pragmático y decidió ponerse en sus manos. Después de permanecer varios días frente a la casita del maestro, éste lo aceptó, por pesado. Cuando el discípulo le preguntó si había espíritu o no, el maestro le dio un vigoroso tirón de orejas. —No es muy gentil por vuestra parte lo que habéis hecho —se quejó el discípulo. Y el maestro repuso: —¡No me vengas con pamplinas a estas alturas de mi vida!Salieron a dar un largo paseo. —Maestro, ¿cuando un ser liberado muere, sigue o no sigue existiendo en alguna parte? El maestro comenzó a coger moras silvestres y a degustarlas en silencio. El discípulo protestó: No es muy amable por vuestra parte no responder cuando se le habla. El maestro le dirigió una mirada severa, y dijo: —Yo estoy en el presente, comiendo estas jugosas moras, y tú estás, como un estúpido, más allá de la muerte. Se sentaron bajo un árbol, cerca de un arroyo. Maestro, ¿hay un ser supremo que creó el mundo, o todo es producto de la casualidad? —¡Déjate ya de vanas preguntas! —replicó el maestro—. Ahora voy a preguntarte yo algo muy concreto: ¿Estás escuchando el rumor del arroyo? No —repuso el discípulo, enredado en su mirada de opiniones. Y el maestro concluyó: —Pues siento decirte que eres incorregible. Ve a otro maestro que te llene la cabeza de ideas y permíteme seguir escuchando el rumor del arroyo. Cuento chino Imagen de Jörg...
Dojos con tradición
Estrenamos una nueva sección, dedicada a nuestros Dojos. Unos Dojos donde nos hemos formado año tras año, experiencia tras experiencia, vivencia tras vivencia, unos Dojos que han llegado al fondo de nuestros corazones y nos han ayudado a encontrarnos con nosotros mismos. La finalidad es dar a conocer, no solo las imágenes de nuestros Dojos, los cuales tendrán un mínimo de 30 años de antigüedad, sino sobre todo la esencia de los mismos, su filosofía, su maestros o maestras, sus alumn@s, sus logros, su espíritu, creo en ese espíritu que nos guía en el camino. Algunos Dojos comenzaron en un lugar distinto al actual y hoy han cambiado su ubicación su forma pero no su espíritu que sigue impregnando a todos sus componentes. Decía el Maestro Funakoshi “Cualquier lugar puede ser un Dojo”. Dōjō de Sensei Higaonna en Okinawa (Japón) Como indica el Maestro M. Coquet, “Conocer teóricamente el Budo no compensará nunca su práctica y la verdadera enseñanza no puede hacerse más que en el Dojo. La aplicación de lo que se ha aprendido en el Dojo deber ser integrada a la vida diaria, sin lo cual el objeto de la búsqueda se pierde de vista y los resultados son mediocres”. No hay duda, el que busca entrenamiento tradicional en el Karate-Do, la palabra Dojo no es ajena a el. Es el espacio dedicado a la progresión en las artes marciales. Dojo es el término empleado en Japón para designar un espacio destinado a la práctica y enseñanza de la meditación y/o las artes marciales tradicionales modernas o gendai budo. En japonés, Dojo (道場) significa literalmente “lugar donde se practica la Vía” o “lugar del despertar” y se refiere a la búsqueda de la perfección física, moral, mental y espiritual. Tradicionalmente es dirigido por un maestro de la vía/del camino, el sensei. Dojo Shubukan del Sensei José Cifuentes Originalmente y como en la actualidad, la sala de meditación y oración de los acólitos budistas se conocía como un dojo. Dada la influencia del Zen y de la filosofía budista en las Artes Marciales alrededor del siglo XV éstas adoptaron el nombre de Dojo para designar la sala de práctica donde se estudia un arte marcial. A ella acudían los samuráis no sólo para mejorar su técnica sino para forjar su carácter, meditar y alcanzar un mayor conocimiento de sí mismos. En aquella época muchos dojos se instalaban en templos budistas, incluso el maestro Kano empezó a enseñar Judo en un dojo de un templo budista de Tokyo. Dojo de meditación en Kyoto Era el lugar donde se iba a estudiar, practicar y aprender sobre la verdad y la...
La técnica
En la sesión del Dojo el instructor presentó a los alumnos al anciano fundador del ryu, una persona muy mayor que, tambaleante y sonriente, les saludó con simpatía. Uno a uno, los alumnos fueron pasando para pedirle al anciano que realizara sus técnicas preferidas para ver, por manos directas del creador del estilo, su realización. Un joven alto, que había empezado hacía poco tiempo, le pidió una técnica. El anciano, de repente, condensó sus músculos en un movimiento firme y realizó, sin titubear ni temblar, la técnica. El discípulo se quedó sorprendido. Poco después le tocó el turno al alumno más avanzado del Dojo, que le pidió le realizar la misma técnica. El anciano, con los miembros distendidos, realizó la técnica con la ejecución perfecto, pero apenas sin fuerzas y temblando visiblemente. Finalmente, dejaron que entraran algunos seguidores del estilo y, uno de ellos, le pidió otra vez lo mismo. El anciano, con sorpresa, dijo: -Pídame otra más fácil, soy ya muy viejo para hacer ésas cosas. Al término de la sesión el instructor y su anciano Maestro hablaban juntos, solos, en el Dojo. -No entiendo -dijo el instructor- ¿por qué disteis tan diferentes respuestas a la misma técnica? El anciano sonrió: -Uno de ellos acababa de empezar, es bueno animarle en su camino, que va a ser muy duro, con llamativas técnicas para que sepa lo que es capaz de lograr si se esfuerza. El siguiente ya era un alumno acostumbrado, no necesitaba tanto la técnica en sí, ya la conoce y la ha practicado sobradamente, sino el verme realizarla por el mero hecho de verme a mí, aunque ya viejo y cansado. El último solamente nos ve desde el exterior, no voy a enseñarle algo de tanta importancia a alguien que no quiere sacrificios y que puede...
7 rasgos del buen maestro de artes marciales
¿Conoces a alguien que haya aprendido artes marciales por ciencia infusa? Seguro que no. Todos aprendemos de otros. Todos hemos tenido maestros. Pero ¿cuáles son las características de un buen maestro? Probablemente es un tema controvertido, y cada uno tendrá su opinión. Pero puede que estos 7 rasgos sean algunas de las características de un buen maestro de artes marciales: No suele hablar mal de otros, y si lo hace es con respeto Por varios motivos. Por un lado, porque el respeto suele ser uno de los valores fundamentales de las artes marciales. Cualquier persona que se haya interesado verdaderamente por las artes marciales sabe que de todo el mundo tiene algo que aportar. Pero el maestro además, por encima de artistas marciales, ve a las personas. Todos tenemos defectos. Todos cometemos errores. Pero todos merecemos consideración y respeto. Por otro lado, la autoafirmación a través de las críticas a otros es un síntoma claro de inseguridad. Y si el maestro no está seguro de sí mismo o de su sistema… 2. No enseña trucos ni atajos, sino la forma correcta de hacer las cosas Todo alumno quiere aprende rápido, reconozcámoslo: somos así. Pero el objetivo de la práctica no es un resultado inmediato, sino un aprendizaje auténtico, duradero y profundo. Y para esto hace falta una buena guía, un gran esfuerzo… y tiempo. ¿Hay atajos? Sí, pero nos hacen perdernos parte del camino. ¿Hay trucos? Sí, pero solo sirven para engañarnos nosotros mismos. No se trata de esconder o disimular los errores del alumno, sino de corregirlos. Porque lo que no se aprende bien, de verdad, luego se echa de menos. Las cosas, con un buen maestro, tienen que estar bien hechas. Nadie dijo que aprender artes marciales fuera fácil, y de hecho, ni lo es ni debe serlo. 3. Tiene alumnos, no clientes ¡Ay, el dichoso dinero! Esto de tener alumnos y no clientes es muy fácil decirlo, pero… ¿los buenos maestros enseñan gratis? Normalmente no. Es un tema muy discutido, pero creo que puede comprenderse desde el sentido común. Hoy en día, entre maestro y alumno suele haber una relación económica. Pero no tiene por qué ser lo más importante entre ellos. Pienso que la relación maestro-alumno debería ser mucho más cercana y personal que la que tienen un profesional y un cliente. Y, sobre todo, la prioridad del maestro debería ser lo que es mejor para el propio alumno, incluso cuando esto va en contra del interés de su negocio. ¿Cuántas veces un practicante joven deja de entrenar unos meses porque necesita estudiar más? ¿Debe el maestro tratar de convencerle para que siga yendo a clase y seguir así cobrando la cuota? O si...
Profesor de karate: una labor difícil
Con este artículo quiero romper una lanza a favor de esos Profesores de karate cuya labor no trasciende a las páginas de las revistas por no ganar sus alumnos grandes campeonatos, pero que día a día en sus clubs realizan una gran misión, educando, entrenando y desarrollando a numerosos niños y adultos a través de este deporte. La labor de estos hombres y mujeres no es fácil, pues a menudo tienen que hacer que sus clases gusten a gente que busca en el karate un medio de defensa, un medio de mantenimiento físico, un método para relacionarse con nuevos amigos y muchas cosas más, sin permitir que el karate aparezca de forma equivocada y dentro de la disciplina y filosofía de éste. A menudo, todo esto no concuerda del todo con lo que la mayoría busca en este Arte Marcial, pero el profesor tampoco puede traicionarse a sí mismo, ni a su Arte y su labor se hace más difícil. ANTE TODO EDUCADOR Un profesor ha de ser ante todo un educador, debe ser un almacén de ideas que sepa transmitirlas alumno. No es necesario, como a menudo se piensa, que sea un gran competidor o que tenga un alto “Dan”, esto lo único que le va a producir es una mejor propaganda que llegará más a la gente desconocedora del tema. Lo que debe tener es una gran capacidad para transmitir sus conocimientos, que por supuesto los debe poseer, de manera clara y con la adecuada progresividad, metodología, etc… El profesor ha de demostrar unas cualidades físicas y humanas también, pues el alumnos, a veces involuntariamente tiende a imitar al profesor en muchos aspectos. Este los debe conocer bien y descubrir qué es lo que verdaderamente tiene que dar a cada uno dentro del karate. Bajo mi punto de vista, el profesor debe saber mantener un ambiente agradable en clase que permita al alumno estar relajado y a gusto, pero esto dentro de la disciplina que un arte como éste tiene y debe tener. Un profesor debe idear las clases de forma amena, completa, teniendo en cuenta todos los aspectos del karate y la progresión deseada en relación con las actividades del club. La clase no es un minicursillo aislado, sino que debe guardar relación la anterior, con la posterior, con el ambiente, con la época del año… y siempre manteniendo un margen de improvisación por si hay gente nueva en clase, por si los alumnos piden algo especial o por si, simplemente, el profesor tiene un día desanimado por cualquier cosa. Un buen profesor nunca dejará en ridículo a ninguno de sus alumnos mareándole con técnicas o...
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