Parvati es una de las diosas más amorosa, benevolente y misericordiosa del panteón hindú.
Es la consorte de Shiva y se manifiesta como extraordinariamente compasiva. Cierto día, uno de sus hijos, Kartikeya, hirió a una gata con sus uñas. De regreso a casa, corrió hasta su madre para darle un beso. Pero al aproximarse al bello rostro de la diosa, se dio cuenta de que ésta tenía un arañazo en la mejilla.
– Madre – dijo Kartikeya -, hay una herida en tu mejilla.
– ¿Qué te ha sucedido?
Con sus ojos de noche inmensa y profunda, la amorosa diosa miró a su querido hijo. Era su voz melancólica y dulce cuando explicó:
– Se trata de un arañazo hecho con tus uñas.
– Pero, madre – se apresuró a decir el joven –
– … yo jamás osaría dañarte en lo más mínimo.
– No hay ser al que yo ame tanto como a ti, querida madre.
Una refrescante sonrisa de aurora se dibujó en los labios de la diosa.
– Hijo mío – dijo -, ¿acaso has olvidado que esta mañana arañaste a una gata?
– Así fue, madre – repuso Kartikeya.
– Pues, hijo mío, ¿es que no sabes ya que nada existe en este mundo excepto yo?
– ¿No soy yo misma la creación entera?
– Al arañar a esa gata, me estabas arañando a mí misma.
Maestro: Al herir, te hieres. A quienquiera que dañes, te dañas a ti mismo.
Fuente: 101 cuentos clásicos de la India – Ramiro A. Calle
Foto portada: Cesar Martín
6 enero, 2013
Precioso y toda una lección que todos los karatekas debemos tener presente, con vuestro permiso lo voy a poner en mi facebook.