Un sueño hecho realidad: Mi viaje a Japón y el inmenso agradecimiento a mis Alumn@s y Amig@s

Hay momentos en la vida en los que uno se detiene a mirar atrás y descubre, con el corazón rebosante de emoción, que ha estado rodeado de personas extraordinarias. Llevo días por cuestiones médicas, en casa acompañado de mi gatito “Tao” y de una soledad que me permite profundizar en mi “Ser” en el apasionante camino del despertar. Momento idóneo para la meditación y el agradecimiento a la vida.
Como decían los antiguos toltecas, de manera constante debemos recordarnos que la verdadera iluminación es el resultado de una acción y experiencia impecables, no búsquedas eruditas y juegos intelectuales. Hay una regla no escrita que dicta que debemos ocupar nuestro sitio entre los insondables misterios del universo por el mero hecho de considerarnos a nosotros mismos como uno de ellos.
Me siento un guerrero, y como tal me siento satisfecho de abandonar las cosas cotidianas sin sentido, porque los guerreros hemos visto que todas las cosas son iguales y sin importancia. Intentando vivir con el poder y la impecabilidad, siento que se sustenta una vida llena de amor, gozo y equilibrio incondicionales. Viviendo la contradicción entre todo y nada, nos conectamos con todo lo importante al vaciarnos a la nada.
Las consecuciones de los guerreros no tienen que ver nada con la adquisición de cosas o el control egoísta sobre otros. Decían los sabios toltecas que, en el mundo del poder, no existen la victoria o la derrota condicionales, no hay ego ni sentido de superioridad, añadían que para los guerreros sólo existe el sentido de que la vida bulle con posibilidades y que nuestra lucha impecable bien vale nuestros esfuerzos.
Nuestras vidas van cambiando día a día, no somos los mismos de ayer y menos los de hace un año, en el universo todo es cambio. A veces el cambio es imperceptible, pero otras veces es como un sunami que trastoca o mueve toda nuestra existencia. Para mí el año pasado, el 2024, ha sido un año de perdida y de ganancia, se dice que los guerreros que esperan han ganado todo perdiéndolo todo.
En el primer semestre del año perdí lo que más amaba, a mi compañera del alma Rosa, mi casa, mis compañeros el gatito “Ki”, y el perrito “Roku”, cientos de libros que seguro ya no necesitaba, cientos de cosas que seguro eran ya inservibles en mi vida, y así otras cosas más sin tanta relevancia. El segundo semestre, vino el cambio, todo se sucedió muy rápidamente como no queriéndome dar tregua. La entrega impecable y desinteresada de mis hijos, la publicación de mi segundo libro después de años de trabajo, el comienzo de la construcción de la casa soñada por los dos, un viaje mágico a Granada con mi amigo del alma, la presentación de mi libro, un retiro vivencial en un precioso valle granadino que cambiaría muchas estructuras de mi vida, la concesión por parte de la R.F.E.K. del 9º Dan, un viaje a Asis (Italia) que despertó en mí emociones olvidadas….
Y llego el comienzo de 2025. Por eso hoy, aprovechando el silencio de mi hogar y con una gratitud infinita y el alma conmovida, quiero dedicar estas líneas a mis alumnos y alumnas, amigos y a mis hijos, quienes, movidos por un amor genuino y desinteresado, han hecho posible algo que creía inalcanzable: mi viaje a Japón. Sí, se han unido para regalarme un viaje a Japón.
Hace muchos años, en mi juventud, Japón representaba para mí un sueño. No solo por ser la cuna de las artes marciales que tanto amo, sino por lo que simboliza: un lugar de tradición, disciplina, respeto y crecimiento. Con el tiempo, la vida me llevó por otros caminos, y aquel sueño quedó relegado en un rincón de mi memoria, casi olvidado. Pero ahora, gracias a la generosidad y el cariño de quienes me rodean, ese sueño se ha hecho realidad.
Este viaje no es solo un regalo material. Es la manifestación de la ley de causa y efecto, del karma, de esa verdad universal que nos enseña que todo lo que damos regresa a nosotros multiplicado. A lo largo de los más de cuarenta y cinco años dedicados a la enseñanza, he intentado compartir no solo mis conocimientos, sino mi esencia misma: ser amable, generoso y entregarme con el corazón a cada uno de mis alumnos y alumnas. No soy perfecto, me he equivocado muchas veces, como todo ser humano, pero siempre he procurado actuar desde la humildad, dejando de lado la importancia personal y suprimiendo lo más posible el ego. Hoy, la vida me muestra que cada gesto sincero tiene su eco en el universo.
Como dijo Buda: «Lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos». Y también recuerdo las palabras de Deepak Chopra: “Cada acción genera una fuerza de energía que regresa a nosotros de la misma manera …”. Estas enseñanzas nos recuerdan que lo que sembramos en nuestra vida, lo cosechamos tarde o temprano.
Hoy, al recibir este regalo, me doy cuenta de que no solo he enseñado, sino que también he aprendido. He aprendido que lo que damos con sinceridad y sin esperar nada a cambio regresa a nosotros de la manera más hermosa e inesperada.
Este viaje a Japón es más que un destino; es el reflejo de una vida compartida, de un camino recorrido junto a personas maravillosas. A cada uno de vosotros y vosotras que ha hecho esto posible, no tengo palabras suficientes para expresar mi agradecimiento. Solo puedo prometerles que cada paso que dé en suelo japonés lo haré con el corazón lleno de gratitud y pensando en tod@s.
Gracias, desde lo más profundo de mi ser.
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