Una postura que se observa en cierta cantidad de instructores de Karatedo en la actualidad, consiste en criticar la competencia. Frases como “un entrenador piensa en la próxima competencia y un sensei en la próxima generación” y “la competencia es para un día pero el karatedo para toda la vida”, entre otras, son las premisas que esgrimen en defensa de su postura (aunque increíblemente muchos de ellos mismos luego son vistos llevando a sus alumnos a los campeonatos).
En lo personal siempre he pensado que el karatedo es uno solo, y que bien enseñado debe servir para cualquier momento y circunstancia. Esa realidad se constata al analizar los componentes de la preparación, donde se observa la total congruencia de los planteamientos metodológicos propuestos en 1888 por Kanryo Higaonna en Okinawa, y los criterios posteriores al 2000 emitidos por diversos autores de España, Japón, y en Cuba por este humilde servidor en su tesis doctoral.
En ese mismo sentido, si se analiza la situación más a fondo, se observa que a nivel internacional está aumentando la tendencia de participación en campeonatos de participantes en categoría master y senior, llegando incluso hasta los 80 años de edad a participar en eventos mundiales.
Eso hace repensar los planteamientos anteriores, induciendo a cuestionarse no si la competencia es buena o mala para el karatedo (y sus practicantes), sino si la concepción que se tenga de la competencia de karatedo es buena o mala. O sea, si el error está en la esencia de la actividad o en la comprensión (o conveniencia) que de ella tengamos. Como diría un perito investigador de accidentes aéreos: si la causa fue una falla mecánica o humana.
Para ese análisis parto de las siguientes bases: – Independientemente que a todos les gusta ser ganadores, la idea de hacer juegos deportivos entre países partió de buscar unidad y salud entre las personas, de acuerdo al postulado del Barón Pierre de Coubertin.-
Como se dijo anteriormente, tanto en los componentes de la preparación tradicional y deportiva están las competencias como instrumento de evaluación. Sobre esas bases, terminaremos el análisis desde el punto de vista pedagógico.
La enseñanza del Karatedo, desde sus inicios hasta la actualidad (independientemente de la competencia) busca formar mejores personas. Eso solamente se logra mediante un proceso educativo, que tiene como eje transversal la pedagogía, y que en este caso se concreta mediante el karatedo.
Todo proceso pedagógico precisa de diversas mediciones y evaluaciones, que indican la eficacia del proceso, indicando los aspectos a mantener, modificar o eliminar, de acuerdo a los objetivos que se persigan y su posible cumplimiento. En ese caso existen pruebas que se definen por el momento de aplicación (inicial, parcial y final); así como por su forma de realización (de suficiencia o de oposición).
En ese caso, cuando se realizan las mediciones físicas, técnicas, tácticas y psicológicas entre otras del entrenamiento, así como los exámenes para el pase de grado, constituyen pruebas de suficiencia (donde el alumno demuestra lo mejor que puede hacer).
Pero cuando se trata de topes de confrontación contra otros (ya sea de su propia academia o en torneos con participantes de otros lugares), es una prueba de oposición (donde cada uno demuestra que puede ser superior al otro).
En este caso, pedagógicamente hablando, lo más importante no es quien resulta victorioso, sino las potencialidades que se movilizan buscando el éxito. Eso ocurre porque, de manera inconsciente e inevitable, el esfuerzo es mayor cuando se trata de vencer a otra persona y no solo a una meta, y bien conocida es la relación directa entre el esfuerzo y el beneficio.
En ese caso, una vez más pedagógicamente hablando, la planificación del entrenamiento hace coincidir el mejor momento del deportista con la competencia para asegurar el mayor éxito de la actividad evaluativa, como mismo se organiza la dinámica de la carga académica en los cursos del colegio ante los exámenes. De ese modo, independientemente del grado, la edad o cualquier otro aspecto de la persona; la competencia puede ser un motor impulsor para el desarrollo físico, estético, mental, espiritual, social y otras dimensiones del ser humano; que van más allá de una medalla.
Siendo así, como anteriormente se mencionó, el problema no es si la competencia favorece o perjudica al practicante y al arte, lo que favorece o perjudica al practicante y al arte, es la concepción que tenga con respecto a la competencia.
Si la concepción de la competencia es utilizarla como potenciador del proceso de formación integral e instrumento de evaluación de los progresos igualmente integrales del referido proceso, entonces se convierte en un eficaz e infinito medio de trabajo para cumplir con las más exigentes premisas del arte marcial en la construcción de un ser humano (y un mundo) mejor.
Pero si se concibe la competencia como un fin y no se ve más allá de la medalla, entonces se estará solamente aprovechando una etapa efímera de los alumnos, que en pocos años observarán sus medallas y recordarán con añoranzas los breves tiempos en que se sentían bien en cuerpo y alma, y que fueron referencia para otros. En ese caso, una vez más, se demuestra que el error no está en la actividad, sino en al concepción que de ella se tenga. Ossu
5 diciembre, 2021
Buenas noches. Soy uno de los competidores que sale en la foto y me gustaría tener información sobre si el autor tuviera más fotos de aquel día. Ha sido una gran sorpresa encontrarme este documento!!
Gracias y un saludo
8 diciembre, 2021
Hola Jorge el autor tiene alguna foto más publicada de esa competición del 17.3.2007, en la plataforma Flickr, se llama Jesús Hurtado.