¿Está matando el Karate deportivo al Karate tradicional?

La dicotomía entre lo nuevo y lo viejo, entre lo moderno y lo clásico es un tema bastante frecuentado en el mundo del Karate. Por eso no nos interesa debatir aquí sobre las diferencias entre el Karate tradicional y el Karate moderno. Ni tampoco polemizar sobre qué es tradicional o moderno, ya que para cada practicante su estilo puede resultar tradicional y original si mantiene una continuidad que nace desde la línea establecida por su fundador. Pero sí que nos parece interesante reflexionar sobre la deriva actual de este arte marcial y su supervivencia futura. Preguntarnos acerca de cómo su faceta deportiva está fagocitando su esencia tradicional y, también, interrogarnos sobre cómo será el futuro del Karate.


Es más que evidente que, al igual que todas y cada una de las manifestaciones artísticas o culturales, las artes marciales también están sujetas al vaivén de modas y tendencias. Vivimos en un mundo cada vez más acelerado y materialista, en el que el producto, la imagen y lo espectacular tienen más peso que lo tradicional, el esfuerzo y los resultados. El filósofo Guy Debord profetizó ya en 1967 el cambio a una “sociedad del espectáculo”, haciendo referencia a un mundo en el que “todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación”. Es decir, la gente abandona las experiencias vividas en primera persona y cambia el ser por el tener; y el tener por el parecer. O lo que es lo mismo: aparentar.

Así, en una sociedad que vive ensimismada y reflejada constantemente en el espejo deformado de las redes sociales, la televisión, lo inmediato y en las pantallas de móviles, no es extraño que hayamos dejado de querer sentir experiencias auténticas. Y nos conformemos con el sucedáneo de la apariencia. Las artes marciales no son ajenas a este cambio de paradigma. Las disciplinas clásicas y tradicionales están siendo desbancadas por vistosos deportes de contacto y televisadas luchas en octógonos. Las artes marciales mixtas (MMA) se han convertido en uno de los deportes que más ingresos generan. Los tatamis de los dojos están siendo sustituidos por gimnasios con rings y jaulas para la lucha.

Muchas películas y programas de televisión han presentado versiones exageradas de las técnicas de Karate, convirtiendo a los artistas marciales en superhéroes con habilidades sobrehumanas. Nada más lejos de la realidad. Esta representación distorsionada puede que en su momento haya ayudado a difundir las artes marciales, pero también ha alejado al Karate de sus raíces, y ha creado expectativas poco realistas entre aquellos que buscan aprender la disciplina. El Karate deportivo, por otra parte, también ha desempeñado un papel significativo en la transformación de las artes marciales actuales. A medida que el Karate aspiró a ser un deporte olímpico, la presión por lograr el éxito competitivo se intensificó. Esto llevó a un enfoque más estandarizado y orientado a la competición, donde las tácticas de puntuación se volvieron más importantes que la esencia misma del Karate. Gran parte de los practicantes (y sus maestros) comenzaron a entrenar con el único objetivo de ganar medallas, descuidando aspectos esenciales como el desarrollo personal, la autodisciplina y el respeto. La televisión, como medio de masas, también ha contribuido al olvido del Karate tradicional. Los programas de reality shows y competiciones de artes marciales han buscado la audiencia ávida de emoción instantánea. Sin embargo, en su búsqueda de altos índices de audiencia, estos programas han perpetuado estereotipos y malentendidos sobre el Karate. La realidad televisiva a menudo ha destacado la agresión y la confrontación en lugar de la filosofía de autodefensa (ni sente nashi: en Karate no existe el primer golpe) que subyace en este arte marcial.

Mi sensei Luis Rodríguez ha practicado Karate desde que era un niño. Y lleva más de veinte años enseñando. Ha entrenado con grandes figuras de la edad del oro del Karate español (Jesús Juan Rubio, Tomás Herrero, José Manuel Egea…); y ha recibido clases de figuras de la talla de Ishimi o Inoue. Su perspectiva y experiencia le permiten tener una visión global del devenir del Karate. Él cree, y parece que no se equivoca, que el Karate, tal y como lo conocemos, está abocado a extinguirse. Tan solo sobrevivirán, opina Rodríguez, los practicantes de Karate tradicional o un Karate deportivo enfocado exclusivamente a una franja de edad determinada. El Karate, a día de hoy, es cada vez más un deporte y no un arte marcial. En los dojos se practican técnicas de competición fundamentalmente, ya sea en modalidad de kata como de kumite. En realidad, si hiciéramos un sondeo por los dojos de toda España: ¿cuántos de ellos practican bunkai aplicado a la defensa personal? ¿Cuántos realizan kumite realista para ser usado en una pelea callejera? ¿Cuántos incorporan hojo undo (ejercicios de fortalecimiento clásicos con aparatos)? Quizá el makiwara sería uno de los pocos accesorios clásicos que sobreviven a día de hoy. ¿Y en cuántas escuelas de Karate se mantiene el trabajo con armas (Kobudo, el arte marcial hermano del Karate)?

Si nuestra sociedad ha evolucionado en muchos aspectos es bastante obvio que hemos dejado atrás algunos valores, algunas formas de entender el Karate que nos abocan, irremediablemente, a su olvido. Las artes marciales clásicas, basadas en los principios del Budo, poco espacio tienen en un mundo mercantilizado y material como el nuestro. El Budo, como señalaba Taisen Deshimaru, en su libro Zen y artes marciales, es la vía del guerrero e implica relacionar la ética, la filosofía y la religión. En este sentido la práctica de un arte marcial enfatiza la búsqueda, el camino (do), el trabajo, el encuentro con uno mismo. Recordemos lo que escribió el célebre samurái Miyamoto Musashi: “En cualquier caso, como seres humanos, es esencial para cada uno de nosotros cultivar y pulir nuestro camino individual”. Filosofía totalmente incompatible con los tiempos que corren de espectacularidad y resultados inmediatos. Por ejemplo, la meditación o la respiración, aspectos fundamentales en las disciplinas clásicas, también son obviados en la versión deportiva del Karate.

Otro elemento que nos da pistas de que el Karate deportivo no puede servir como modo de vida sería la edad. Un arte marcial tradicional se puede practicar hasta la vejez. Un karateka de competición tiene fecha de caducidad. No obstante no quiero con este artículo denostar el trabajo de los competidores de karate. Me parece que hacen un trabajo muy loable y digno. Considero la alta competición una de las disciplinas más difíciles física y mentalmente a las que se puede enfrentar un ser humano. Comprendo su valor y no creo que estén reñidas con la práctica de un Karate más tradicional. Cada disciplina ha de tener su espacio y a pesar de que puedan resultar incompatibles para un mismo practicante, en el mundo hay lugar para todas y cada una de ellas. Tampoco creo que este distanciamiento de las raíces del Karate sea algo nuevo, actual. Su evolución fue necesaria para adaptarse a su tiempo y quizá si no fuese así ya habría desaparecido hace un siglo. Comenzó con Itosu, cuando decidió adaptarlo para incorporarlo a los centros escolares, y siguió evolucionando y mutando con su popularización, gracias a los grandes padres de los estilos mayoritarios: Mabuni, Miyagi, Funakoshi…

Por cortesia de Pedro Pujante
Doctor en literatura y karateka. Blog: https://pedropujante.blogspot.com/

Pedro Pujante

Author: Pedro Pujante

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2 Comments

  1. Avatar

    Me ha llamado mucho la atención este artículo, pues, justo reflexionaba sobre la influencia de las redes sociales en la construcción del arquetipo del karateka moderno.

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  2. Avatar

    Gran articulo
    Y valoro el que se publique este tipo de crítica constructiva y estoy totalmente de acuerdo con todo…los que venimos del tradicional y tenemos una cierta edad añoramos Dojos y las tradiciones,pero,desgraciadamente todo va acorde a homo la sociedad,lo que importa es trofeos ,medallas y con ellos la generación de beneficios económicos
    En fin …es la realidad

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