Después de ganar varios concursos de tiro con arco, el joven y vanidoso campeón desafió a un maestro zen que era famoso por su habilidad como arquero. El joven había demostrado un gran dominio técnico al dar en el blanco en su primer intento y luego dividir esa misma flecha a la mitad con su segundo disparo.
“Dime si puedes igualar eso”, retó al anciano.
Sin embargo, el maestro no sacó su arco, sino que le hizo un gesto al joven arquero para que lo siguiera a través de la montaña. Curioso por las intenciones del viejo monje zen, el campeón siguió sus pasos hasta la cima de una montaña. Entonces llegaron a un profundo abismo atravesado por un tronco bastante enclenque e inseguro.
El viejo maestro caminó sobre el peligroso tronco, se detuvo a la mitad y eligió un árbol lejano como su objetivo. Entonces sacó su arco y realizó un disparó certero.
“Ahora es tu turno”, le dijo al joven arquero dijo mientras caminaba con gracia hacia el terreno seguro.
El joven miró con terror al abismo que se abría ante sus pies y fue incapaz siquiera de dar un paso en el tronco, de manera que no pudo disparar al objetivo.
“Tienes mucha habilidad con tu arco”, le dijo el viejo maestro, “pero tienes poca habilidad con la mente que permite soltar el disparo”.
» Solo el equilibrio mental nos garantiza que podremos hacer uso en tiempos revueltos de las habilidades y competencias que hemos aprendido. Sin esa paz interior, sin el autocontrol y la autoconfianza necesarias, nuestros conocimientos se diluirán y nos servirán de poco». Jennifer Delgado (psicóloga)
Comentarios recientes