El Maestro siempre permitía que cada cual creciera a su propio ritmo. Que se sepa, nunca pretendió “presionar” a nadie. Y él mismo lo explicaba con la siguiente parábola.
Una vez, al observar un hombre como una mariposa
luchaba por salir de su capullo, con demasiada lentitud
para su gusto, trató de ayudarla soplando delicadamente.
Y en efecto, el calor de su aliento sirvió para acelerar el proceso.
Pero lo que salió del capullo no fue una mariposa,
sino una criatura con las alas destrozadas.
Cuando se trata de crecer, concluyó el Maestro, no se puede acelerar el proceso, porque lo único que puede conseguirse es abortarlo.
Fuente: ¿Quién puede hacer que amanezca? de Anthony de Mello
2 septiembre, 2016
Me parece una hermosa y acertada reflexión. Y más aún en los tiempos que corren, en los que a todo, y a todos, se le marcan sus tiempos; sus plazos, su vida útil, su caducidad… Cuánto miedo tenemos a dejar que las cosas sean.
Gracias por la reflexión.
3 septiembre, 2016
Gracias a ti Moisés por tu opinión.