Cuando nos enfrentamos a una situación potencialmente peligrosa y tenemos que intervenir, debemos definir de una manera racional nuestro objetivo para actuar en consecuencia, algo que muchas veces no ocurre. Imaginemos una situación donde alguien nos agrede verbalmente. Tengo que decidir qué respuesta quiero dar, tanto si se queda en una agresión verbal como si pasa a una agresión física. Puedo decidir dejarlo pasar o enfrentarme al agresor física o verbalmente, pero debo tener en mente un objetivo si tengo que intervenir. Este objetivo puede ser muy variable, en función de donde me encuentre, de si estoy en el ejercicio de mis funciones respecto a mi trabajo, etc. No es lo mismo si sufro una agresión por parte de varios agresores, donde mi objetivo, para salvaguardar mi integridad física, debe ser incapacitar rápidamente a los agresores de forma que pueda, por ejemplo, huir, que si trabajo en un hospital y un paciente con un brote esquizofrénico me intenta agredir. En el segundo caso, mi objetivo debe ser causarle (en este caso a un enfermo) el mínimo daño posible, intentando además controlarle para que no pueda causar daño a terceros o a él mismo. En definitiva, más allá de pensar en técnicas concretas a aplicar, debemos pensar primero en el objetivo que quiero cumplir. Las técnicas a emplear me deberán ayudar a la consecución de mi objetivo y deberán ser coherentes y congruentes.
Ahora debemos dar un significado a estos términos. Podríamos definir la congruencia como la relación coherente entre mis pensamientos, decisiones y acciones. Es decir, cuando lo que pienso, digo y lo que finalmente hago está en armonía. Cuando hablamos de defensa personal, debe existir una correlación coherente entre el hecho que se produce y mi respuesta, debiendo ser el resultado final igual al pretendido. La coherencia sería la relación lógica entre las partes que la componen y donde no se produce contradicción ni oposición entre ellas. Serían las acciones y movimientos que corresponderían a la respuesta que quiero efectuar, que deben ser coherentes entre sí y su objetivo, para alcanzar el propósito deseado.
“Tenemos diferentes formas de responder a una agresión en función de la respuesta que queremos dar: podemos responder con el objetivo de ser lo más proporcional posible o podemos hacerlo de manera mucho más contundente. Lo importante es que cualquiera de las respuestas y de las técnicas empleadas en ellas sean coherentes. No tiene sentido que si buscamos la proporcionalidad o ser poco lesivos, empecemos o terminemos la respuesta con una técnica que no vaya en sintonía con ese objetivo. Y no me refiero a que una vez que estoy ejecutando la respuesta no haya variables que hagan que tenga que ser mucho más contundente, como una resistencia mucho mayor de la esperada por parte del agresor o la persona a la que tengo que reducir, sino a que cualquier técnica que realizamos durante una respuesta tiene que estar conectada coherentemente con la siguiente para que tenga sentido el tipo de respuesta que quiero dar” (GTR Defensa Personal. Goshindo Taikijutsu Ryu. Ediciones Tutor Octubre 2018)
Veo continuamente situaciones donde a priori el objetivo es una respuesta proporcional, pero las acciones empleadas son incongruentes y poco coherentes entre sí. Cuántas veces vemos realizar un atemi a zonas muy vulnerables o una proyección donde el agresor vuela para acabar impactando de forma contundente en el suelo, cuando mi objetivo final era realizar un control del agresor de manera proporcional. O realizar varias luxaciones encadenadas, cuando el objetivo era incapacitar al agresor lo más rápido posible.
En definitiva, creo que es fundamental que nuestras acciones sean reflejo de nuestros objetivos, lo que se traducirá en respuestas congruentes con acciones coherentes, lo que nos librará de más de un disgusto.
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