Sé el Ejemplo
Se explica la anécdota de que una madre llevó a su hijo de seis años a casa de Mahatma Gandhi. Ella le suplicó: – Se lo ruego, Mahatma, dígale a mi hijo que no coma más azúcar. – Es diabético y arriesga su vida haciéndolo. – A mí ya no me hace caso y sufro por él. Gandhi reflexionó y dijo: – Lo siento señora. – Ahora no puedo hacerlo. – Traiga a su hijo dentro de quince días. Sorprendido la mujer le dio las gracias y le prometió que haría lo que le había pedido. Quince días después, volvió con su hijo. Ghandi miró al muchacho a los ojos creando una gran conexión y le dijo: – Chico, deje de comer azúcar. Agradecida, pero extrañada, la madre preguntó: – ¿Por qué me pidió que lo trajera dos semanas después? – Podía haberle dicho lo mismo la primera vez que vino. Gandhi respondió: – Hace quince días, yo comía azúcar. Fuente: cuento del libro “Aplícate el cuento”, relatos de ecología emocional de Jaume Soler y Mercè Conangla Imagen: Sudhamshu Hebbar en...
Vivir el presente
Era un yogui muy anciano. Ni siquiera él mismo recordaba sus años, pero había mantenido la consciencia clara como un diamante, aunque su rostro estaba apergaminado y su cuerpo se había tornado frágil como el de un pajarillo. Al despuntar el día se hallaba efectuando sus abluciones en las frescas aguas del río. Entonces llegaron hasta él algunos aspirantes espirituales y le preguntaron qué debían hacer para adiestrarse en la verdad. El anciano los miró con infinito amor y, tras unos segundos de silencio pleno, dijo: – Yo me aplico del siguiente modo: – Cuando como, como. – Cuando duermo, duermo. – Cuando hago mis abluciones, hago mis abluciones. – … y cuando muero, muero. Y al concluir sus palabras, se murió, abandonando junto a la orilla del río su decrépito cuerpo. Maestro: La verdad no es una abstracción ni un concepto. Cuando la actitud es la correcta, la verdad se cultiva aquí y ahora, de instante en instante. Fuente: 101 cuentos clásicos de la India – Ramiro A. Calle foto portada: Stuck in...
El silencio
Un padre deseaba para sus dos hijos la mejor formación mística posible. Por ese motivo, los envió a adiestrarse espiritualmente con un reputado maestro de la filosofía vedanta. Después de un año, los hijos regresaron al hogar paterno. El padre preguntó a uno de ellos sobre el Brahmán, y el hijo se extendió sobre la Deidad haciendo todo tipo de ilustradas referencias a las escrituras, textos filosóficos y enseñanzas metafísicas. Después, el padre preguntó sobre el Brahmán al otro hijo, y éste se limitó a guardar silencio. Entonces el padre, dirigiéndose a este último, declaró: – Hijo, tú sí que sabes realmente lo que es el Brahmán. Maestro: la palabra es limitada y no puede nombrar lo innombrable. Fuente: 101 cuentos clásicos de la India – Ramiro A. Calle Foto portada: Ciudadano...
Combate entre fantasmas
Era un campesino muy supersticioso. Las cosechas le habían ido bien y otro campesino, lleno de envidia y resentimiento, le dijo un día: – El fantasma de mi abuelo se te va a aparecer a partir de esta noche. – Te prevengo, porque mi abuelo era un hombre de genio atroz. – Seguro que su fantasma tiene la misma furia. – ¡Ten mucho cuidado con él! Esta noche, cuando el campesino iba a dormirse, se sobresaltó en la oscuridad de su cuarto. Aterrado, vio flotando en el aire, la faz desvaída, pero enfurecida, de un fantasma. Encendió la luz, presa de la angustia, y no pudo dormir en toda la noche. Esa misma escena se repitió por varios días y el campesino estaba al borde de la desesperación. Tal era su zozobra que fue al monasterio del pueblo y le expuso al lama lo que le sucedía. El lama escuchó con suma atención. Buscó en un baúl y sacó una fotografía, amarillenta de tan vieja. – Mira bien esta fotografia, campesino – dijo el lama En la fotografia se veía el rostro desdibujado de un anciano. – Este era mi abuelo. El hombre más feroz que nadie haya conocido. Su fantasma es terrible, verdaderamente terrible. Mi abuelo era un hombre colérico hasta la brutalidad. Su fantasma, yo lo he visto, es mucho más irritable que fuera mi abuelo en vida. Ahora yo voy a hacer un encantamiento para que el fantasma de mi abuelo se ponga a tu servicio. Cuando aparezca el fantasma del abuelo del campesino que quiere perjudicarte, le lanzas contra él al fantasma de mi abuelo. Te aseguro que el fantasma de mi abuelo lo va a destrozar y nunca más volverás a ser molestado. Ahora vete tranquilamente. Ya veo que va contigo, para custodiarte y ayudarte, el fantasma de mi abuelo. Llegó la noche. El campesino supersticioso se fue a la cama. Apagó la luz. De súbito, se presentó el fantasma que le venía hostigando desde hacía días. Lanzó contra él el fantasma enfurecido y muy violento del abuelo del lama. Fue una pelea tremenda, en la oscuridad hermética del cuarto del campesino. El fantasma del abuelo del lama se impuso en la pelea, golpeó brutalmente al otro fantasma, le redujo y le humilló. Le exigió el juramiento de que jamás volvería a molestar al pacífico campesino y el fantasma, avergonzado, lo juró. Pasaron los días. Nunca el campesino volvió a ser molestado por el fantasma. Muy agradecido llevó algunas verduras al lama. El lama le dijo: – Ahora quiero que durante unos meses medites tal como te voy a enseñar. – Así esclarezcas tu...
El anciano Samurai
Cerca de Tokio vivía un gran Samurai ya anciano, que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario. Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos, apareció por allí. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: Esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos, contraatacaba con velocidad Fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Con la reputación del samurai, se fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama. Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío. Juntos, todos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzó a insultar al anciano maestro. Le arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le gritó todos los insultos conocidos -ofendiendo incluso a sus antepasados. Durante horas hizo todo por provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró. Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron: -¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu espada, aún sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros? El maestro les preguntó: – Si alguien os hace un regalo y vosotros no lo aceptáis, ¿a quién pertenece el obsequio? – A quien intentó entregarlo – respondió uno de los alumnos. – Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos -dijo el maestro-. Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo. Limítate a ser quién eres: sereno, transparente y brillante. Cuando irradiamos lo que somos, cuando sólo hacemos lo que deseamos hacer, esto aparta automáticamente a quienes nada tienen que aprender de nosotros, y atrae a quienes sí tienen algo que aprender y también algo que enseñarnos. Foto portada: Mahir...
La cárcel del odio
Dos hombres habían compartido injusta prisión durante largo tiempo en donde recibieron todo tipo de maltratos y humillaciones. Una vez libres, volvieron a verse años después. Uno de ellos preguntó al otro: – ¿Alguna vez te acuerdas de los carceleros? – No, gracias a Dios ya lo olvidé todo – contestó – ¿Y tú? – Yo continúo odiándolos con todas mis fuerzas – respondió el otro Su amigo lo miró unos instantes, luego dijo: – Lo siento por ti. – Si eso es así, significa que aún te tienen preso. Un cuento de Escrito por Joost Scharrenberg en concarcuentos Foto portada: Alvaro...
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