Los ciegos y el elefante
Se hallaba el Buda en el bosque de Jeta, cuando llegaron numerosos ascetas de diferentes escuelas y tendencias filosóficas. Algunos decían: – El mundo es eterno. Eso es lo cierto y todo lo demás es un engaño. Otros aseguraban: – El mundo no es eterno y esta es la única verdad. Unos aseveraban que el mundo es infinito y otros que el mundo es finito. Unos, que el cuerpo y el alma son lo mismo, y otros, que son dos realidades diferentes. Algunos, que el Buda tiene existencia tras la muerte, y otros, que carece de tal. Otros, que el Buda ni existe ni no existe tras la muerte. Y así cada uno de ellos sostenía sus puntos de vista, en la convicción de que los suyos eran los verdaderos y los demás los falsos. Así pasaban su tiempo en cerradas polémicas e incluso llegaban a la indignación y el insulto. Todo ello fue oído y visto por un grupo de monjes, que después le relataron al Bienaventurado lo sucedido. Buda comentó: – Monjes, esos disidentes son ciegos que no ven, que desconocen tanto la verdad como la no verdad, tanto lo real como lo no real. Ignorantes, polemizan y se ensarzan como me habéis relatado. Ahora os contaré un suceso de los tiempos antiguos. Había un rajá que mandó reunir a todos los ciegos que había en Savathi y pidió que les pusieran un elefante. Así se hizo. Se les instó a los ciegos a que tocasen el elefante. Uno tocó la trompa, otro el colmillo, otro la pata, otro la cabeza y así sucesivamente. Después el rajá se dirigió a los ciegos para preguntarles: – ¿Qué os ha parecido el elefante que habéis tocado? – Un elefante se parece a un cacharro Contestaron los que habían tocado la cabeza. – Es como un cesto de aventar -aseguraron los que hubieron palpado la oreja. – Es una reja de arado -sentenciaron los que habían tocado el colmillo. – Es un granero -insistieron los que tocaron el cuerpo. Y así sucesivamente. Y cada uno, empeñado en su creencia, empezaron a discutir y querellarse entre ellos. Foto portada: Daniel...
El guerrero y el estudiante
Un estudiante de artes marciales se aproximó al maestro guerrero con una pregunta. «Quisiera mejorar mi conocimiento de las artes marciales. Además de aprender contigo quisiera aprender con otro maestro para aprender otro estilo. ¿Que piensas de esta idea?» – Sonriendo el guerrero responde – «El cazador que persigue dos conejos», «no atrapa ninguno». Foto portada:Mahir...
Si Dañas, me Dañas
Parvati es una de las diosas más amorosa, benevolente y misericordiosa del panteón hindú. Es la consorte de Shiva y se manifiesta como extraordinariamente compasiva. Cierto día, uno de sus hijos, Kartikeya, hirió a una gata con sus uñas. De regreso a casa, corrió hasta su madre para darle un beso. Pero al aproximarse al bello rostro de la diosa, se dio cuenta de que ésta tenía un arañazo en la mejilla. – Madre – dijo Kartikeya -, hay una herida en tu mejilla. – ¿Qué te ha sucedido? Con sus ojos de noche inmensa y profunda, la amorosa diosa miró a su querido hijo. Era su voz melancólica y dulce cuando explicó: – Se trata de un arañazo hecho con tus uñas. – Pero, madre – se apresuró a decir el joven – – … yo jamás osaría dañarte en lo más mínimo. – No hay ser al que yo ame tanto como a ti, querida madre. Una refrescante sonrisa de aurora se dibujó en los labios de la diosa. – Hijo mío – dijo -, ¿acaso has olvidado que esta mañana arañaste a una gata? – Así fue, madre – repuso Kartikeya. – Pues, hijo mío, ¿es que no sabes ya que nada existe en este mundo excepto yo? – ¿No soy yo misma la creación entera? – Al arañar a esa gata, me estabas arañando a mí misma. Maestro: Al herir, te hieres. A quienquiera que dañes, te dañas a ti mismo. Fuente: 101 cuentos clásicos de la India – Ramiro A. Calle Foto portada: Cesar...
Sacúdete y sube
Se cuenta de cierto campesino que tenía una mula ya vieja, en un lamentable descuido la mula cayó en un pozo que había en la finca. El campesino oyó los bramidos del animal, y corrió para ver lo que ocurría. Le dio pena ver a su fiel servidora en esa condición , pero después de analizar cuidadosamente la situación , creyó que no había modo de salvar a el pobre animal, y que mas valía sepultarla en el mismo pozo. El campesino llamo a sus vecinos y les conto lo que estaba ocurriendo y los enlisto para que le ayudaran a enterrar la mula en él y de esta forma no continuara sufriendo. Al principio la mula se puso histérica. Pero a medida que el campesino y sus vecinos continuaban paleando tierra sobre sus lomos, una idea vino a su mente. A la mula se le ocurrió que cada vez que una pala de tierra cayera sobre sus lomos ¡ELLA DEBIA SACUDIRSE Y SUBIR SOBRE LA TIERRA!!Esto hizo la mula palazo tras palazo. ¡¡SACUDETE Y SUBE ¡¡sacúdete y sube!! ¡¡Sacúdete y sube!! Repetía la mula para alentarse a sí misma No importaba cuan doloroso fueran los golpes de la tierra y las piedras sobre su lomo o lo tormentoso de la situación , la mula lucho contra el pánico y continuo SACUDIENDOSE Y SUBIENDO.A sus pies se fue elevando de nivel el piso . Los hombres sorprendidos captaron la estrategia de la mula y eso los alentó a continuar paleando .Poco a poco se pudo llegar hasta el punto en que la mula cansada y abatida pudo salir de un brinco de las paredes de aquél pozo. la tierra que parecía que la enterraría , se convirtió en su bendición , todo por la manera en la que ella enfrento la adversidad ¡ASI ES LA VIDA!! Si enfrentamos nuestros problemas y respondemos positivamente y rehusamos dar lugar al pánico, a la amargura y a las lamentaciones de nuestra baja autoestima, las adversidades que vienen a nuestra vida a tratar de enterrarnos ¡¡¡nos darán el potencial para poder salir beneficiados y bendecidos!!! Autor desconocido. Foto portada: Dario...
Tener prisa
Un joven muy entusiasta le pidió a un maestro de sable que lo aceptara como discípulo. «Seré tu sirviente y practicaré sin cesar. ¿Cuánto tiempo me llevará aprenderlo todo?». «Al menos diez años», contestó el maestro. «Eso es demasiado tiempo», replicó el joven. «Supongamos que trabajo el doble que los demás. Entonces, ¿Cuanto tiempo me llevará?. «Treinta años», le dijo el maestro. «¿Que quieres decir?, exclamó el joven. «Haré cualquier cosa para dominar el arte del sable lo más pronto posible». «En ese caso», dijo el maestro en tono serio, «necesitarás cincuenta años. Una persona con tanta prisa es un mal estudiante». A este joven avergonzado se le permitió servir de ayudante con la condición de que no tocara un sable ni hiciera ninguna pregunta sobre ello. El joven pasó los tres años siguientes limpiando, cocinando y haciendo recados. Pero un día, el maestro se acercó sigilosamente al joven y le atacó con un sable de madera. Desde ese momento, el maestro siguió con sus ataques por sorpresa hasta que el joven desarrolló un sexto sentido muy agudo; podía percibir un ataque antes de recibirlo. «Ahora ya estás listo para aprender», le dijo el maestro. La instrucción formal comenzó y el estudiante progresó rápidamente. Foto...
Vanidad
Era un hombre excepcionalmente vanidoso y que aún en las cosas más simples quería llamar la atención. Se encontró con un joven y le dijo: – Tengo un tambor tan enorme que su sonido se puede escuchar a más de mil kilómetros. El estudiante repuso sonriente: – Pues, amigo, yo tengo una vaca de tamaño tan descomunal que cuando anda y apoya las patas delanteras, luego tarda todo un día en apoyar las patas traseras. El hombre protestó: – ¡No puede haber vacas tan grandes! Y el estudiante dijo: – ¿Ah no? – Entonces, dime, ¿de dónde crees que sacan la piel para hacer tu tambor? Maestro: la vanidad lleva en sí misma a menudo su propio castigo Fuente: cuentos espirituales de la China de Ramiro A. Calle Foto...
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