Combate del Té
Imagen de Mirko Stödter en Pixabay Una vez, un maestro de la ceremonia del té, en el viejo Japón, accidentalmente ofendió a un soldado. Se disculpó rápidamente, pero el impetuoso soldado exigió que el asunto fuera resuelto en un duelo de espada. El maestro del té, que no tenía experiencia con las espadas, pidió consejo a un amigo maestro de Zen quien sí tenía la habilidad. Mientras su amigo le servia, el espadachín Zen que no lo podía ayudar, notó cómo el maestro del té realizaba su arte con perfecta concentración y tranquilidad. “Mañana”, dijo el espadachín Zen, “cuando se enfrente al soldado, sostenga la espada sobre su cabeza, como si estuviera listo para embestir, y dele la cara con la misma concentración y tranquilidad con las cuales usted realiza la ceremonia del té”. Al día siguiente, a la hora y lugar acordados para el duelo, el maestro del té siguió este consejo. El soldado, alistándose para atacar, miró fijamente durante largo tiempo la cara completamente atenta pero tranquila del maestro del té. Finalmente, el soldado bajó su espada, se disculpó por su arrogancia, y se fue sin que un solo golpe fuera...
Cuento para jubilados
Luego de pasar por innumerables controles electrónicos, preguntó a un portero de uniforme azul marino con botones dorados, que sentado en una pequeña mesa hacía crucigramas: Imagen geralt en Pixabay – ¿Tiene usted la amabilidad de indicarme cual es el despacho del señor Antunez? – Por aquel pasillo verde, cuarta puerta a la derecha. – contestó lacónico el portero, sin dignarse a mirar a quien tan cortes le preguntaba. Se dirigía Don Rufino al despacho señalado, cuando se encontró con un empleado que salía de una de las dependencias más próximas. – ¿Cómo? – dijo el caballero, haciendo la más hiperbólica exclamación de asombro. – ¿Qué le trae por esta modesta casa al muy alto y poderoso señor Presidente del Tribunal Supremo de Justicia? – Un pequeño asunto – respondió Don Rufino, y ambos personajes continuaron hablando unos momentos. El portero, al escuchar las primeras palabras del dialogo, se levantó súbitamente como impulsado por un resorte, al tiempo que guardaba su crucigrama en un cajón de forma apresurada. Alcanzando a Don Rufino se plantó ante él con la cabeza tan baja, que la barbilla se le clavaba en el pecho y gimoteo. – ¡Señor, poderoso señor: perdóneme usted! Reconozco que he cometido un grave, gravísimo error; yo no sabía quien era su excelencia, le confundí con alguno de los “hombrecillos” que vienen por aquí. – ¿Qué es lo que me dice usted? – contestó atónito Don Rufino. – Perdóneme su señoría, que soy un bruto; no tengo olfato… ni visión… acepte mis disculpas. – Pero… ¿que dice buen hombre? ¡si no me ofendió en nada!, además no soy lo que se figura. Lo he sido; pero ahora no soy más que un modesto jubilado. – ¿Un jubilado? – exclamó el portero, abandonando su pose sumisa. – Por aquel pasillo verde, cuarta puerta a la derecha. ¡Ah! y ¡pida permiso para entrar! (Este relato, pertenece al libro «Huevos Fritos» del escritor Francisco Ponce...
El peso de un vaso de agua
Imagen de AxxLC en Pixabay Un psicólogo estaba desarrollando una sesión grupal cuando, de repente, levantó un vaso de agua. Todos esperaban la típica pregunta: “¿Está medio lleno o medio vacío?” Sin embargo, preguntó: – ¿Cuánto pesa este vaso? Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos. El psicólogo les respondió: – El peso absoluto no es importante. Depende de cuánto tiempo lo sostengo. Si lo sostengo un minuto, no representará un problema, pero si lo sostengo durante una hora, me dolerá el brazo. Si lo sostengo un día, mi brazo se entumecerá y paralizará. El peso del vaso no ha cambiado, siempre es el mismo. Pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado y más difícil de soportar se vuelve. Moraleja: Este cuento psicológico nos recuerda que las preocupaciones, los pensamientos negativos, los rencores y el resentimiento son como ese vaso de agua. Si pensamos en ellos un rato, no pasa nada. Si pensamos en ellos todo el día, empiezan a doler. Y si pensamos en ellos durante toda la semana, acabaremos sintiéndonos paralizados e incapaces de hacer nada. Por eso, debemos aprender a dejar ir todo aquello que puede...
La casa imperfecta
Un maestro de construcción ya entrado en años estaba listo para retirarse a disfrutar su pensión de jubilación. Le contó a su jefe acerca de sus planes de dejar el trabajo para llevar una vida más placentera con su esposa y su familia. Iba a extrañar su salario mensual, pero necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de alguna manera. Imagen de PublicDomainPictures en Pixabay El jefe se dio cuenta de que era inevitable que su buen empleado dejara la compañía y le pidió, como favor personal, que hiciera el último esfuerzo: construir una casa más. El hombre accedió y comenzó su trabajo, pero se veía a las claras que no estaba poniendo el corazón en lo que hacia. Utilizaba materiales de inferior calidad, y su trabajo, lo mismo que el de sus ayudantes, era deficiente. Era una infortunada manera de poner punto final a su carrera. Cuando el albañil terminó el trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y le extendió las llaves de la puerta principal. “Esta es tu casa, querido amigo —dijo-. Es un regalo para ti”. Si el albañil hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, seguramente la hubiera hecho totalmente diferente. ¡Ahora tendría que vivir en la casa imperfecta que había construido! REFLEXIÓN: Sería genial conseguir actuar siempre como si estuviésemos “construyendo nuestra casa”. Fuente: Paola....
Los tres gigantes
«Lucho contra tres gigantes, querido Sancho; Imagen de charlie min kim en Pixabay Estos son: EL MIEDO, que tiene fuerte raigambre y que se apodera de los seres y los sujeta para que no vayan más allá del muro de lo socialmente permitido o admitido. LA INJUSTICIA, que subyace en el mundo disfrazada de justicia general, pero que es una justicia instaurada por unos pocos para defender mezquinos y egoístas intereses. Y LA IGNORANCIA, que anda también vestida o disfrazada de conocimiento y que embauca a los seres para que crean saber cuando no saben en realidad y que crean estar en lo cierto cuando no lo están. Esta ignorancia, disfrazada de conocimiento, hace mucho daño, e impide a los seres ir más allá en la línea de conocer realmente y conocerse». Miguel de Cervantes. Don Quijote de la...
El pintor del barco
Se le pidió a un hombre que pintara un bote. Trajo su pintura y brochas y comenzó a pintar el barco de un rojo brillante, como le pidió el dueño. Imagen de Andrey Cojocaru en Pixabay Mientras pintaba, notó un pequeño agujero en el casco, y lo reparó tranquilamente. Cuando terminó de pintar, recibió su dinero y se fue. Al día siguiente, el dueño del barco acudió al pintor y le presentó un cheque, mucho más alto que el pago por la pintura. El pintor se sorprendió y dijo: -«Ya me ha pagado por pintar el barco, señor!» -Pero esto no es por el trabajo de pintura. Es por reparar el agujero en el barco. – Ah!… Pero fue un servicio tan pequeño… ciertamente no vale la pena pagarme una cantidad tan alta por algo tan insignificante. – Mi querido amigo, no lo entiendes. – Déjame decirte lo que pasó: «Cuando te pedí que pintaras el barco, olvidé mencionar el agujero.» Cuando el barco se secó, mis hijos tomaron el barco y se fueron a pescar. «No sabían que había un agujero». Yo no estaba en casa en ese momento. Cuando regresé y noté que habían tomado el barco, estaba desesperado porque recordé que el barco tenía un agujero. Imagina mi alivio y alegría cuando los vi regresar de la pesca. Entonces, examiné el bote y descubrí que habías reparado el agujero! – » Ves, ahora, lo que hiciste? Salvaste la vida de mis hijos! No tengo suficiente dinero para pagar tu «pequeña» buena acción». Así que no importa quién, cuándo o cómo, tu continúa ayudando, sosteniendo, limpiando lágrimas, escuchando atentamente, y reparando cuidadosamente todas las «fugas» que encuentres. Nunca se sabe cuando necesitan de nosotros, o cuando la vida tiene una oportunidad para que seamos útiles e importantes para alguien. A lo largo del camino, es posible que hayas reparado numerosos “agujeros de barco” sin darte cuenta de cuántas vidas has...
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