Resiliencia y superación
«Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquellas que han conocido la derrota, el sufrimiento, la lucha, la pérdida y han encontrado la forma de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella no surge de la nada». Elisabeth Kübler-Ross, psiquiatra y escritora. En muchos momentos de nuestra vida la capacidad que tenemos de ser resilientes va a ser una cualidad fundamental que marcará la diferencia en nuestra gestión de las emociones a la hora de afrontar situaciones adversas. El texto que encontrareis a continuación pertenece a mi último libro Cuando decir NO es el camino: una mirada vital a la violencia hacia la mujer, y aunque está enfocado a la mujer por la naturaleza de la obra, es igualmente aplicable a ambos géneros. La resiliencia es la capacidad de adaptarse a una situación adversa, recuperarse y salir fortalecido de ella. Esto no quiere decir que las personas resilientes no padezcan dolor o sufrimiento, sino que tienen la capacidad de asumirlo y aprender de él. Todas las personas sentimos dolor, angustia y pasamos por situaciones difíciles a lo largo de nuestra vida, y cómo seamos capaces de afrontarlo condicionará nuestro desarrollo personal y la capacidad para relacionarnos con nuestro entorno. La resiliencia no es una cualidad con la que nacemos pero sí que se irá desarrollando, de manera diferente en cada persona, a lo largo de nuestra vida en función de las circunstancias que vayamos viviendo. Al no ser una cualidad innata podemos aprender a estimularla y a desarrollarla en cualquier momento de nuestra vida. Durante los primeros años de vida, el apego positivo, o contar con un modelo resiliente en el que mirarse, favorece el desarrollo adaptativo y constituye el escenario ideal para el desarrollo de la resiliencia. Por el contrario, una sobreprotección o un escenario de violencia o maltrato favorece la desconfianza, la falta de autoestima y la inadaptación social, y con ello, el desarrollo de la resiliencia desde las etapas más tempranas. Pero todo esto no quiere decir que solo el que ha recibido un apego positivo y ha tenido amor y cariño vaya a desarrollar más resiliencia, sino que la va a favorecer, porque también hay muchos casos de niños que han crecido en un ambiente de desapego y violencia y, sin embargo, han desarrollado un gran sentido de la resiliencia. Cuando hablamos de la violencia hacia la mujer, esta produce en ella unas consecuencias físicas y psicológicas importantes; así, las mujeres que tienen más capacidad de resiliencia...
Coherencia y Congruencia
Cuando nos enfrentamos a una situación potencialmente peligrosa y tenemos que intervenir, debemos definir de una manera racional nuestro objetivo para actuar en consecuencia, algo que muchas veces no ocurre. Imaginemos una situación donde alguien nos agrede verbalmente. Tengo que decidir qué respuesta quiero dar, tanto si se queda en una agresión verbal como si pasa a una agresión física. Puedo decidir dejarlo pasar o enfrentarme al agresor física o verbalmente, pero debo tener en mente un objetivo si tengo que intervenir. Este objetivo puede ser muy variable, en función de donde me encuentre, de si estoy en el ejercicio de mis funciones respecto a mi trabajo, etc. No es lo mismo si sufro una agresión por parte de varios agresores, donde mi objetivo, para salvaguardar mi integridad física, debe ser incapacitar rápidamente a los agresores de forma que pueda, por ejemplo, huir, que si trabajo en un hospital y un paciente con un brote esquizofrénico me intenta agredir. En el segundo caso, mi objetivo debe ser causarle (en este caso a un enfermo) el mínimo daño posible, intentando además controlarle para que no pueda causar daño a terceros o a él mismo. En definitiva, más allá de pensar en técnicas concretas a aplicar, debemos pensar primero en el objetivo que quiero cumplir. Las técnicas a emplear me deberán ayudar a la consecución de mi objetivo y deberán ser coherentes y congruentes. Ahora debemos dar un significado a estos términos. Podríamos definir la congruencia como la relación coherente entre mis pensamientos, decisiones y acciones. Es decir, cuando lo que pienso, digo y lo que finalmente hago está en armonía. Cuando hablamos de defensa personal, debe existir una correlación coherente entre el hecho que se produce y mi respuesta, debiendo ser el resultado final igual al pretendido. La coherencia sería la relación lógica entre las partes que la componen y donde no se produce contradicción ni oposición entre ellas. Serían las acciones y movimientos que corresponderían a la respuesta que quiero efectuar, que deben ser coherentes entre sí y su objetivo, para alcanzar el propósito deseado. “Tenemos diferentes formas de responder a una agresión en función de la respuesta que queremos dar: podemos responder con el objetivo de ser lo más proporcional posible o podemos hacerlo de manera mucho más contundente. Lo importante es que cualquiera de las respuestas y de las técnicas empleadas en ellas sean coherentes. No tiene sentido que si buscamos la proporcionalidad o ser poco lesivos, empecemos o terminemos la respuesta con una técnica que no vaya en sintonía con ese objetivo. Y no me refiero a que una vez que estoy ejecutando la respuesta no haya...
Mis cuatro pilares básicos
Creo que es importante hacerse una reflexión, ¿soy lo mejor que puedo ser?. Casi seguro que todos pensamos que podríamos ser un poco mejor, unos como goshindokas, otros como persona y otros en cualquier otra faceta de nuestra vida. Yo personalmente creo que puedo hacer muchas cosas mejor, que me puedo equivocar en ciertas cosas y acertar en otras, pero cada día intento ser mejor persona y profesor. Hay cuatro pilares que para mí son fundamentales para conseguir esto; el respeto, la humildad, el trabajo e intentar ser un ejemplo dentro y fuera del tatami. Quiero analizar estos cuatro puntos, uno por uno, para que podáis entender el significado que tienen cada uno de ellos en mi forma de entender la vida en general y las artes marciales en particular. Humildad Todos tenemos una serie de expectativas cuando empezamos algo, pensamos en la mayoría de los casos, sobre cuando llegaremos a conseguir ese preciado objetivo que me he marcado al empezar, pero la realidad y las expectativas muchas veces no van a la misma velocidad. Llevo 35 años practicando artes marciales y 27 años como profesor, durante este tiempo he tenido que compartir tatami, ya sea como alumno o como profesor, con “Egos” muy distintos. Personas a las que les cuesta enormemente no tener que demostrar a los demás continuamente el nivel que tienen, y que además, tienen la necesidad de que todos se enteren de ello. He dado clase a cientos de cinturones negros que venían de otras disciplinas y que se iban a iniciar en una nueva, y es asombroso ver las caras de una gran mayoría de ellos cuando les digo que se tienen que poner el cinturón blanco otra vez. Este hecho les provoca a algunos una cierta dificultad para asimilar que empiezan una nueva disciplina, pareciendo como si les desposeyera de ese cinturón negro que tanto esfuerzo les ha costado conseguir. Esto precisamente es una de las principales razones por las cuales muchos sienten la necesidad de demostrar a los demás que “realmente” no tienen ese nuevo grado que les ha sido impuesto, sino que son Cinturones negros y que no están a la misma altura que los demás. Todos compartimos tatami, unos saben más, otros tienen más aptitudes, unos lo viven de una manera y otros de distinta forma, unos están más implicados y otros menos, unos con un grado más alto y otros empezando, pero todos, ante todo somos compañeros. Nadie es más que nadie, y nadie puede hacer sentir a ningún compañero que es menos que otro. Todos somos indispensables para que el otro avance y debemos aceptar con humildad la...
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