Que hay muchos grandes artistas marciales en el mundo es un hecho, pero el hecho de que sean muy buenos técnicamente en su arte marcial no implica necesariamente, ni de lejos, que sean buenos maestros. Que realmente sepan enseñar lo que saben. Enseñar no se trata de cuánto sabes o qué bien puedes hacer una técnica y mostrarla para que otros intenten copiarlo. Se trata de que seas capaz de transmitir a tu alumno tus conocimientos y tu experiencia de tal modo que puedas ayudarle a aprender y a seguir progresando, cada uno a su ritmo. Si eres un gran artista marcial pero no sabes transmitir, no vales como profesor.
Enseñar a los alumnos lo que tú ya sabes hacer requiere trabajo, no es fácil y muchas veces no es nada gratificante. El típico enfoque del profesor de artes marciales que aparece en el centro del tatami, demuestra una técnica y luego se limita a esperar un rato mientras los estudiantes repiten la misma una y otra vez no es la mejor manera de enseñar. Un buen profesor debe interactuar con los estudiantes durante la práctica y corregirlos cuando lo necesitan, ¡pero no en exceso!
Nuestro cerebro tiene una capacidad de memoria de trabajo limitada. En el caso que nos ocupa quizás de entre 3 a 5 elementos. Eso es todo. Si intentamos enseñar más que eso en una clase, los estudiantes no podrán absorberlo todo. Un pastel demasiado grande es igual a empacho. No es digerible. Una vez que superamos nuestro límite personal de aproximadamente 3 o 4 puntos principales, comenzamos a olvidar cosas porque nuestra mente simplemente no puede retenerlas todas. Como profesor y para ser más efectivo, hay que intentar escoger 3 o 4 fundamentos o principios o puntos que queremos que nuestros alumnos retengan en esa lección. El resto sobra. No hace falta corregir sobre otras cosas en ese día. De esa manera, el alumno puede conservar las correcciones el tiempo suficiente para luego recordarlas, tomar apuntes, etc. No tiene sentido corregir a alguien constantemente. Si sobrecargamos a alguien, es muy probable que luego no recuerde nada.
Y, ¿cómo hacer que lo recuerden? Por ejemplo al final de la clase es bueno pedir a los estudiantes que salgan a mostrar la técnica que han aprendido o los puntos fundamentales de la misma para que piensen y recuerden activamente lo que han estado haciendo. También es bueno dedicar unos minutos al final de la clase a comentar la misma entre todos.
Pero no todo el trabajo recae en la parte del profesor, ni mucho menos.
Hay muchas cosas que un estudiante tiene que descubrir por sí mismo. El maestro no es aquel que tiene que llevar la cuchara hasta la boca del alumno y alimentarle como a un bebé. Es trabajo del alumno pensar en el arte en el que se entrena, cuestionarse las cosas y plantearse preguntas e intentar también llegar a sus propias conclusiones y respuestas, siempre con ayuda de su maestro o instructor.
Fuente: https://bushidojo.wordpress.com/
22 enero, 2024
Es una gran reflexión o aclaración sobre la enseñanza.
Mis felicitaciones