Era un hombre excepcionalmente vanidoso y que aún en las cosas más simples quería llamar la atención.
Se encontró con un joven y le dijo:
– Tengo un tambor tan enorme que su sonido se puede escuchar a más de mil kilómetros.
El estudiante repuso sonriente:
– Pues, amigo, yo tengo una vaca de tamaño tan descomunal que cuando anda y apoya las patas delanteras, luego tarda todo un día en apoyar las patas traseras.
El hombre protestó:
– ¡No puede haber vacas tan grandes!
Y el estudiante dijo:
– ¿Ah no?
– Entonces, dime, ¿de dónde crees que sacan la piel para hacer tu tambor?
Maestro: la vanidad lleva en sí misma a menudo su propio castigo
Fuente: cuentos espirituales de la China de Ramiro A. Calle
Foto portada: juantiagues
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