Era un campesino muy supersticioso. Las cosechas le habían ido bien y otro campesino, lleno de envidia y resentido, le dijo un día:
– El fantasma de mi abuelo se te va a aparecer a partir de esta noche.
– Te prevengo, porque mi abuelo era un hombre de genio atroz.
– Seguro que su fantasma tiene la misma furia.
– ¡Ten mucho cuidado con él!
Esta noche, cuando el campesino iba a dormirse, se sobresaltó en la oscuridad de su cuarto. Aterrado, vio flotando en el aire, la faz desvaída, pero enfurecida, de un fantasma. Encendió la luz, presa de la angustia, y no pudo dormir en toda la noche. Esa misma escena se repitió por varios días y el campesino estaba al borde de la desesperación. Tal era su zozobra que fue al monasterio del pueblo y le expuso al lama lo que le sucedía.
El lama escuchó con suma atención. Buscó en un baúl y sacó una fotografía, amarillenta de tan vieja.
– Mira bien esta fotografia, campesino – dijo el lama
En la fotografia se veía el rostro desdibujado de un anciano.
– Este era mi abuelo. El hombre más feroz que nadie haya conocido. Su fantasma es terrible, verdaderamente terrible. Mi abuelo era un hombre colérico hasta la brutalidad. Su fantasma, yo lo he visto, es mucho más irritable que fuera mi abuelo en vida. Ahora yo voy a hacer un encantamiento para que el fantasma de mi abuelo se ponga a tu servicio. Cuando aparezca el fantasma del abuelo del campesino que quiere perjudicarte, le lanzas contra él al fantasma de mi abuelo. Te aseguro que el fantasma de mi abuelo lo va a destrozar y nunca más volverás a ser molestado. Ahora vete tranquilamente. Ya veo que va contigo, para custodiarte y ayudarte, el fantasma de mi abuelo.
Llegó la noche. El campesino supersticioso se fue a la cama. Apagó la luz. De súbito, se presentó el fantasma que le venía hostigando desde hacía días. Lanzó contra él el fantasma enfurecido y muy violento del abuelo del lama. Fue una pelea tremenda, en la oscuridad hermética del cuarto del campesino. El fantasma del abuelo del lama se impuso en la pelea, golpeó brutalmente al otro fantasma, le redujo y le humilló. Le exigió el juramento de que jamás volvería a molestar al pacífico campesino y el fantasma, avergonzado, lo juró.
Pasaron los días. Nunca el campesino volvió a ser molestado por el fantasma. Muy agradecido llevó algunas verduras al lama. El lama le dijo:
– Ahora quiero que durante unos meses medites tal como te voy a enseñar.
– Así esclarezcas tu mente y apacigües tu corazón.
– Debes hacerlo todos los días.
– Regresa dentro de medio año. Te espero.
El campesino meditó todos los días. Fue esclareciendo su mente y procurando ecuanimidad y paz a su corazón. Alcanzó un grado notable de realización y, al cumplirse el medio año, acudió a visitar al lama. El lama percibió un cambio interior sobresaliente en el campesino, al que se le veía muy tranquilo, centrado y dueño de sí mismo.
– Ya veo que has seguido mis instrucciones fiel y asiduamente.
– Así es, venerable lama.
– Pues ahora estás preparado, amigo mío, para que te diga que nunca conocí a mi abuelo.
Estupefacto el campesino preguntó:
– ¿Y la foto que me enseñaste?
– No tengo ni idea de quién pueda ser – repuso el lama.
– Estaba en el baúl cuando me hice cargo de este monasterio.
– ¿Entonces, por qué me contaste esta historia?
– Muy simple. Te di un fantasma imaginario para que luchara y venciera a otro fantasma imaginario. Ahora has madurado y puedo hacerte la confidencia. Con una mentira superaste otra mentira. No dejas de meditar ni un sólo día. Que seas muy feliz y contribuyas a la felicidad de los otros seres.
Maestro: la imaginación descontrolada es una trampa peligrosa.
Fuente: Cuentos espirituales del Tíbet – Ramiro A. Calle
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