Muchas veces tendemos a idealizar a las personas, especialmente a los Maestros a los que seguimos, y nos olvidamos que, primero que nada, son humanos, así es que debemos esperar de ellos que estén sometidos a las mismas presiones e intereses cotidianos que nosotros.
Esas presiones e intereses constituyen ataduras que modifican comportamientos que nosotros pudiéramos esperar de alguien.
Pero el paquete va completo, y hemos de entender que cada hombre es el «per se» , pero también sujeto a las circunstancias que le rodean. Nunca llegaremos a saber todo de nada, así es que, en lo más recóndito, siempre habrá algo que nos obliga a ser y actuar de la manera en que lo hacemos.
Por una parte, serán nuestras condiciones naturales y propias de nuestro carácter, y por otra los diferentes factores ambientales, sociales y económicos que nos impelen a tomar decisiones, a veces fáciles, a veces difíciles.
Ninjo y giri son, como ya explique hace días, las dos partes.
Por un lado, la condición humana, que actúa según sus propios sentimientos en nosotros, como individuos, con intereses singulares. Y, por otro lado, nuestra pertenencia a un grupo, a la sociedad, que teje un sin fin de condicionantes comportamentales que moldean nuestra actitud para con los demás, ahí, la noción de Giri es esencial.
A veces, la mayoría de las veces, tenemos obligaciones morales o sociales derivadas de como los demás se comportan con nosotros, y esas relaciones y obligaciones crean ciertas dependencias de comportamientos, el Giri, el deber.
Así es que entre Ninjo y Giri, esta la diferencia de ser individuo, persona, y ser grupo cohesionado y social.
Esa dicotomía, propia de la Sociedad Japonesa, explica la existencia dual de comportamientos, por un lado Honne, la individualidad, y por otro Tatemae la fachada social,entre ambas Wa, la armonía.
En Occidente también tendemos a armonizar el comportamiento individual con el comportamiento social, sin embargo, somos más dados a la crítica inmisericorde y las lealtades personales son más fáciles de romper.
Siempre he dicho que la Lealtad es una vía de dos direcciones, la lealtad no entiende de intereses, solo de reciprocidad. Por eso la amistad es como un jardín al que hay que regar a diario con lealtad.
El Karate, y los demás Budos, son un camino individual, de práctica, de somatización, de interiorización de técnicas y principios, así es que, por definición es Ninjo. Pero no somos eremitas, no estamos aislados.
Por eso, porque no vivimos aislados, porque otros nos ayudan a progresar, porque somos miembros de un grupo, debemos esforzarnos en mantener Wa, la armonía, en ese grupo. Así es que, muchas veces, nuestros intereses y anhelos personales, deben armonizarse con los de otros, y, ahí, surge el Giri, el deber, la obligación para con los demás.
Lo he hablado varias veces con Fujita Sensei, por eso, por la armonía que existe, por la habilidad del Sensei Arenas para dejar de lado los condicionantes económicos, y separar del grupo cualquier inarmonía, es por lo que tengo un Giri con ese grupo.
Foto portada: Peter Békési
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