Muchas veces durante algún evento importante, como por ejemplo un examen de grado o una competición, nos surge un miedo muy particular que se repite en otros aspectos de nuestra vida, el miedo al fracaso. Este miedo lejos de ser algo totalmente marginal se repite en numerables ocasiones y nos hace dudar de nosotros mismos, poniendo en jaque nuestro objetivo. Realmente este miedo no es al fracaso en sí, si no a lo que esto conlleva.
Ya sea de una forma u otra a ninguno nos gusta no estar a la altura de los retos, pero lo que deberíamos hacer para que este fuese menos dañino es asumir que vamos a tener miedo. Una vez asumido podemos profundizar y analizar el mismo. Al final todo se reduce a la pérdida, pérdida de un palmarés, de reconocimiento, de confianza, ya sea nuestra o de los demás hacia nosotros…
Si asumimos que realmente no tenemos nada y que nos tenemos que ganar a pulso aquello que queremos, solo nos queda una salida, dar lo mejor de nosotros mismos. Esto no implica necesariamente un sacrificio ciego, si algo nos enseña el kendo es crear la oportunidad, es decir, vencer primero y atacar después. Por tanto, en el momento que lanzamos un ataque no deberíamos dudar ni un solo momento, pues ya habríamos ganado, y es aquí cuando el sutemi, o sentido del sacrificio, debería estar presente. Lo peor que nos puede pasar es que nos metan un ippon, ya sea en el kendo o en la vida, y con ello aprendamos una gran lección para mejorar en un futuro. Porque lo bueno del kendo y de la vida, es que a pesar de todo, sigue su curso.
Creo que el miedo al fracaso es inevitable, pero también creo que no hay mejor manera para combatirlo que dar el 100% de nosotros y así demostrar que sea cual sea el resultado, estuvimos a la altura.
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