De los millones de mitos que existen sobre la práctica del Budo, uno de los más extendidos y relevantes es el de “Las Técnicas Secretas”. En realidad tal cosa no existe ni nunca existió o, siendo preciso en el lenguaje, no en el sentido que se le da hoy día.
Para entender el concepto, hemos de remontarnos al Periodo Medieval japonés, en el que los clanes guerreros, liderados por todopoderosos Daimyo dirigían a sus ejércitos de samurai y ninja en campañas para conquistar poder, gloria y (sobre todo) terrenos y riquezas.
Los clanes son, por definición, “asociaciones” de familias, todas bajo el mando único del líder del clan. Por tanto tenemos una división, una estructura social: La familia del Daimyo, los clanes vasallos y las familias de cada clan, todos luchando por una mejor posición y supremacía. Un clan podía decidir cambiar su lealtad en cualquier momento y aliarse con otro Daimyo, especialmente si dicho clan tenía cierta fama como guerreros poderosos y aquí es donde entran directamente las Okuden.
La supremacía, fama y relevancia del clan y familia se decidía en el campo de batalla. Un guerrero que sobresaliese por su arrojo y número de victorias daba honor, gloria y fama a su familia y, de paso, a su clan. Era una costumbre muy extendida retar al enemigo en el campo de batalla, para ello gritaban su nombre, el de su familia y el clan al que pertenecían antes de enfrentarse en combate singular a muerte o contra varios enemigos al mismo tiempo. Su victoria le reportaría honores que, habitualmente, llevaban parejos terrenos y renta adicional.
Por tanto, su entrenamiento en tácticas y técnicas individuales, con vistas a conseguir la victoria en cualquier circunstancia, les llevaba a desarrollar sutilezas de movimientos, estrategias simples pero contundentes que les capacitasen para resistir las grandes batallas. Este entrenamiento se llevaba a cabo en el seno de la familia (Otome-Ryu) o del clan bajo la supervisión del Maestro de Armas (Shihan) y, por supuesto, quedaban relegadas únicamente a sus miembros, de forma que estos entrenamientos se dividían en una especie de “materias comunes” y “la especialización en el Ryuha”, esta especialización, solo para ya practicantes avanzados era el nivel Okuden.
Tras, primero la unificación y pacificación de Japón por Ieasu Tokugawa, lo que llevó a la disolución de todos los clanes que se habían posicionado en contra de éste y, más tarde, la abolición de la casta social samurai tras la Restauración del poder al Emperador Meiji, se abren los primeros “Dojos Públicos” y las artes marciales dejan a un lado su elitismo y se abren a las masas.
Sin embargo se mantiene la tradición de dividir el sistema en dos o tres fases, siendo la última y más elevada la enseñanza de métodos sutiles, “finos”, muy elaborados pero que escapan al ojo: el Okuden, que queda reservado para aquellos que demuestran una buena disposición a no usar las técnicas y tácticas para sojuzgar y someter a otros.
Así han llegado hasta nosotros. Las técnicas están todas ahí, incluso las Okuden, en los Kata y en los movimientos más básicos, para encontrarlas tan solo se necesita un entrenamiento crítico, en el sentido de “pulir” cada movimiento hasta el máximo y un buen guia que sea capaz de orientar al practicante en la búsqueda correcta.
En este sentido existe un problema, un matiz importante. Cuando las artes marciales comienzan a expandirse en occidente, son muchos los Maestros que viajan con ese propósito, pero no todos ellos fueron practicantes avanzados o iniciados en el nivel Okuden. Algunos, por el espíritu de entrenamiento crítico, llegaron a este nivel, pero no se puede afirmar que todos llegaran.
Si estos Maestros no pudieron transmitir estas técnicas y tácticas, la generación de sus alumnos menos y así se fueron perdiendo para la mayoría y se creó el mito de “Técnicas Secretas” que estaban únicamente en manos de aquellos Maestros y Practicantes japoneses de la antigüedad y que eran celosos de tales conocimientos.
La práctica deportiva impuso sus reglas y, para bien o para mal, quedaron como “lo estándar”, de modo y manera que estas Okuden de las que hablamos quedaron en el olvido y relegadas a la categoría de “Leyenda”, en el mejor de los casos revestidas de un misticismo y hermetismo que nunca existió. Un ejemplo claro puede extraerse del Judo. Hoy día está bastante extendido mundialmente, sin embargo, prácticas como el Kuatsu (técnicas de reanimación), o las técnicas de luxación de cuello, incluso las técnicas de Atemi (golpeo) están absolutamente perdidas y tan solo unos pocos las conocen. El Kuatsu, concretamente ha derivado hacia “formas pseudo místicas de manipulación de la energía” cuando, en origen, eran tan solo manipulaciones sobre el sistema nervioso para paliar los efectos de técnicas como estrangulaciones o ataques a los sistemas nervioso y visceral, por ejemplo la pérdida de conocimiento por dolor o falta de aire debido a la presión en el diafragma.
Foto portada: Mahir Özkan
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