IV. El Do
Algunos piensan que el DO fue creado cuando Gichin Funakoshi lo añadió al término de karate. Este hecho fue algo extraordinario desde el punto de vista vivencial y filosófico, ya que el karate es un entrenamiento corporal y con este término introdujo la práctica y la vivencia de la vía.
Miren, el “Do”, la vía, el camino, existen independientemente de que el ser humano aparezca o no. Tenemos la oportunidad maravillosa con este cuerpo, dirigiéndolo con diligencia, de descubrir la verdad a través de nuestro arte con sus técnicas, sus ritmos, sus vivencias, su fuerza, su destreza, sus habilidades y, por encima de todo, la vía.
No podemos dedicarnos solo y exclusivamente a potenciar el desarrollo del cuerpo a través del kihon, del kata, o del kumité para hacer más fuerte nuestro cuerpo.
Esto implicaría que estás muy apegado al cuerpo. Pero cuando este cuerpo muera y observemos que este karate no nos ayuda en esta situación tan importante comprenderemos que no ha sido el correcto, por esto la importancia de la vía. No la arrogancia de ser el mejor, de ser un distinguido maestro, o tener expectativas, con este karate, esto nos aleja del karatedo. Os comento que el karatedo nos hace percibir los maravillosos tesoros que tenemos y no logramos ver: como la gratitud, la generosidad, la humildad que no son practicadas debido a la arrogancia de nuestro ego. La práctica debe de conducirnos a la experiencia total de nuestra vida a través de la forma sin apegarnos a ella, experimentando el vacío sin ser del todo la verdad. Es interesante darse cuenta de que no hay desigualdad. Debemos incluir la mejora de nuestra conducta, el respeto, el esfuerzo diligente y la perseverancia. Estas prácticas conforman la disciplina que nos llevarán a la más alta realización. A través de nuestro karatedo debemos dirigir bien nuestros modales y comportamientos en lugar de potenciar solo el poder de ese ser sin sustancia.
Capítulo anterior (III. Mis comienzos )
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