Cada vez hay una mayor inseguridad en la calle. El ciudadano de a pie quiere estar preparado para defenderse si lo necesita, y en el ámbito de las artes marciales se trata de dar respuesta a esta inquietud, con formación continua o prolongada en el tiempo, pero también a través de cursos y seminarios.
Sin embargo ¿puede alguien aprender a defenderse en unos cursos puntuales? La respuesta en “No, desde luego que no”. Muchos artistas marciales tenemos años de formación y experiencia en el tatami, pero esto no significa que estemos preparados para la calle. Así que en unas horas… No obstante, sí se puede ayudar a la gente sin formación que asiste a un Curso de Iniciación a la Defensa Personal dándoles ciertos consejos generales y específicos para casos concretos, y haciéndoles ver cómo pueden evitar una agresión y qué herramientas pueden emplear si ésta se produce. Eso, por supuesto, es mejor que nada. Y tal vez ese poquito que podemos aportar en un curso termine siendo importante… o decisivo.
Pero ¿qué debemos tener en cuenta en la iniciación a la defensa personal?
Prevención por encima de todo
Esto es válido para mujeres y hombres por igual. La mejor manera de no sufrir daño en una agresión es evitarla. Y la mayor parte de las agresiones que se producen pueden perfectamente evitarse. ¿Cómo? Seguro que de te ocurren muchas maneras, pero tal vez podamos agruparlas en dos consignas fundamentales:
- evitar lugares y situaciones peligrosas.- Si hay una calle por la que no pasa nadie de noche, ¡no pases tú tampoco! Si en el parque ha habido atracos o intentos de robo ¿qué te cuesta rodearlo para volver a casa? Si en el bar de moda hay peleas habitualmente ¡no te preocupes! ¡ya hay Gin Tonic con pepino o frutas del bosque por todas partes! Vas a otro bar y listo. Si no te pones en situaciones de riesgo ni vas a sitios peligrosos reduces enormemente las posibilidades de encontrarte en un conflicto. Así de simple.
- huir de la confrontación.- Esto resulta muy difícil. A veces nos enzarzamos en discusiones absurdas con desconocidos por los motivos más ridículos: un aparcamiento, un comentario, una mirada… En estas situaciones, respirar hondo y seguir nuestro camino es lo más sensato, pero nos cuesta. Debemos ser conscientes de que en estos casos nos estamos poniendo en peligro innecesariamente. Si no lo hacemos, mucho mejor para nosotros ¿no?
Lo dicho: la mejor manera (para cualquier persona) de no sufrir daño en una agresión es tomar medidas para no ser agredido.
Medidas a tomar (si es posible) antes de la agresión física
En ocasiones la agresión se produce por sorpresa. No la vemos venir y no podemos evitarlo. Pero si nos encontramos inmersos en un intento de atraco o es una situación que puede acabar mal , personalmente, suelo hablar de dos movimientos que son muy útiles, prácticos y que casi garantizan que no sufriremos daño:
- Pongámonos, por ejemplo, en que un asaltante armado, con un cuchillo o incluso un arma de fuego, nos pide la cartera. Presta atención, porque este movimiento con el brazo que te voy a describir puede solucionar de manera definitiva esta situación tan peligrosa. Mueve despacio la mano en dirección al bolsillo o al bolso, coge la cartera… y se la das. ¡Es muy fácil! No sé cuanto dinero llevas en la cartera. Tal vez, 20 euros o 40 euros o más… da igual cuánto, ¡tú vales mucho más que eso! No merece la pena arriesgar tu integridad física e incluso tu vida por unos cuántos euros.
- El segundo movimiento que recomiendo puede servirnos para muy variadas situaciones. Consiste en una rotación de cadera de 180º seguida de una sucesión de pasos, a ser posibles amplios y rápidos, de forma que aumenta la distancia entre el agresor y nosotros. Es decir, darse la vuelta y salir corriendo. Si es una solución viable, es la mejor.¿Te suena la frase “los cementerios están llenos de valientes”?. Puede parecer una afirmación exagerada, pero tiene un mensaje claro y, en mi opinión, muy acertado. Evitar el conflicto, de la manera que sea, es siempre la mejor opción.
- Si ninguno de los anteriores movimientos funciona, o incluso aunque funcionen, toca poner en funcionamiento una de las partes de nuestro cuerpo más útiles en estos casos: las cuerdas vocales. Sí, sí ¡grita! ¡grita muy fuerte! Hay manuales que recomiendan gritar “fuego”, pero puedes pedir auxilio, socorro o lo que quieras. Pero pide ayuda.
Lamentablemente, a veces no sirve ninguna de esta soluciones que te hemos propuesto. O nos vamos viendo progresivamente envueltos en unas circunstancias que no deseamos. En ciertos casos, la agresión física se va “cociendo a fuego lento”. Situaciones en las que se produce un hecho que lleva a una discusión, y que acaba en una pelea. Para momentos como éste, es interesante saber cuál es el desarrollo habitual de los acontecimientos y qué medidas podemos tomar:
- agresión verbal.- Lo primero que suele ocurrir es que el tono de voz del posible agresor es muy alto o va subiendo, de manera que nos grita e incluso nos insulta. Evidentemente, éste es un primer paso que ya nos pone alerta. Debemos tratar de calmar al sujeto, ceder en la medida de lo posible en sus pretensiones y darle la razón. Pero ojo, porque también es muy importante la actitud corporal. Para ilustrar esto suelo contar una anécdota personal. Hace años iba con un compañero en el coche por la autovía. Era de noche, tarde, y paramos a echar gasolina. Al otro lado de la autovía apareció un sujeto con un aspecto extraño que no me dio buena espina, pero seguí echando gasolina tranquilamente. El sujeto cruzó la autovía (saltando la mediana) directamente hacia donde yo me encontraba. Se acercó hasta mí, rodeó el coche y me pidió fuego. “No fumo, y además aquí, en una gasolinera…”. Esa fue mi respuesta, y el tipo se dio la vuelta y se marchó. Terminé de echar gasolina y subí al coche. Mi compañero había presenciado toda la escena, y me dijo “Creía que le ibas a pegar”. “¿Yo? ¿Por qué?”. Seguramente al ver que era una situación extraña mi mente reaccionó poniéndome alerta, y esto se tradujo en mi actitud corporal. Mi amigo lo vio, y seguramente el sujeto que se me acercó también. No sabemos si verdaderamente quería fuego o sus intenciones eran otras, pero en el segundo caso tal vez mi actitud corporal le hizo pensárselo. No debemos desafiar a un posible agresor, pero tampoco dejarle pensar que somos una presa fácil. Y eso podemos expresarlo físicamente. A veces una imagen vale más que mil palabras ¿no?
- agresión gestual.- La agresión verbal suele ir acompañada o seguida de gesticulación excesiva y enérgica. Éste es también un indicativo que debe advertirnos del peligro. Gestos como el de sacar pecho y echar los brazos hacia atrás, por poner un ejemplo, tienen en nuestro subconsciente colectivo un significado: “no me das miedo, por eso puedo exponer ante ti mis órganos vitales”. Cuidado, porque la cosa se pone fea. Lo ideal es empezar a estudiar el entorno, especialmente en busca de objetos contundentes y de una vía por la que salir huyendo llegado el caso. Podemos también movernos y situarnos de forma que entre el potencial agresor y nosotros haya otras personas, objetos, etc… por ejemplo, si se ha producido un incidente de tráfico, nos situaremos detrás del coche; si ha sido en un local, trataremos de que entre él y nosotros haya mesas, sillas, etc… Todo esto puede salvarnos de que se produzca el siguiente paso hacia la agresión física, o al menos lo veremos venir y tendremos tiempo y medios para reaccionar.
- aproximación y toma de contacto físico.- Si nuestro posible atacante se acerca demasiado… ¡hay que encender todas las alarmas! Esto no significa que vaya a intentar agredirnos, pero si lo intenta debemos estar preparados. Puede incluso que intente tantearnos con algún pequeño empujón, tocándonos al señalarnos con el dedo o de cualquier otra forma. Debemos adoptar una posición que nos permita defendernos, por ejemplo con las manos en alto por delante nuestra y las palmas hacia el agresor. Esta es una buena posición que nos permite reaccionar y protegernos, pero que no resulta agresiva ni incita al combate. Un gran maestro me transmitió una vez la idea de que en momentos como este debemos sentirnos como “francotiradores”: estar perfectamente preparados para, si sufrimos un ataque, actuar (disparar) de forma rápida y precisa.
- agresión física.- Si no hemos conseguido parar esto ¡hemos fracasado! Y se precipitará el peor final posible: la agresión física.
La agresividad es clave: todo vale
Cuando estamos en peligro (o está en peligro alguien que nos importa) no sirven las medias tintas: todo vale. Una pelea nunca es limpia, ni las técnicas se hacen igual que en el tatami. En una pelea hay choques, forcejeos, agarrones, golpes fallidos… Tu intensidad y tu agresividad serán muy importantes a la hora de imponerte al otro. Puede que más que la técnica. Además, no sabemos hasta dónde está dispuesto a llegar el agresor ni qué daños podemos sufrir. Por tanto actuaremos poniéndonos en lo peor. Hay que hacer justicia a la expresión popular “luchar con uñas y dientes” llevada a su máxima expresión, incluso literal. Con uñas, con dientes, con objetos contundentes y con lo que haga falta. ¿Esto puede ser excesivo? Sí, pero no merece la pena correr riesgos.
Tal vez no estés de acuerdo con este punto. Muchos maestros recomiendan medir las respuesta a una agresión para evitar posteriores problemas legales (ver ¿Proporcionalidad a una agresión? 4 respuestas a 4 peguntas clave). Eso está bien para profesionales o para otras personas bien formadas. Pero si no tenemos la experiencia y la preparación necesarias, esto es muy peligroso. Otro excepcional maestro nos decía después de un curso: “prefiero que me manden tabaco (a la carcel) que me manden flores (al cementerio)”. Una vez se inicia una pelea, nuestra integridad física e incluso nuestra vida puede estar en juego. En mi opinión, una agresión se debe encarar con una actitud muy agresiva, haciendo todo lo posible para salir bien parado. Todo. Pero hay quién piensa diferente.
¿Y la técnica? Natural e intuitiva, lo demás no sirve
A nivel técnico las posibilidades son muy amplias. Pero esto no significa que tengas que aprender muchas técnicas. Con muy poco, uno puede defenderse de muchas situaciones. Ya hemos señalado que no hay peleas limpias, claras. No se pueden hacer técnicas elaboradas y encadenamientos perfectos como cuando se trabaja con el compañero. Este entrenamiento sí nos sirve para muchas cosas: nos enseña a movernos, a realizar ciertos gestos. Estos normalmente son naturales ya de por si, pero además la practica hace que los realicemos de manera instintiva, sin pensar. Porque llegado el momento, no se piensa. Solo se actúa. Por eso dominar ciertos golpes, ciertas técnicas concretas hasta el punto de que sea nuestra respuesta intuitiva a una agresión, es el objetivo del entrenamiento. Pero este entrenamiento no cabe en un curso, ni en unas horas de práctica.
En resumen, podemos decir que lo más importante a la hora de no sufrir daño en una agresión es evitarla. Y que hay medios que podemos poner en diferentes momentos para que ésta no llegue a producirse. Pero, en el pequeñísimo porcentaje de casos en que no se puede evitar, tendremos que emplearnos con agresividad y dar un 100% de nosotros, sabiendo que una pelea siempre es un toma y daca, y que hay que tratar de imponerse al otro con todos los recurso disponibles. Y si de verdad quieres aprender a defenderte, deberías buscar un maestro y dedicarle tiempo y esfuerzo. Un curso puede orientarte, ayudarte… pero nunca prepararte. ¿Cuántos estamos realmente preparados?
Fuente:blogkidokansevilla.wordpress.com
Foto portada: martin nobida
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