Miércoles 29 de abril de 2020, 47 días de confinamiento sin salir de casa más que para comprar alimentos, y 51 días sin pisar el tatami del dojo para entrenar con mis alumnos.
En la entrada de este blog del pasado día 23 de marzo, titulada El guerrero cobarde yo afirmaba tener miedo a ese enemigo invisible que se está cebando con tantas personas de este planeta. Pero ha pasado bastante más de un mes y como no puede ser de otra manera el ser humano a todo se acostumbra, a lo bueno por supuesto, pero a lo malo también. Durante siglos el humano se ha acostumbrado a convivir con la enfermedad, con las penurias, con el miedo, se ha acostumbrado al encierro, a la esclavitud, etc. Siempre ha sido así a lo largo de la Historia. Y eso no va a cambiar. Por eso a día de hoy y dado que gracias a los Kami el virus no nos ha afectado personalmente, al menos todavía y ojalá que nunca, es muy fácil relajarse y acostumbrarse a que todo va a seguir «bien», dentro de esta «nueva normalidad»; a que esto es como una película que se repite a diario y los datos de las noticias sólo son cifras que no nos afectan a nosotros. Y entonces es cuando bajaremos la guardia. Un error que hay que evitar a toda costa. Nunca bajar la guardia. Nunca subestimar al enemigo ni aun cuando lo veamos tendido en el suelo agonizante pues su último zarpazo puede ser todavía letal para nosotros. Y este enemigo al que nos enfrentamos ahora es todavía peor, es invisible, no se sabe en que estadio se encuentra, ¿se está replegando?, ¿reaparecerá con refuerzos por el flanco que hemos dejado con poca vigilancia?
Así pues mejor seguir sintiendo ese temor que nos hará seguir siendo precavidos y nos dará ese estado de zanshin, siempre alerta. Ya que nadie sabe nada, ni siquiera los científicos, y menos aún los políticos que nos gobiernan, tanto da que hubiesen sido de un partido o de otro. No saben gestionar algo así. Nadie sabe. Por lo tanto la lucha es individual, debemos luchar cada uno por nosotros y por quienes tenemos más cerca, al fin y al cabo como siempre ha sido. Si lo hacemos así tenemos muchas posibilidades de ganar esta batalla. La guerra es otra cosa, paso a paso, pero para ganar la Guerra hay que ir ganando batallas.
¿Y entretanto qué puede hacer el guerrero confinado aparte de seguir las instrucciones que le dicte su Gobierno, sean acertadas o no, y de no bajar la guardia a nivel personal? Pues seguir entrenando. Con constancia y con perseverancia, a diario.
En la entrada del 6 de abril, El guerrero solitario, hablaba fundamentalmente como su título indica de eso, del entrenamiento en solitario, que es el único que a mi entender y en base a mi experiencia, puede hacernos dar un salto cualitativo en nuestro rendimiento marcial haciéndonos ganar puntos en nuestra potencia y eficacia. Y personalmente para mí, la joya del entrenamiento en solitario es el «entrenamiento interno», el que nos dará ese poder interno que en manos de algunos expertos parece magia -¿cómo ha podido provocar semejante reacción en el uke si parece que no ha hecho nada?-
No existe la magia. No hay nada de magia ni de misterios en el trabajo interno. Lejos de misticismos y magias energéticas, el trabajo marcial interno es pura fisiología y biomecánica aunque implementada de manera diferente a lo que nuestro cuerpo y nuestro cerebro está acostumbrado a hacer. Por eso es difícil y cuesta tanto, sobretodo al principio. Porque es un cambio de paradigma y de enfoque en nuestros movimientos y en nuestras formas de reaccionar ante los estímulos, una forma diferente de mover nuestro cuerpo, de la forma de encajar, de golpear, de respirar, de luchar al fin y al cabo.
El entrenamiento interno multiplica nuestra potencia y maximiza nuestra eficacia minimizando el esfuerzo muscular, básicamente cambiando el paradigma del trabajo por contracción al trabajo por expansión y el uso de las fuerzas opuestas en sis direcciones, entre otras cosas. Las artes marciales internas no son nada nuevo, chinos e indios ya las practicaban hace siglos y se siguen practicando hoy en día, si bien muchas veces se trata de grupos muy pequeños y aun en esos grupos (escuelas, clanes familiares) hasta se llega a restringir a quien se le otorgan todas las claves del conocimiento. Si a eso le unimos que el trabajo interno es duro y amargo tendremos que sea un conocimiento reservado a una minoría, o al menos si no ya el conocimiento, sí su práctica, ya que no todo el mundo está dispuesto a sufrir ese «shugyo» necesario para conseguir resultados a través del trabajo interno.
Lo interesante y maravilloso para mí fue descubrir en su día que no era necesario abandonar mi entrenamiento en Bujinkan para iniciarme en un arte marcial interno, sino que con los conocimientos y el trabajo adecuados era posible rellenar mi cáscara marcial -que hasta ese momento estaba vacía y solo contaba con mi «pobre» poder muscular y con mi mayor o menor habilidad técnica- con ese poder interno que genera este tipo de entrenamiento.
Aparte me permitió «descubrir» que era obvio que nuestras escuelas debían haber tenido en el pasado ese trabajo interno, puesto que algunos «ejercicios» de dichas escuelas así lo dejan entrever claramente, pero este trabajo interno debió perderse puesto que nunca se ha practicado, al menos en nuestra época.
Por lo tanto, una vez conoces el método, es «fácil» adaptarlo a tu arte, en realidad a cualquier arte, y no sólo marcial, cualquier arte de movimiento corporal como pueda ser la danza, se beneficiará del trabajo interno.
Lo peor del entrenamiento interno es que es difícil y sobretodo duro. Comer amargo le llaman los chinos. Lo mejor es que puedes realizarlo en solitario y en un espacio muy reducido. Sólo necesitas un compañero de vez en cuando para testear algunos trabajos y ver su aplicación práctica y los resultados obtenidos. Pero puedes pasarte meses entrenando tu solo sin ningún problema. Obviamente lo ideal es la combinación entre trabajo interno en solitario y trabajo con compañero en el dojo, realizando tu práctica marcial habitual, las técnicas que sean, pero aplicando todo el trabajo interno en ellas.
Para finalizar, cabe destacar además, que el entrenamiento interno aparte de dotarnos de atributos marciales muy potentes, es un excelente método para mantener la salud de buena parte de nuestro cuerpo en buen estado y hasta muy avanzada edad.
Con el trabajo interno conseguimos aliviar mucho los dolores crónicos provocados por las mil pequeñas lesiones que conlleva nuestra práctica marcial habitual. También obtenemos una recuperación acelerada de las contracturas musculares. La re-educación postural también es un punto a tener en cuenta que sale altamente beneficiada.
Así mismo mejora la estabilización articular y rectifica hombros caídos, cifosis e hiperlordosis. Mejora la rotación torácica y la estabilidad lumbopélvica así como la propiocepción, la estabilidad y el equilibrio reforzando a la vez los isquiotibiales y el psoas. Y podríamos seguir…
En fin, animo a todo el mundo a descubrir el entrenamiento interno y aplicarlo en su día a día marcial, sea cual sea el arte marcial que practique. Estoy a vuestra disposición para ayudaros en lo posible y resolver vuestras dudas y preguntas. Podéis contactarme por whatsapp +34 646 56 11 19 o por email : danikoryu@yahoo.com
Gambatte Kudasae!!
Dani Esteban -Kôryu-, Bujinkan Dai Shihan
Fuente: bushidojo.wordpress.com
Comentarios recientes