El Sifu Tony Rey publicó un artículo que me gustaría compartir en parte.
Debería hacernos reflexionar porque, aunque se refiere al Wushu o Quanfa, tiene exactamente la misma vigencia para otras Artes Marciales, aunque no sean Chinas.
La verdad es que me ha impresionado como pone el dedo en la llaga. Que cada uno medite sobre ello con sinceridad.
Alcanzar el eje del Wushu no significa aprender un Taolu (forma clásica de un estilo, 套路) ni tampoco el hecho de haber pasado por la ceremonia de Bai Shi (rito que se hace para honrar al maestro y ser reconocido oficialmente como discípulo, 拜师) ni mucho menos retornar al país de origen con tres medallas olímpicas o un título universitario. ¡Es mucho más que esto! Tal como hemos enfatizado en otras disertaciones, Wushu es el arte de seguir el ejemplo decoroso de un hombre que nos sirve de guía durante toda la vida y el oficio de ser conscientes de nuestras debilidades intrínsecas.
Al final, si miramos con sapiencia el uso de las manos y los pies, nos percataremos que toda su aparente complejidad y rigor, conforman un pretexto idóneo para llevarnos a derrumbar la horrible imagen que hemos erigido en nuestros Egos. Este premio a la constancia y al sudor no necesita de ubicaciones geográficas. El país que debemos visitar y conocer para alcanzar la percepción literal del universo se llama espíritu (神). Esta tierra interior es de todos y permite el acceso a sus paisajes totalitarios sin restricciones nacionalistas ni documentaciones oficiales. Nos deja comulgar con el Ser cuando abandonamos deliberadamente nuestras efímeras limitaciones cognoscitivas.
Si un maestro no conduce a sus discípulos a esta franja divisoria que colinda con la existencia del Dao (道), entonces de nada han servido los lazos genealógicos, las poses marciales y las leyendas de los antepasados. Esta fantasía rutinaria solo sirve para saciar el hambre atávica que devora a nuestros Egos.
El espíritu ancestral (元神) no respira la contaminación de los sentidos. Es el lado que nos conecta con el entendimiento que mana de un corazón abierto. La sabiduría no es un léxico y mucho menos una gramática lingüística confinada en los bordes de un idioma. Aquello que los filósofos han sentido, ha quedado excluido en sus limitadas transcripciones. El avance interno depende en última instancia de haber sabido liberarnos de las espesas capas de desperdicio racional con que cubrimos nuestra absurda identidad. Desde un inicio, todos hemos nacido enlazados al Dao. No entendemos su mensaje porque contraponemos las conjeturas y contradicciones que ensordecen los oídos del alma. Sordos y ciegos seguimos hablando hasta la vejez, mientras los demás solidarizan su aislamiento con nuestra miopía cotidiana.
En este estado de decadencia espiritual da lo mismo si hablamos de Qigong, Wushu, Taiji o medicina tradicional. Nada puede ser comprendido mientras vivamos exiliados del espíritu. El verdadero camino es un retorno hacia lo que hemos perdido.
22 septiembre, 2017
Nada que añadir, por supuesto; nada que contraponer, sólo queda mirar hacia uno mismo y reflexionar si hago siempre lo que puedo en ese camino hacia el «Dao» o «Do», en el que no hay premios ni reconocimientos. ¿Estoy dispuesto a realizar el esfuerzo de mantener la atención justa a este momento, sólo a este o a esta técnica y nada más, dejando a un lado la forma, aunque sea necesario tenerla en cuenta en muchas ocasiones?. ¿Estoy dispuesto a la entrega necesaria para practicar a diario, aunque a veces no apetezca?. ¿Estoy dispuesto a observar mis flaquezas personales con verdadera disposición de cambio?. ¿Estoy dispuesto a impregnar mi vida del espíritu del arte marcial, que no es otro que el mío propio y el de todos?
Mucho que reflexionar desde luego, así que gracias por el artículo.