El RI, Costo y valor.

Las artes marciales cuentan con un sistema de grados que estructura el desarrollo evolutivo integral de sus practicantes, hasta que éstos se convierten en maestros, y algunos hasta maestros de maestros. Dicho desarrollo, en el caso de las artes japonesas (aunque sus homólogas chinas, coreanas y otras cuentan con postulados relativamente similares); se sustenta en el eje transversal del milenario postulado del SHU (aprender la reglas – obedecer), HA (romper las reglas – rebelarse) y finalmente RI (hacer las reglas – separarse).

Partiendo de la lógica interna del referido postulado, en la formación de los artistas marciales debería promoverse que la mayoría llegue al nivel RI. Eso garantizaría que, cual retroalimentación, ellos mediante sus aportes puedan beneficiar tanto a los practicantes como al arte en sí misma. No obstante, debido a la concepción estática con que mayormente se asume al arte marcial (fundamentalmente basada en la premisa de mantener la tradición), y contradiciendo en pensamiento y acción a su propio postulado, se presenta mayormente una realidad completamente opuesta. Esa realidad de la comunidad marcial induce a que, tanto el costo como el valor del RI, se afecten exponencialmente, como a continuación se explica.

EL COSTO.
La situación más común en una clase de artes marciales es que se promueva la formación de personas que, si bien es cierto que alcanzan un alto desarrollo integral, tiene como “techo” filosófico el SHU, y derivado de ese techo se limita el conocimiento y experiencia a trasmitir (y permitir). Esa situación obliga a aquellas personas que deseen saber más (como para transgredir el nivel SHU), a que busquen información y experiencia en fuentes ajenas al dojo (donde habitualmente no pueden recibirlas). Ello induce inevitablemente a que la persona dedique una considerable parte de su tiempo, esfuerzo y recursos, para poder satisfacer sus expectativas. Esa situación se agrava cuando la información necesaria pertenece a ciencias ajenas al arte marcial, y consecuentemente no está enfocadas en ellas, por lo cual la persona debe aprenderla lo suficiente como para poder abstraerse, y encontrar el adecuado vínculo entre ambas ramas del saber, para posteriormente poder darle un adecuado uso. En ese caso, además de las ansias de saber infinito, resulta de vital importancia el pensamiento estratégico, la creatividad, la paciencia, el desprendimiento, y los valores morales entre otras cualidades psicosociales de la persona; que no solo se preocupa por acceder a un más amplio y profundo conocimiento que permita perfeccionar los paradigmas vigentes, sino a darle un adecuado uso, poniéndolo al servicio de todos.

Como puede apreciarse, el esfuerzo por comprender a plenitud todo lo directa o indirectamente relacionado con el arte marcial, así como de darle el mejor uso posible, es una decisión que parte de la persona que desee hacerlo, para lo cual no existe distinción exclusiva de nadie. Es decir, ni se precisa ir a la universidad (a la cual, por una razón u otra, no todos tienen acceso); ni tampoco depende de la edad, grado o tiempo de práctica de la persona (ya que se ha podido ver incluso cinturones marrones mostrar los primeros vestigios del HA, e incluso del RI; y también, con el mayor respeto, se han constatado incontables maestros de muy alto grado Dan, que, contra toda lógica, permanecen eternamente en el SHU.

EL VALOR.
En lo referido al costo de llegar al nivel RI, que para ello no se está haciendo más que cumplir con un milenario postulado marcial, se mencionaron las principales dificultades que debe atravesar la persona involucrada; no solo para beneficiarse ella, sino para beneficio de sus colegas marciales y del arte marcial en sí misma. Es de suponer entonces que esas personas, no solo cuenten con el merecido reconocimiento social (aunque en este caso es lo menos importante), sino que también gocen de la correspondiente utilidad social (que en este caso constituye el aspecto más importante, ya que los frutos de su esfuerzo son para el bien de todos). Pero, una vez más, en este caso la realidad se muestra contradictoria y adversa.

A la comunidad marcial, mayoritariamente ubicada en el nivel SHU, le resulta extremadamente difícil aceptar las propuestas de aquellas personas que “osan” transgredir su nivel y pasar al HA, ¡y peor aún llegar al RI! En ese sentido, incluso sin que la comunidad marcial se detenga a analizar las nuevas propuestas (que muchas veces no se limitan a simples estudios o experimentos, sino que han sido validadas tanto en la teoría y la práctica mediante tesis de licenciatura, maestría y doctorado; así como publicadas en revistas internacionales indexadas), las mismas mayormente no solo son rechazadas; sino que sus autores, además de quedar relegados, muchas veces son catalogados mediante una innumerable cantidad de inmerecidos adjetivos negativos, que las más simples reglas de educación no me permiten mencionar en esta publicación. En ese sentido, si bien es cierto que, por desgracia, en las artes marciales existen personas que improvisan supuestos nuevos descubrimientos para timar al público objetivo y sacar ventaja de ello para su propio beneficio; también es cierto que la comunidad marcial, con su conocimiento y experiencia, así como con la necesaria mente abierta; debe estar lo suficientemente predispuesto y preparado para escuchar, y analizar, para finalmente poder deslindar a los farsantes oportunistas de los innovadores consagrados, y consecuentemente tomar las medidas correspondientes a cada caso, que definitivamente no pueden ser las mismas.

CONCLUSIÓN.
Aquellas personas que se esfuerzan más, para cumplir más los postulados marciales, para dominar más información, para hacer mejor las cosas (cual RI), y para poner sus aportes al servicio de todos; no solamente son mayormente desestimados por la comunidad marcial, sino que muchas veces también reciben injustos ataques de aquellos mismos por quienes se esforzaron en apoyar. Al final, incluso de manera inconsciente e involuntaria, aquellos que desestiman, y atacan; además de mostrar una reacción acorde a su nivel de cultura, intelecto y educación, no están haciendo más que perjudicándose ellos mismos, a sus alumnos, y al arte marcial propiamente dicha.

No quiero terminar mi publicación sin declarar que, si bien es cierto que desde hace muchos años me siento directamente afectado por la situación que comento, mis palabras no se limitan a mi persona en particular, sino que también se dirigen de manera general en defensa de otros colegas, ya sean de karate o de otras artes marciales; que se han dedicado a lo mismo, y que muchas veces han sido retribuidos de la misma inexplicable e injusta manera. En ese sentido solo espero que este escrito sirva como sensibilización de todos, y para el bien de todos, ya que para los que nos dedicamos a analizar la situación existente para mejorarla en beneficio de todos, no existe mayor satisfacción que aportar algo útil a la sociedad, lo cual ya hemos logrado, y para lo cual seguimos trabajando. En relación con eso, el hecho que las propuestas sean aceptadas o no, escapa de nuestro campo de acción, y con las consecuencias de esa decisión, para bien o para mal, debe vivir la comunidad marcial.

Roberto Gonzalez Harambouren

Author: Roberto Gonzalez Harambouren

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