Hace tiempo que no escribo ninguna entrada en el blog. No ha sido por falta de tiempo, simplemente las cosas que me pasaban por la cabeza no quería compartirlas. Después de estar en Japón viendo el Campeonato del Mundo (16th WKC) y entrenar aprovechando el viaje en el país que dio origen al kendo, mis sensaciones no eran demasiado positivas. Tenía la sensación de hacer algo totalmente diferente a lo que había visto, de hecho todavía sigo con esa sensación, aunque poco a poco el tiempo está emborronándola.
Si bien es cierto que no podemos comparar el kendo coreano o japonés con el del resto del mundo, no olvidemos que ellos son profesionales, la gran diferencia que existe entre estos dos países y el resto, en mi opinión es abrumadora. Quizás ese sentimiento de inferioridad, de creer estar perdiendo el tiempo es lo que me ha impedido seguir compartiendo mis reflexiones.
Después de mi viaje a Japón he realizado varios, entre ellos uno más que interesante en Bilbao, impartido por Markel y Alfonso Arregui, sobre rendimiento en el kendo. Sin duda una de las fechas que apuntaré para próximos años en mi calendario. Aunque esto no me quito el sabor agridulce, si me insufló energía suficiente como para querer seguir mejorando y esforzarme un poquito más si cabe. Puedo decir sin lugar a dudas que ese viaje fue un punto de inflexión.
Pero quizás ha sido mi último fin de semana en Almería el que me ha terminado de convencer. No era un curso, fue una invitación. Allí no había sensei o “maestros” aunque a algunos no les faltase experiencia en ese ámbito. Nos acercamos varias personas de diferentes lugares de la geografía nacional a practicar con nuestros compañeros de Almería. Nos dieron casa, compañía, buenos momentos, amistad y un montón de cosas más que no voy describir o no terminaría el artículo en tres horas. Aunque he de decir que kendo practicamos poco por el calor y la humedad que hacía, no fue la práctica en sí lo que me hizo cambiar el chip. No sé si fue Luis Aranda, Javier Tirado o Javier Villa quien habló al final para venir a decir que no hace falta esperar a un seminario, un curso o una competición para practicar juntos. Que lo bonito y lo especial del camino, tanto del kendo como del iaido o cualquier otro del budo, es poder reunirnos, conocernos, practicar, compartir y ayudarnos los unos a los otros para poder crecer. Y sobre todo y lo más importante disfrutar, porque cuando disfrutamos de algo, damos el ciento veinte por cien de nosotros. Seguramente las palabras no fueron esas, pero ese es el recuerdo que me queda.
Y es que cuando hacemos algo que nos gusta, no tiene porque ser perfecto. Ser profesional es que te paguen por dedicarte a ello, cosa que nada tiene que ver, aunque no sea incompatible, con hacer algo de corazón.
Comentarios recientes