Tengo la suerte de practicar en un dojo grande teniendo en cuenta los estándares españoles. Es muy rara la vez que somos menos de ocho personas practicando y lo normal es ser una media de dieciséis personas en los horarios punteros, incluso muchas veces nos hemos juntado más de veinticinco personas practicando a la vez. Y digo en horarios punteros porque tenemos la suerte de tener varios horarios a nuestra disposición. Dos clases por la mañana y tres por la tarde dos días a la semana, todo un lujo si contamos además con la clase del sábado y la hora y media de ji-geikos libres. Con tantos horarios y estando en una buena ubicación, calle Embajadores en Madrid, es fácil tener un montón de personas.
Siempre he pensado que cada persona realiza su kendo particular, y que poder practicar kendo con muchas personas nos enriquece y nos ayuda a crecer. Ahora bien, también es normal tener un referente, una persona que te gusta como realiza kendo y trabajas para parecerte a ella. En mi caso particular yo tengo tres referencias, que como no podía ser de otra manera son de mi dojo. No porque necesariamente sean mejores que otras personas de otros dojo, sino porque al ser lo que ves día a día y gustarte lo que ves, intentas por imitación parecerte a ellos.
Realizar un tipo de ataque, meter presión de una cierta forma o incluso tener un kiai parecido entra dentro de algo habitual. No es raro encontrar a todos los practicantes de un dojo con un tipo de men o kote parecido. En ocasiones esta imitación es totalmente involuntaria y llegamos a copiar incluso lo que no deberíamos, como por ejemplo ciertas manías e incluso tics. No lo hacemos voluntariamente, de eso estoy seguro, pues en la mayoría de los casos sabemos que son fallos, pero en nuestro esfuerzo de parecernos a ese alguien llegamos a ser una astilla del shinai del que hemos salido.
Creo que esa es una de las principales razones por las que es tan importante salir a cursos y aprender de los grandes maestros. Cuanta más calidad tenga nuestra persona de referencia más rápido aprenderemos. Normalmente estas personas ya han pasado por un montón de estadios a los que nosotros no hemos llegado. Al fijarnos en ellos, podremos superar rápidamente aquellos errores que ellos cometieron por ser pioneros, ahorrándonos así mucho tiempo en nuestra progresión.
Como al final pasa no solo en kendo, si no también en la vida, terminamos pareciéndonos a las personas que nos rodean. Pues si bien todos somos shinais diferentes y podemos venir de bosques de bamboo que nada tienen que ver, el artesano que nos modela termina dándonos la misma forma.
Fuente: reflexionesdeunkendoka.blogspot.com.es
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