Esta es la pregunta que moviliza los recursos motivacionales, afectivos, cognoscitivos, metodológicos, cronológicos y presupuestales entre otros de todo entrenador; con la intención de responder a la exigencia que le impone el contexto competitivo en el cual se inserta junto a sus deportistas.
Como respuesta a esa pregunta se derivan diversas acciones por parte del entrenador, que varían (transitan) por los niveles de importar y adaptar modelos exitosos de otros especialistas, hasta llegar a crear el propio.
En ese sentido, el nivel de acción que asuma cada entrenador, dependerá, fundamentalmente, de su nivel de seguridad psicológica y experiencia metodológica, teniendo cada uno de éstos un diferente grado de impacto en sus deportistas.
No obstante, este es un tránsito por el cual, de un modo u otro, atravesamos todos. Para el entrenador principiante, aún no del todo competente en el proceso de planificar el entrenamiento deportivo, es más fácil recurrir a “ayuda extra”, importando tal cual, o modificando parcialmente; los modelos que otros entrenadores han aplicado con éxito.
En ese sentido, si bien es cierto que de algún modo ese trabajo indiscutible aporta algún beneficio, la práctica demuestra que, en primer lugar, el beneficio no es todo el que los deportistas pueden lograr, y, en segundo lugar, en caso de aplicarlo por un tiempo prolongado, lo más seguro es que provoque lesiones.
La razón de lo antes planteado es simple: esos planes de entrenamiento se diseñaron para ser aplicados a otras personas, con otras condiciones integrales.
Para favorecer la mejor comprensión sobre ese tema se comparte un ejemplo. Cuando asistimos al médico para curar una dolencia, el doctor nunca nos abre la puerta y al hacernos pasar a su consultorio nos entrega la medicina a tomar. Por el contrario, primero nos pregunta sobre la dolencia, desde cuando está, si hay variación o es contante, igual indaga sobre nuestra forma de vida (edad, hábitos diarios, alimentación, régimen de sueño, estado de ánimo, grado de actividad física, alergias y otros), así como realiza seguramente medición de temperatura corporal, frecuencia cardíaca, tensión arterial; y si lo estima necesario indicará otros análisis más rigurosos (de sangre, encimas, etc.).
Después de contar con esa información, y solo después, es que el médico puede prescribir la medicación más acorde a nuestro malestar, y consecuentemente tendrá mayores posibilidades de curarnos en el menor tiempo.
Por el contrario, es muy inusual que un médico, sin el diagnóstico previo, nos recomiende un medicamento (y una dosificación), por el simple hecho que haya curado a otro paciente con similares síntomas, pero con particularidades diferentes a las nuestras.
La realidad detrás de esa situación es que, para diseñar el plan de entrenamiento a aplicar, es imprescindible realizar un diagnóstico integral a los deportistas, que incluye no solo los aspectos físicos, técnicos, tácticos y psicológicos propios del entrenamiento; sino también otros aspectos relacionados con el funcionamiento psicofisiológico del organismo, lesiones, padecimientos, tiempo de entrenamiento, experiencia competitiva y muchos más; que son los que indican las fortalezas y debilidades de los deportistas, y sobre esa base, y solo sobre esa base, es que se diseña el plan de entrenamiento a su medida.
En conclusión, el mejor plan de entrenamiento (y consecuentemente los mejores ejercicios y metodologías que lo incluyen), es aquel que se diseña de acuerdo a las particularidades de las personas a las que se les aplicará.
Para reafirmar esa idea pudiera pensarse que, si debemos asistir a una importante cena de trabajo en la cual debemos impresionar con nuestra apariencia, pero no contamos con mucho presupuesto para una ropa de tela fina hecha a nuestra medida, tenemos dos opciones: o mandarnos a hacer nuestra ropa a la medida, pero con una tela que no sea de la mejor calidad; o adquirir una ropa de la mejor calidad, pero que se nota que no se ajusta a nuestra complexión física. ¿Cuál creen que causará mejor impresión?
En los casos anteriores la importancia detrás de nuestra decisión recobra mayor relevancia, por cuanto la consecuencia de ella no repercutirá directamente en nosotros, sino en nuestros alumnos, que han depositado su confianza en nosotros, esperando un entrenamiento no solo eficaz, sino seguro.
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