Nen
Si entramos en una habitación, por sistema, y de manera inconsciente, observamos todo lo que hay en la habitación, donde esta colocado, su naturaleza y tamaño, los colores, todo. Inmediatamente, espontáneamente. Y sin pensarlo o ser plenamente consciente de ello. Sin embargo,en el momento en el cual nos fijamos expresamente en algo de la habitación, automáticamente, comenzamos a ser plenamente conscientes de ello y los pensamientos comienzan a rondarnos, comenzamos a analizar aquello en lo que nos hemos fijado y así pasa sucesivamente con cada cosa u objeto en el que nos fijemos. Si alguien ha sido entrenado para ello, toda esa información que recopila de manera inconsciente y espontánea se vuelve algo a utilizar, algo que, en ciertos casos, puede ser útil para salvar nuestra vida, como la detección de amenazas. En la practica del Budismo estos impulsos del pensamiento se conocen como Nen y los practicantes del Zen han conseguido diferenciar esos impulsos, prestando especial atención a los tres primeros de esos impulsos del pensamiento o Nen. El primer Nen es el del momento presente, aquel en el cual no se distinguen o diferencian los objetos. En ese estado no se es consciente del espacio ni del tiempo. El segundo Nen es la reflexión y el conocimiento de nuestra atención. Por ejemplo “Allí esta la puerta”. El tercer Nen es el que sintetiza las acciones del Nen precedente formulando planes o intenciones, como “voy a salir por aquella puerta” o “mirare que hay detrás de ella”. Posteriormente este proceso se repite una y otra vez. El Budismo Zen intenta obtener un estado de Primer Nen procurando mantenerse en el estado del primer Nen y no caer en el impulso del primer pensamiento. Ello no debe de ninguna manera interpretarse en el sentido de que todo se detiene, o que no existe conciencia.De hecho siendo capaz de mantener el primer Nen con todos los nuevos y diferentes estímulos nuestra mente no se detiene en todo siendo libre e intencionadamente consciente de todo a la vez. Este es el concepto Zen de fijación frente a la no fijación. La meditación Zen es el proceso de intentar establecer un estado de no fijación en el cual no exista la Dualidad . Esta noción es particularmente útil en el combate ya que no se tiene tiempo para parar y dejar vagar la mente cuanto se esta enfrentando a un oponente. Todo combate se libra en el futuro. Tener la mente bloqueada en nuestra defensa o en la espada o el miembro del contrario significa que estamos atascados en el pasado, que no estamos preparados para avanzar o entrar en el ciclo...
Las sensaciones de mi Dojo
Chus García Diaz CN- 7ºDan Que mejor que un día de tantos. Hoy cuando queda poco para disfrutar de unos días de asueto pero sin desconectar del arte pues ya no es posible después de casi 40 años de práctica a mis espaldas. Hasta cierto punto es normal de casi 62 años 40 de ellos están dedicados al arte Rey que es el karate. A pesar de todos estos años de práctica y transmisión del karate y de otras artes marciales, he llegado a la conclusión que son insuficientes. Quizás sea esta vía la que más me preocupe, la del sentimiento, la que me haya dado esa sensación. Por muchas conclusiones que tengamos como resultado de tantas reflexiones referente a la unidad de las dos vías que conforman la esencia del Budo, el Zen y el Arte Marcial. Todas las reflexiones sigue siendo insuficientes. En muchísimas ocasiones me parece casi imposible transmitir a mis alumnos algo que no se encuentra en la materia pedagógica del Arte marcial, me refiero a los sentimientos. Quizás este sea el camino para poder entender el Zen y El Arte Marcial. Crear una imagen, o transmitir en la técnica aquello que siente tu corazón es tan difícil. Es más fácil explicar un sordo mudo un sueño que haya tenido. Posiblemente todas las respuestas están en ese camino que podemos en ambas divisar, asentidas desde el rigor. Cualquiera de las dos nos va a llevar con la práctica al desarrollo del patrimonio más importante del hombre su ser, navegando por el mar de nuestra existencia con la barca de la vida. Para mí el Zen y el Arte Marcial son unos verdaderos remos, remando por igual en una dirección hacia el ser armonioso. Moviéndose ambos con movimientos simultáneos, no pueden ir separados. Funcionan unidos. ¿De qué remo prescindirías? Así debe ser cada día que vamos al dojo, especial. Como el día anterior y por ninguna otra razón que la propia experiencia que vamos a vivir en el dojo. Cada día es un viaje hacia nuestras emociones y sensaciones. Cada día en el dojo aunque nos parezca el mismo, debemos de hacerlo diferente, así saldremos cargados con sensaciones nuevas. No diferentes, sino otras. Después de este duro combate con aquello que nos limita nos queda un sentimiento del error, mas no importa pues un error es un buen juicio. Cada día los errores están cargados de matices diferentes. ¿Cómo es posible lograr todo esto? En mi opinión con los años de práctica conjugando Zen y Arte marcial de forma unitaria. Su praxis marcial debe de ir acompañada de una gran consciencia aportándonos un estado de “Conciencia...
Fuego
El maestro Zen Mu-nan sabía que no tenía más que un sucesor: su discípulo Shoju. Un día le hizo llamar y le dijo: – Yo ya soy un viejo, Shoju, y eres tú quien debe proseguir estas enseñanzas. Aquí tienes un libro que ha sido transmitido de maestro a maestro durante siete generaciones. Yo mismo he añadido al libro algunas notas que te serán de utilidad. Aquí lo tienes. Consérvalo como señal de que eres mi sucesor. – Harías mejor en guardarte el libro, replicó Shoju. Tú me transmitiste el Zen sin necesidad de palabras escritas y seré muy dichoso de conservarlo de este modo. – Lo sé, lo sé – dijo con paciencia Mu-nan. Pero aún así el libro ha servido a siete generaciones y también puede ser útil para ti. De modo que tómalo y consérvalo. Se hallaban los dos hablando junto al fuego. En el momento en que los dedos de Shoju tocaron el libro, lo arrojó al fuego. No le apetecían nada las palabras escritas. Mu-nan; a quien nadie había visto jamás enfadado, gritó: – ¿Qué disparate estás haciendo? Y Shoju le replicó: – ¿Qué disparate estás diciendo? Maestro: el guru habla con autoridad de lo que él mismo ha experimentado. Nunca cita un libro. Fuente: El canto del pájaro de Anthony de...
Regalar la Luna
Un Maestro Zen con una forma muy simple de vivir, habitaba en un pequeña cabaña al pie de una montaña. Una noche, mientras el maestro no estaba en casa, un ladrón entró a la cabaña y se dio cuenta que no había nada para robar. El Maestro Zen volvió justo en este momento y encontró al ladrón. Dijo al extraño: – Has hecho un largo camino para visitarme – … y no deberías regresar con las manos vacías. – Por favor, toma mis ropas de regalo. El ladrón estaba asombrado, pero tomó las ropas y escapó. El Maestro se sentó desnudo, observando la luna. – Pobre hombre, murmuró. – Hubiera querido darle esta hermosa luna. Fuente: tradicional...
Obediencia
A las charlas del maestro Bankei asistían no solo estudiantes de Zen, sino personas de toda condición y creencia. Bankei no recurría jamás a citas de los sutras, ni se enzarzaba en discusiones escolásticas. Sus palabras le salían directamente del corazón e iban dirigidas a las corazones de sus oyentes. Sus largas audiencias acabaron irritando a un sacerdote de la escuela Nichiren, cuyos adeptos lo habían abandonado para ir a oír hablar del Zen. Cierto día, este egocéntrico sacerdote se encaminó hacia el templo donde disertaba Bankei, con el propósito decidido de entablar con él un duro debate. – Eh tú, maestro Zen, – gritó – Atiende a esto. – Quienquiera que te respete te obedecerá en cuanto digas … – .. pero un hombre como yo no profesa respeto alguno. – ¿Cómo puedes hacer que te obedezca? Bankei dijo: – Acércate a mi lado y te demostraré. Orgullosamente, el sacerdote avanzó entre la multitud hasta llegar al lugar ocupado por el maestro. Este sonreía: – Colócate a mi izquierda. El sacerdote obedeció. – No espera – se retractó Bankei. – Hablaremos mejor si estás a mi derecha. – Ponte aquí. El sacerdote se dirigió altivamente hacia la derecha. – ¿Lo ves? – observó entonces Bankei. – Estás obedeciéndome. – Y la verdad es que pienso que eres una persona muy dócil. – Ahora siéntate y escucha. Fuente: cuento tradicional...
Desde la Ignorancia a la Sabiduría
Gustavo A. Reque CN-6ºDan Para alcanzar el estado mental de sabiduría, que no es otro que -un estado mental en el que se vive muy bien- sólo hacen falta dos ingredientes: la voluntad y el aprendizaje. El primero tiene que ver con el deseo y el segundo con la pereza. El aprendizaje nace en un deseo que nos conduce al conocimiento y de ahí a la sabiduría, pero no confundamos el conocimiento con la sabiduría. El conocimiento te ayudará a ganarte la vida, mientras que la sabiduría, a construirla. No obstante, ambos tienen un denominador común: el proceso de aprendizaje., Cuando comienzas a preocuparte por algo, maravillosa preocupación, comienzas a darte cuenta de la ignorancia en la que vives. Este «darse cuenta», implica un grado de reconocimiento y de humildad que te llevará hacia el desarrollo de tu conciencia. Después entrarás en la fase de la recolecta de información sobre el tema que te preocupa y más tarde conocerás sobre el tema y te harás un experto en ello. El ego estará siempre al acecho y fácilmente caerás en la soberbia del erudito -una pesadez insufrible para el que te escuche de la que solo podrás librarte con la humildad del que muestra, pero no inculca o presume. Por fin, llegarás a la fase de sabiduría que es premio más valioso al que puedas llegar con tu mente humana. Al iniciarte, en la fase de la ignorancia, no sabes cuánto sabes (nacemos sabiendo todo, pero creemos que lo hemos olvidado), irás reconociendo todo lo que te enseñen y lo percibirás con una sensación de «ya lo sabía, pero no sabía como reconocerlo». El ego tiene una capacidad inmensa para convencer a ti mismo de que «lo sabes todo, sin saber de nada». Opina sin saber y juzga sin conocer. Así, se infiltra en lo más puro de tu vida que es aprender. Cuando comienzas a informarte, lo cual implica un gran esfuerzo, descubres cuánto no sabes, es el «solo sé que no sé nada» del filosofo griego. Una vez que conoces del tema descubres cuánto sabes y si el ego sigue dominándote, entonces entrarás en la vertiginosa espiral de las comparaciones con otros que «saben menos o quizá, más que tú». Todos conocemos lo insufrible que es estar un rato hablando con un pedante; un erudito con ego que habla desde el púlpito de la soberbia. Por fin, si llegas a la sabiduría con consciencia y por lo tanto sin ego, descubrirás que, ya no sabes cuánto sabes. Desde ese estado, la vida se transforma en una sucesión de acontecimientos vividos con total plenitud. Es el conocido vivir «aquí...
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