El Hombre y la Culebra

Un hombre, pasando por un monte, encontró una culebra que ciertos pastores habían atado al tronco de un árbol, y, compadeciéndose de ella, la soltó y calentó. Recobrada su fuerza y libertad, la culebra se volvió contra el hombre y se enroscó fuertemente en su cuello. El hombre, sorprendido, le dijo: – ¿Qué haces? ¿Por qué me pagas tan mal? Y ella respondió: – No hago sino obedecer las leyes de mi instinto. Entretanto pasó una raposa, a la que los litigantes eligieron por juez de la contienda. – Mal podría juzgar – exclamó la zorra -, lo que mis ojos no vieron desde el comienzo. Hay que reconstruir los hechos. Entonces el hombre ató a la serpiente, y la zorra, después de comprobar lo sucedido, pronunció su fallo. – Ahora tú – dirigiéndose al hombre, le dijo -: no te dejes llevar por corazonadas, y tú – añadió, dirigiéndose a la serpiente -, si puedes escapar, vete. Atajar al principio el mal, procura; si llega a echar raíz, tarde se...

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Sin atajos
Ene10

Sin atajos

Cuando un monje preguntó a su maestro si debía leer los sutras, este replicó así: – Aquí no hay senderos laterales ni atajos. – Las montañas permanecen todo el año frescas y verdes. – Tanto al este como al oeste, en cualquier dirección, puedes dar un bello paseo. El monje pidió explicaciones más explícitas, y el maestro contestó: – No es culpa del sol si el ciego no puede encontrar su camino. Maestro: no confundas el medio con el objetivo; la verdad ya está en ti, unicamente hay que encender la luz.   Fuente: tradicional Zen Foto portada:...

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Invierno
Dic24

Invierno

Recuerdo que un invierno mi padre necesitaba leña, así que buscó un árbol muerto y lo cortó.   Pero unos meses más tarde, en la primavera, vio muy sorprendido que al tronco marchito de ese árbol le salieron nuevos brotes. Mi padre dijo: – Estaba yo seguro de que ese árbol estaba muerto. – Había perdido todas las hojas en el invierno. – Hacía tanto frío, que las ramas se quebraban. – Pareceía que no le quedara al viejo tronco ni una pizca de vida. – Pero ahora advierto que aún alentaba la vida en aquel tronco. Y volviéndose hacia mí, me aconsejó: – Nunca olvides esta importante lección. – Jamás cortes un árbol en invierno. – Jamás tomes una decisión negativa en tiempo adverso. Maestro: Nunca tomes las más importantes decisiones cuando estés en tu peor estado de ánimo. Espera. Sé paciente. La tormenta pasará. Recuerda que la primavera volverá. Fuente:contarcuentos.com Foto...

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El Arbol de los Problemas

Había contratado un carpintero para ayudarme a reparar mi vieja granja. Él acababa de finalizar su primer día de trabajo que había sido muy duro. Su sierra eléctrica se había estropeado lo que le había hecho perder mucho tiempo y ahora su antiguo camión se negaba a arrancar.   Mientras lo llevaba a su casa, permaneció en silencio. Una vez que llegamos, me invitó a conocer a su familia. Nos dirigíamos a la puerta de su casa y se detuvo brevemente frente a un precioso olivo centenario. Tocó el tronco con ambas manos. Al entrar en su casa, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara sonreía plenamente. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. La energia había cambiado completamente. Posteriormente me acompañó hasta el coche. Cuando pasamos cerca del olivo, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo visto cuando entramos. – Ese es mi árbol de los problemas, – contestó – Sé que no puedo evitar tener problemas durante el día como hoy en el trabajo por ejemplo, pero no quiero traer estos problemas a mi casa. Así que cuando llego aquí por la noche cuelgo mis problemas en el árbol. Luego a la mañana cuando salgo de mi casa los recojo otra vez. – Lo curioso es, – dijo sonriendo – que cuando salgo a la mañana a recoger los problemas del árbol, ni remotamente encuentro tantos como los que recuerdo haber dejado la noche anterior. Maestro: si te centras en el ahora desaparecen todos los problemas. Fuente: autor...

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¿La cosa más bella de todo?

¿El día más bello? Hoy ¿El obstáculo más grande? El miedo ¿La raíz de todos los males? El egoísmo ¿La peor derrota? El desaliento ¿La primera necesidad? Comunicarse ¿El misterio más grande? La muerte ¿La persona más peligrosa? La mentirosa ¿El regalo más bello? El perdón ¿La ruta más rápida? El camino correcto ¿El resguardo más eficaz? La sonrisa ¿La mayor satisfacción? El deber cumplido ¿Las personas más necesitadas? Los padres ¿La cosa más fácil? Equivocarse ¿El error mayor? Abandonarse ¿La distracción más bella? El trabajo ¿Los mejores profesores? Los niños ¿Lo que más hace feliz? Ser útil a los demás ¿El peor defecto? El malhumor ¿El sentimiento más ruin? El rencor ¿Lo más imprescindible? El hogar ¿La sensación más grata? La paz interior ¿El mejor remedio? El optimismo ¿La fuerza más potente del mundo? La fe ¿La cosa más bella de todo? El Amor Fuente: oración de la Madre Teresa de Calcuta aportado por Marilo Macias...

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La camisa del hombre feliz

Había una vez un rey cuya riqueza y poder eran tan inmensos, como eran de inmensas su tristeza y desazón. -Daré la mitad de mi reino a quien consiga ayudarme a sanar las angustias de mis tristes noches- dijo un día. Quizás más interesados en el dinero que podían conseguir que en la salud del Rey, los consejeros de la corte decidieron ponerse en campaña y no detenerse hasta encontrar la cura para el sufrimiento real. Desde los confines de la tierra mandaron traer a los sabios más prestigiosos y a los magos más poderosos de entonces, para ayudarles a encontrar el remedio buscado. Pero todo fue en vano, nadie sabía cómo curar al monarca. Una tarde, finalmente, apareció un viejo sabio que les dijo: -si encontráis en el reino un hombre completamente feliz, podréis curar al rey. Tiene que ser alguien que se sienta completamente satisfecho, que nada le falte y que tenga acceso a todo lo que necesita. -Cuando lo halléis- siguió el anciano- pedidle su camisa y traedla a palacio. Decidle al rey que duerma una noche entera vestido solo con esa prenda. Os aseguro que mañana despertará curado. Los consejeros se abocaron de lleno y con completa dedicación a la búsqueda de un hombre feliz, aunque ya sabían que la tarea no resultaría fácil. En efecto, el hombre que era rico, estaba enfermo; el que gozaba de buena salud, era pobre. Aquel, rico y sano, se quejaba de su mujer y ésta, de sus hijos. Todos los entrevistados coincidían en que algo les faltaba para ser totalmente felices aunque nunca se ponían de acuerdo en aquello que les faltaba. Finalmente, una noche, muy tarde, un mensajero llegó al palacio. Habían encontrado al hombre tan interesantemente buscado. Se trataba de un humilde campesino que vivía al norte en la zona más árida del reino. Cuando el monarca fue informado del hallazgo. Éste se llenó de alegría e inmediatamente mandó que le trajeran la camisa de aquel hombre, a cambio de la cual deberían darle al campesino cualquier cosa que pidiera. Los envidos se presentaron a toda prisa en la casa de aquel hombre para comprarle la camisa y, si era necesario –se decían- se la quitarían por la fuerza… El rey tardó mucho en  sanar de su tristeza. De hecho su mal se agravó bastante cuando se entero de que el hombre más feliz de su reino, quizás el único totalmente feliz, era tan pobre, tan pobre… que no tenía ni siquiera una camisa. Foto portada:...

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