7 Pasos para vencer el dominio del Ego
Del libro «El poder de la Intención» del Dr. Wayner Dyer. 1. No te sientas ofendido. Lo que te ofende sólo contribuye a debilitarte. Si buscas ocasiones para sentirte ofendido, las encontrarás cada dos por tres. Sentirse ofendido crea la misma energía destructiva que te ofendió y que lleva al ataque, al contraataque y a la guerra. 2. Libérate de la necesidad de ganar. Al ego le encanta dividirnos entre ganadores y perdedores. Es imposible ganar todo el tiempo. Siempre habrá alguien más rápido, más joven, más fuerte, más listo y con más suerte que tú. Tú no eres tus victorias. 3. Libérate de la necesidad de tener razón. Olvidarse de esto es como decirle a tu ego: «No soy tu esclavo». Pregúntate; «¿Quiero ser feliz o tener la razón?». 4. Libérate de la necesidad de ser superior. La verdadera nobleza no tiene nada que ver con ser mejor que los demás. Se trata de ser mejor de lo que eras antes. Céntrate en tu crecimiento. 5. Libérate de la necesidad de tener más. Por mucho que logres y adquieras tu ego insistirá en que no es suficiente. Como fijo San Francisco de Asís: «…es en dar cuando recibimos» 6. Libérate de la necesidad de identificarte con tus logros. Cuando te apegas a esos logros y crees que lo estás consiguiendo tú solo es cuando abandonas la paz. 7. Libérate de tu fama. La fama que tienes no está localizada en ti sino en la mente de los demás, por consiguiente, no ejerces ningún control sobre ella. Si te preocupas demasiado por cómo te van a percibir las personas te habrás desconectado de la verdadera intención. Así funciona el ego. Foto...
Combate entre fantasmas
Era un campesino muy supersticioso. Las cosechas le habían ido bien y otro campesino, lleno de envidia y resentimiento, le dijo un día: – El fantasma de mi abuelo se te va a aparecer a partir de esta noche. – Te prevengo, porque mi abuelo era un hombre de genio atroz. – Seguro que su fantasma tiene la misma furia. – ¡Ten mucho cuidado con él! Esta noche, cuando el campesino iba a dormirse, se sobresaltó en la oscuridad de su cuarto. Aterrado, vio flotando en el aire, la faz desvaída, pero enfurecida, de un fantasma. Encendió la luz, presa de la angustia, y no pudo dormir en toda la noche. Esa misma escena se repitió por varios días y el campesino estaba al borde de la desesperación. Tal era su zozobra que fue al monasterio del pueblo y le expuso al lama lo que le sucedía. El lama escuchó con suma atención. Buscó en un baúl y sacó una fotografía, amarillenta de tan vieja. – Mira bien esta fotografia, campesino – dijo el lama En la fotografia se veía el rostro desdibujado de un anciano. – Este era mi abuelo. El hombre más feroz que nadie haya conocido. Su fantasma es terrible, verdaderamente terrible. Mi abuelo era un hombre colérico hasta la brutalidad. Su fantasma, yo lo he visto, es mucho más irritable que fuera mi abuelo en vida. Ahora yo voy a hacer un encantamiento para que el fantasma de mi abuelo se ponga a tu servicio. Cuando aparezca el fantasma del abuelo del campesino que quiere perjudicarte, le lanzas contra él al fantasma de mi abuelo. Te aseguro que el fantasma de mi abuelo lo va a destrozar y nunca más volverás a ser molestado. Ahora vete tranquilamente. Ya veo que va contigo, para custodiarte y ayudarte, el fantasma de mi abuelo. Llegó la noche. El campesino supersticioso se fue a la cama. Apagó la luz. De súbito, se presentó el fantasma que le venía hostigando desde hacía días. Lanzó contra él el fantasma enfurecido y muy violento del abuelo del lama. Fue una pelea tremenda, en la oscuridad hermética del cuarto del campesino. El fantasma del abuelo del lama se impuso en la pelea, golpeó brutalmente al otro fantasma, le redujo y le humilló. Le exigió el juramiento de que jamás volvería a molestar al pacífico campesino y el fantasma, avergonzado, lo juró. Pasaron los días. Nunca el campesino volvió a ser molestado por el fantasma. Muy agradecido llevó algunas verduras al lama. El lama le dijo: – Ahora quiero que durante unos meses medites tal como te voy a enseñar. – Así esclarezcas tu...
El anciano Samurai
Cerca de Tokio vivía un gran Samurai ya anciano, que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario. Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos, apareció por allí. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: Esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos, contraatacaba con velocidad Fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Con la reputación del samurai, se fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama. Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío. Juntos, todos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzó a insultar al anciano maestro. Le arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le gritó todos los insultos conocidos -ofendiendo incluso a sus antepasados. Durante horas hizo todo por provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró. Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron: -¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu espada, aún sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros? El maestro les preguntó: – Si alguien os hace un regalo y vosotros no lo aceptáis, ¿a quién pertenece el obsequio? – A quien intentó entregarlo – respondió uno de los alumnos. – Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos -dijo el maestro-. Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo. Limítate a ser quién eres: sereno, transparente y brillante. Cuando irradiamos lo que somos, cuando sólo hacemos lo que deseamos hacer, esto aparta automáticamente a quienes nada tienen que aprender de nosotros, y atrae a quienes sí tienen algo que aprender y también algo que enseñarnos. Foto portada: Mahir...
La cárcel del odio
Dos hombres habían compartido injusta prisión durante largo tiempo en donde recibieron todo tipo de maltratos y humillaciones. Una vez libres, volvieron a verse años después. Uno de ellos preguntó al otro: – ¿Alguna vez te acuerdas de los carceleros? – No, gracias a Dios ya lo olvidé todo – contestó – ¿Y tú? – Yo continúo odiándolos con todas mis fuerzas – respondió el otro Su amigo lo miró unos instantes, luego dijo: – Lo siento por ti. – Si eso es así, significa que aún te tienen preso. Un cuento de Escrito por Joost Scharrenberg en concarcuentos Foto portada: Alvaro...
Vencer sin utilizar el sable
El maestro de sable Tsukahara Bokuden (1490-1572) estaba en una pequeña barca cuando un rufián empezó a alardear de sus habilidades con el sable. Mientras seguía fanfarroneando, Bokuden se quedó adormilado. Esto enfureció al rufián, que empezó a zarandear a Bokuden, preguntándole qué estilo de sable había aprendido él. Bokuden le dijo: «La escuela de cómo vencer sin utilizar el sable». El rufián desafió a Bokuden a que le hiciera una demostración de esa escuela de nombre tan ridículo. Bokuden asintió, pero sugirió que parasen en una isla cercana para evitar herir a los demás pasajeros, y la barca se desvió. Cuando la barca llegó a la orilla, el rufián saltó, sacó el sable y se colocó en posición. Bokuden se levantó y dio la impresión de estar preparado para seguir a su oponente cuando, de repente, agarró un remo y rápidamente empujó la barca de nuevo hacia el río. Le gritó al desamparado rufián: «¡Eso es vencer al enemigo sin utilizar el sable!». Foto portada: Chris...
Fuego
El maestro Zen Mu-nan sabía que no tenía más que un sucesor: su discípulo Shoju. Un día le hizo llamar y le dijo: – Yo ya soy un viejo, Shoju, y eres tú quien debe proseguir estas enseñanzas. Aquí tienes un libro que ha sido transmitido de maestro a maestro durante siete generaciones. Yo mismo he añadido al libro algunas notas que te serán de utilidad. Aquí lo tienes. Consérvalo como señal de que eres mi sucesor. – Harías mejor en guardarte el libro, replicó Shoju. Tú me transmitiste el Zen sin necesidad de palabras escritas y seré muy dichoso de conservarlo de este modo. – Lo sé, lo sé – dijo con paciencia Mu-nan. Pero aún así el libro ha servido a siete generaciones y también puede ser útil para ti. De modo que tómalo y consérvalo. Se hallaban los dos hablando junto al fuego. En el momento en que los dedos de Shoju tocaron el libro, lo arrojó al fuego. No le apetecían nada las palabras escritas. Mu-nan; a quien nadie había visto jamás enfadado, gritó: – ¿Qué disparate estás haciendo? Y Shoju le replicó: – ¿Qué disparate estás diciendo? Maestro: el guru habla con autoridad de lo que él mismo ha experimentado. Nunca cita un libro. Fuente: El canto del pájaro de Anthony de...
Comentarios recientes