La anciana
La anciana campesina caminaba lentamente, cargando con dificultad un atado de leña para alimentar una hoguera en la que cocinaba. Su rancho era un pedazo de techo caído sobre una pared, formando un espacio triangular dentro de éste. Un joven juez que en su tiempo libre paseaba por el campo, se encontró con ella y conmovido por la edad y las condiciones en las que vivía la humilde mujer, decidió buscar la manera de ayudarla. La señora hablaba en forma alegre y determinada, le contó al juez que comía de lo que crecía en la granja, que tenía algunas gallinas y una vaca que le producían lo indispensable. No había tonos de queja ni de carencia en la conversación de la anciana, todo lo contrario, sus palabras estaban plenas de gratitud y esperanza. Después de haber conversado un buen rato, el juez le preguntó a la campesina: -Disculpe señora, ¿hay alguna forma en la que la pueda ayudar? ¿Tal vez ropa, o medicinas? Si en algo puedo colaborarle solo dígame y con gusto haré lo que pueda. La anciana guardó silencio por un momento, y finalmente respondió: -Muchas gracias, en realidad no necesito nada para mí, pero sí para el viejito. -¿El viejito?-, preguntó el juez. -Sí -continuó la señora-, está muy enfermo, está adentro en la casa, ya no se puede ni levantar, tiene muchos dolores, me toca hacerle todo porque el pobre no puede ni moverse. -¿Y qué tiene su esposo?- replicó el juez, sorprendido. -No es mi esposo -respondió la anciana-, es un viejito que encontré desamparado y ¿cómo lo iba a dejar solito? Por eso desde hace como dos años que lo estoy cuidando. Nadie es tan pobre que no pueda dar, nadie es tan rico que no necesite recibir. Fuente: IRENE VILLA Foto...
La brasa y el fuego
Un hombre, que regularmente asistía a las clases de un grupo de practica, sin ningún aviso dejó de participar en sus actividades. Después de algunas semanas, una noche muy fría el Sensei de aquel grupo decidió visitarlo. Encontró al hombre en casa, solo, sentado frente a una chimenea donde ardía un fuego brillante y acogedor. Adivinando la razón de la visita, el hombre dio la bienvenida al Sensei . Se hizo un grave silencio. Los dos hombres sólo contemplaban la danza de las llamas en torno de los troncos de leña que crepitaban en la chimenea. Al cabo de algunos minutos el Sensei , sin decir palabra, examinó las brasas que se formaban y seleccionó una de ellas, la más incandescente de todas, retirándola a un lado del brasero con unas tenazas. Volvió entonces a sentarse. El alumno prestaba atención a todo, fascinado pero inquieto. Al poco rato, la llama de la brasa solitaria disminuyó, hasta que sólo hubo un brillo momentáneo y el fuego se apagó repentinamente. En poco tiempo, lo que era una muestra de luz y de calor, no era más que un negro, frío y muerto pedazo de carbón. Muy pocas palabras habían sido dichas desde el saludo. El Sensei, antes de prepararse para salir, con las tenazas regreso el carbón frío e inútil, colocándolo de nuevo en medio del fuego. De inmediato la brasa se volvió a encender, alimentada por la luz y el calor de los carbones ardientes en torno suyo. Cuando el Sensei alcanzó la puerta para irse, el alumno le dijo: Gracias por su visita y por su bellísima lección. Regresaré al grupo. Buenas noches…. ¿Por qué se extinguen los grupos? Muy simple: porque cada miembro que se retira le quita fuego y el calor al resto. A los miembros de un grupo vale recordarles que ellos forman parte de la llama y que lejos del grupo pierden todo su brillo. A los líderes vale recordarles que son responsables por mantener encendida la llama de cada uno de los miembros y por promover la unión entre todos ellos, para que el fuego sea realmente fuerte, eficaz y duradero. Como parte del grupo deseo que la llama que nos une siempre este ardiendo no importa si a veces nos molesta tantos mensajes que llegan al chat, lo que importa es estar conectados, en silencio algunos, otros muy activos, los amigos que aquí estamos reunidos nos los puso la vida en nuestro camino para aprender de ellos o para que les enseñemos algo. Mantengamos la llama viva. Aunque algunos se reporten esporádicamente es bueno saber que mantienen Su Llama Encendida. Foto portada: Claudio Sepúlveda...
La distancia del corazón
– ¿Por qué grita la gente cuando está enojada? – preguntó el maestro. – Porque perdemos la calma, por eso gritamos… -, contestó un discípulo. – Pero… ¿Por qué gritar si la otra persona está a tu lado? -, volvió a agregar el maestro. Nadie contestó esta vez y el maestro entonces dijo: – Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir dicha distancia deben de gritar para escucharse. Cuanto más enojados estén, más alejados estarán y tendrán que gritar más para poder escucharse el uno al otro. Sin embargo, cuando dos personas se enamoran, se hablan suavemente porque sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña. Cuando discutas, no dejes que tu corazón se aleje. No digan palabras que te distancien más, pues llegará algún día en que la distancia será tanta que no podrás encontrar el camino de...
El Samurái y el Perro
Había una vez un samurái que solía tener la costumbre de pasear con su perro al cual tenía una gran estima. Un día su perro se alejó de él y jugueteaba con las hojas que caían de los árboles. Más grande fue la sorpresa del samurái, cuando de repente su perro se lanzó corriendo contra él con aire fiero. El samurái, que estaba bien entrenado desenvaino su espada y justo cuando el perro saltó le cortó la cabeza. El samurái no entendió cómo era posible que su fiel perro se hubiera puesto en contra suya. Entonces elevó la cabeza y vio como una serpiente, que estaba en una rama, se estaba acercando peligrosamente a él. Cuando el samurái comprendió que lo que intentaba su perro era salvarle y no lastimarle lloró amargamente. Fue entonces cuando recordó una vieja enseñanza de su maestro: “El sentido de una acción no siempre es fácil de interpretar. Por eso, antes de desenvainar tu espada, asegúrate que esa es tu única opción.” RELATO...
Problemas
Erase una vez un sabio muy conocido que vivía en una montaña del Himalaya. Cansado de convivir con los hombres, había optado por una vida sencilla, y pasaba la mayor parte de su tiempo meditando. Este sabio, como era un hombre muy compasivo, no dejaba de dar un consejo aquí y otro allá. A pesar de todo, éstos aparecían en grupos cada vez mayores y, en cierta ocasión, una multitud se agolpó a su puerta diciendo que en el periódico local se habían publicado que él sabía cómo superar las dificultades de la vida. El sabio les pidió a todos que se sentasen y esperasen. Cuando ya no quedaba espacio para nadie más, él se dirigió a la muchedumbre que esperaba frente a su puerta: -Os os voy a dar la respuesta que todos queréis. Pero debéis prometerme que, a medida que vuestros problemas se solucionen, les diréis a los nuevos peregrinos que me fui de aquí, de manera que yo pueda continuar viviendo en la soledad que tanto anhelo. Contadme vuestros problemas. Alguien comenzó a hablar, pero fue inmediatamente interrumpido por otras personas, ya que sabían que aquélla era la última audiencia pública que el hombre santo daría, y temían que no tuviera tiempo de escucharlos a todos. El sabio dejó que la escena se prolongase un poco más, y por fin gritó: -¡Silencio! Escribid vuestros problemas y dejad los papeles aquí, frente a mí. Cuando todos terminaron, el sabio mezcló todos los papeles en una cesta, pidiendo a continuación: -Id pasando esta cesta de mano en mano, y que cada uno saque un papel y lo lea. Entonces podréis cambiar vuestro problema por el que os ha tocado, o pedir que os devuelvan el papel con el problema que escribisteis originalmente. Todos los presentes fueron tomando una de las hojas de papel, la leyeron, y quedaron horrorizados. Sacaron como conclusión que aquello que habían escrito, por muy malo que fuese, no era tan serio como lo que afligía a sus vecinos. Dos horas después, intercambiaron los papeles, y cada uno volvió a meter en su bolsillo su problema personal, aliviado al saber que su aflicción no era tan dura como se imaginaba. Agradecieron la lección, bajaron la montaña con la seguridad de que eran más felices que los demás, y –cumpliendo el juramento realizado- nunca más permitieron que nadie perturbase la paz de aquel hombre santo. Foto...
Lo que Eres y lo que No Eres
¿Crees que sabes quién eres porque conoces tu nombre, tu profesión, los roles que representas en tu vida, tu carácter, lo que te gusta, lo que no te gusta? Los roles en tu vida son papeles que representas en el teatro del mundo, van cambiando con las épocas del ciclo vital y con tus propios intereses y transformaciones: hombre, mujer, orientación sexual, profesión, estado civil, madre, padre, hijo, hija… Todo eso son papeles cambiantes, roles. Nada de eso eres tú. Pueden desaparecer todos esos roles y sigues siendo. Tu carácter también es algo que puede cambiar. El cerebro es plástico, podemos entrenar nuestra mente y cambiar nuestro estado de conciencia y con ello cambia nuestro ‘carácter’. Lo que nos gusta y no nos gusta también cambia. ¿Te gustan las mismas lecturas, las mismas comidas o bebidas, los mismos lugares de descanso que cuando eras niño o niña o que hace unos años? Tu nombre tampoco te representa. Es sólo una etiqueta. Un conjunto de sonidos que tus padres escogieron y al que estás condicionado o condicionada a responder. Todo eso son etiquetas, son como la ola en el océano. Hermosa pero pasajera. Eres mucho más grande, un Ser mucho más maravilloso que todos esos roles y etiquetas. No eres nada que pueda ser añadido al «Yo Soy». El viaje más difícil y, a la vez, el más extraordinario de tu vida es el que te llevará a conocerte. Si estás leyendo esto y lo comprendes, aunque sólo sea en parte, es que ya has comenzado ese viaje. Fuente: linkcerebromente.blogspot.com Foto portada: Yolanda...
Comentarios recientes