Las ranas
Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo. Todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo. Cuando vieron cuán hondo era el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos prácticos, se debían dar por muertas. Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles. Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió. Ella se desplomó y murió. La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible. Una vez más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que dejara de sufrir y que simplemente se dispusiera a morir, ya que no tenía caso seguir luchando. Pero la rana saltó cada vez con más fuerzas hasta que finalmente logró salir del hoyo. Cuando salió, las otras ranas le dijeron:»nos da gusto que hayas logrado salir, a pesar de lo que te gritábamos». La rana les explicó que era sorda, y que pensó que las demás la estaban animando a esforzarse más y salir del hoyo. Moraleja 1. La palabra tiene poder de vida y muerte. Una palabra de aliento a alguien que se siente desanimado puede ayudar a levantarlo y finalizar el día. 2. Una palabra destructiva dicha a alguien que se encuentre desanimado puede ser lo que lo acabe por destruir. Tengamos cuidado con lo que decimos. 3. Una persona especial es la que se da tiempo para animar a otros. Una referencia relacionada: En los Estados Unidos de Norteamérica, en la NASA, hay un poster muy lindo de una abeja, el cual dice así: «Aerodinámicamente, el cuerpo de una abeja no esta hecho para volar; lo bueno es que la abeja no lo sabe» Foto: Gabriel...
Las puertas del cielo
Un guerrero, un samurai, fue a ver al Maestro Zen Hakuin y le preguntó: «¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo? ¿Dónde están las puertas que llevan a ellos? ¿Por dónde puedo entrar?». Era un guerrero sencillo. Los guerreros siempre son sencillos, sin astucia en sus mentes, sin matemáticas. Sólo conocen dos cosas: la vida y la muerte. El no había venido a aprender ninguna doctrina; sólo quería saber dónde estaban las puertas, para poder evitar la del infierno y entrar en el cielo. Hakuin le respondió de una manera que sólo un guerrero podía haber entendido. «¿Quién eres?», le preguntó Hakuin. «Soy un samurai», le respondió el guerrero. En Japón, ser un samurai es algo que da mucho prestigio. Quiere decir que se es un guerrero perfecto, un hombre que no dudaría un segundo en arriesgar su vida. «Soy un samurai, un jefe de samuráis. Hasta el Emperador mismo me respeta», dijo. Hakuin se rió y contestó: «¿Un samurai, tú? Pareces un mendigo». El orgullo del samurai se sintió herido y olvidó para qué había venido. Sacó su espada y ya estaba a punto de matar a Hakuin cuando éste le dijo: «Esta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, te abren la puerta». Esto es lo que un guerrero puede comprender. Inmediatamente el samurai entendió. Puso de nuevo la espada en su cinto y Hakuin dijo: «Aquí se abren las puertas del cielo». El cielo y el infierno están dentro de ti. Ambas puertas están dentro de ti. Cuando te comportas de forma inconsciente, estás en las puertas del infierno; cuando estás alerta y consciente, estás en las puertas del cielo. La mente es el cielo, la mente es el infierno y la mente tiene la capacidad de convertirse en uno de ellos. Pero la gente sigue pensando que existe en alguna parte, fuera de ellos mismos… El cielo y el infierno no están al final de la vida, están aquí y ahora. A cada momento las puertas se abren… en un segundo se puede ir del infierno al cielo, del cielo al infierno. OSHO...
Crecer a tu ritmo
El Maestro siempre permitía que cada cual creciera a su propio ritmo. Que se sepa, nunca pretendió “presionar” a nadie. Y él mismo lo explicaba con la siguiente parábola. Una vez, al observar un hombre como una mariposa luchaba por salir de su capullo, con demasiada lentitud para su gusto, trató de ayudarla soplando delicadamente. Y en efecto, el calor de su aliento sirvió para acelerar el proceso. Pero lo que salió del capullo no fue una mariposa, sino una criatura con las alas destrozadas. Cuando se trata de crecer, concluyó el Maestro, no se puede acelerar el proceso, porque lo único que puede conseguirse es abortarlo. Fuente: ¿Quién puede hacer que amanezca? de Anthony de...
¿Como se abrió el sendero?
Cierto día el espíritu del viejo bosque observó como un pequeño becerro se alejaba de su manada y emprendía una solitaria búsqueda para regresar a su hogar… El becerro tuvo que atravesar un bosque virgen para volver a su pastura. Siendo animal irracional, abrió un sendero tortuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando colinas. Al día siguiente, un perro que pasaba por allí usó ese mismo sendero para atravesar el bosque. Después fue el turno de un carnero, líder de un rebaño, que, viendo el espacio ya abierto, hizo a sus compañeros seguir por allí. Más tarde, los hombres comenzaron a usar ese sendero: entraban y salían, giraban a la derecha, a la izquierda, descendían, se desviaban de obstáculos, quejándose y maldiciendo, con toda razón. Pero no hacían nada para crear una nueva alternativa. Después de tanto uso, el sendero acabó convertido en un amplio camino donde los pobres animales se cansaban bajo pesadas cargas, obligados a recorrer en tres horas una distancia que podría haber sido vencida en treinta minutos, si no hubieran seguido la vía abierta por el becerro. Pasaron muchos años y el camino se convirtió en la calle principal de un poblado y, posteriormente, en la avenida principal de una ciudad. Aún hoy día todos se quejan del tránsito, porque el trayecto es el peor posible. Mientras tanto, el viejo y sabio bosque continua riendo y reflexionando, al ver que los hombres tienen la tendencia a seguir como ciegos el camino que ya está abierto…sin preguntarse nunca si aquélla es la mejor elección. Autor anónimo Cortesía de Prof. Fernando A Cartofiel; Fuente: bu-jutsu.dk/IBF Foto portada: Ramon...
El Ego Herido
Vas conduciendo por la circunvalación o por las calles de la ciudad y alguien te grita: ‘¡Gilipollas!’, inmediatamente abres la ventanilla y sientes una compulsión de gritar algo más grande, sin darte cuenta estás respondiendo: ‘¡Hijo puta!’, o le sacas el dedo, o algún otro gesto grosero. Preparas la fiesta de fin de curso de los niños, o una obra de teatro para el final del curso, y en las palabras que pronuncia el director o directora, no te menciona ni te agradece tu esfuerzo; llegas a casa con desilusión, con enfado, con tristeza, se lo comentas a tu pareja, a tus amistades, sientes que te han ninguneado, y durante un tiempo no te lo puedes quitar de la cabeza, te gustaría que reconociera públicamente tu trabajo y tu esfuerzo y que pidiera disculpas por no haberlo hecho antes. Saludas a un vecino al cruzarte con él o ella, ‘buenos días’, y no te contesta ni te mira; probablemente es algo que le contarás a varias personas y que se repetirá en tu mente varios días, ‘¡será posible, lo maleducado que es!’ Te enteras que alguien, un conocido o conocida, un familiar, un colega, está diciendo cosas de ti negativas a tus espaldas; otra vez se lo comentas a tus amigos, a tu pareja, a tus hermanos o hermanas, a tu madre… y durante un tiempo tampoco logras quitártelo de la cabeza, durante un tiempo insultas y ‘machacas’ a esa persona dentro de tu mente, durante un tiempo crees que estarías mejor, que te quedarías en paz, si esa persona le dice a todas esas personas que se ha equivocado juzgándote de esa manera. A tu pareja se le olvidó que hoy era vuestro aniversario, o tu santo… el enfado y las verbalizaciones y pensamientos sobre su egoísmo y que ‘va a lo suyo’ y que ‘sólo piensa en sí’, se repiten durante muchos días; incluso lo recuerdas años después, y todavía lo puedes echar en cara en alguna discusión, necesitas que repare el olvido con algún detalle diez veces más grande, necesitas que se acuerde y te pida disculpas por su olvido reflejo de su egoísmo. Alguien se dirige a ti de malos modos, con voces, o con cólera, incluso te insulta; de nuevo, esas palabras, como un eco, se repiten sin cesar en tu mente, de nuevo, se lo cuentas a aquellas personas con las que tienes confianza, de nuevo insistes en que lograrás paz y calma en tu mente cuando esa persona te pida disculpas y se retracte. Estos hechos, incluso los más aparentemente triviales, se pueden repetir sin cesar en la mente, dándole vueltas sin...
El vaso con agua
Un conferenciante hablaba sobre el manejo de la tensión. Levantó un vaso con agua y preguntó al auditorio: – ¿Cuánto creen ustedes que pesa este vaso con agua? Las respuestas variaron entre veinte y quinientos gramos. Entonces el conferencista comentó: – No importa el peso absoluto. Depende de cuánto tiempo voy a sostenerlo. Si lo sostengo por un minuto, no pesa nada. Si lo sostengo durante una hora, tendré un dolor en mi brazo. Si lo sostengo durante un día completo, tendrán que llamar una ambulancia. Y es exactamente el mismo peso, pero cuanto más tiempo paso sosteniéndolo, más pesado se va volviendo. Y concluyó: – Si cargamos nuestros pesos todo el tiempo, más pronto o más tarde, ya no seremos capaces de continuar, la carga se irá volviendo cada vez más pesada. Lo que tienes que hacer es dejar el vaso en algún lugar y descansar un poco antes de sostenerlo nuevamente. Tienes que dejar la carga de lado periódicamente, ¡De la forma que sea! Es reconfortante y te vuelve capaz de continuar. Entonces, antes de que vuelvas esta noche a tu casa, deja afuera el peso, en un rincón. No lo cargues hasta tu casa. Mañana podrás recogerlo otra vez, al salir. Fuente: Irene Villa Foto...
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