El más sabio
Jul13

El más sabio

Cuentan que una vez, tres ilustrados monjes viajaban por Turquía con deseos de disputar con los hombres más sabios del país. Preguntaron entonces al sultán a quién podían dirigirse y éste les habló de un maestro sufí muy famoso en la zona. Los monjes explicaron que estaban interesados en conocerlo porque cada uno tenía una pregunta existencial y mística que hacerle. Entonces el sultán mandó llamar al maestro al palacio. -Dejemos que hagan sus preguntas– dijo el maestro confiado cuando le explicaron la razón de la visita de los monjes. El primer monje se puso de pie y preguntó: – ¿Dónde está el centro de la tierra? – En este momento, ese punto está exactamente bajo la pata derecha de mi asno –respondió con seguridad-. Si no me crees, mide la tierra y lo comprobarás. El primer monje se fue y el segundo preguntó con mala intención: – ¿Cuántas estrellas hay en en cielo? – Tantas como pelos tiene mi asno. – ¿Cómo puedes probarlo? – Si no me crees, cuéntalos con total libertad – respondió el sufí. – ¿Cómo puedo contar todos los pelos del animal? – protestó el monje. – Tan fácil como puedas contar las estrellas del cielo El segundo monje dio un paso atrás, confundido, y el tercer monje se puso de pie: – ¿Cuántos cabellos crees que tengo en la barba? – preguntó – Tantos como tiene mi asno en la cola – ¿Cómo puedes probarlo? – Es fácil – contestó el maestro con firmeza -, simplemente arranquemos los pelos de tu barba y los de la cola de mi asno uno por uno y así sabremos el resultado. Al tercer monje no le entusiasmó la idea y también se retiró, muy impresionado. Los tres estuvieron de acuerdo en que habían sido derrotados. Maestro: existe una sola posibilidad de encontrar respuestas dignas, y es formulando preguntas inteligentes.  A palabras necias, oídos sordos. Fuente: Cuentos Sufis, la filosofía de lo simple Foto portada: Jose Luis...

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Mis cuatro pilares básicos
Jul06

Mis cuatro pilares básicos

Creo que es importante hacerse una reflexión, ¿soy lo mejor que puedo ser?. Casi seguro que todos pensamos que podríamos ser un poco mejor, unos como goshindokas, otros como persona y otros en cualquier otra faceta de nuestra vida. Yo personalmente creo que puedo hacer muchas cosas mejor, que me puedo equivocar en ciertas cosas y acertar en otras, pero cada día intento ser mejor persona y profesor. Hay cuatro pilares que para mí son fundamentales para conseguir esto; el respeto, la humildad, el trabajo e intentar ser un ejemplo dentro y fuera del tatami. Quiero analizar estos cuatro puntos, uno por uno, para que podáis entender el significado que tienen cada uno de ellos en mi forma de entender la vida en general y las artes marciales en particular. Humildad Todos tenemos una serie de expectativas cuando empezamos algo, pensamos en la mayoría de los casos, sobre cuando llegaremos a conseguir ese preciado objetivo que me he marcado al empezar, pero la realidad y las expectativas muchas veces no van a la misma velocidad. Llevo 35 años practicando artes marciales y 27 años como profesor, durante este tiempo he tenido que compartir tatami, ya sea como alumno o como profesor, con “Egos” muy distintos. Personas a las que les cuesta enormemente no tener que demostrar a los demás continuamente el nivel que tienen, y que además, tienen la necesidad de que todos se enteren de ello. He dado clase a cientos de cinturones negros que venían de otras disciplinas y que se iban a iniciar en una nueva, y es asombroso ver las caras de una gran mayoría de ellos cuando les digo que se tienen que poner el cinturón blanco otra vez. Este hecho les provoca a algunos una cierta dificultad para asimilar que empiezan una nueva disciplina, pareciendo como si les desposeyera de ese cinturón negro que tanto esfuerzo les ha costado conseguir. Esto precisamente es una de las principales razones por las cuales muchos sienten la necesidad de demostrar a los demás que “realmente” no tienen ese nuevo grado que les ha sido impuesto, sino que son Cinturones negros y que no están a la misma altura que los demás. Todos compartimos tatami, unos saben más, otros tienen más aptitudes, unos lo viven de una manera y otros de distinta forma, unos están más implicados y otros menos, unos con un grado más alto y otros empezando, pero todos, ante todo somos compañeros. Nadie es más que nadie, y nadie puede hacer sentir a ningún compañero que es menos que otro. Todos somos indispensables para que el otro avance y debemos aceptar con humildad la...

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La flecha envenenada
Jun12

La flecha envenenada

La flecha envenenada: La parábola budista que nos pone frente a frente con nuestro mayor error. Buda, en la búsqueda de la iluminación, también intentaba descubrir cómo liberarnos de la ignorancia y el sufrimiento. Al igual que otros grandes sabios del pasado, propuso una filosofía práctica que nos anima a centrarnos en las cosas más sencillas como una vía para alcanzar metas mayores. El taoísmo lo resumió perfectamente en una frase: un camino de mil kilómetros empieza por un solo paso. Sin embargo, en la vida cotidiana nos resulta difícil aplicar estas enseñanzas. La parábola de la flecha envenenada En el Majjhima Nikaya, una colección de textos atribuidos a Buda que forman parte del Canon Pali, podemos encontrar la “parábola de la flecha envenenada”. Gautama Buda le contó esta historia a un discípulo que se mostraba impaciente por escuchar del maestro las respuestas a las “14 preguntas sin respuesta” relacionadas con cuestiones metafísicas como la vida después de la muerte. «Hubo una vez un hombre que fue herido por una flecha envenenada.   Sus familiares y amigos querían procurarle un médico, pero el enfermo se negaba, diciendo que antes quería saber el nombre del hombre que lo había herido, la casta a la que pertenecía y su lugar de origen.   Quería saber también si ese hombre era alto, fuerte, tenía la tez clara u oscura y también deseba conocer con qué tipo de arco le había disparado, y si la cuerda del arco estaba hecha de bambú, de cáñamo o de seda.  Decía que quería saber si la pluma de la flecha provenía de un halcón, de un buitre o de un pavo real…  Y preguntándose si el arco que había sido usado para dispararle era un arco común, uno curvo o uno de adelfa y todo tipo de información similar, el hombre murió sin saber las respuestas».   Al leer la parábola la primera idea que nos viene a la mente es que la actitud del hombre herido es absurda y necia. Sin embargo, Buda nos está diciendo que todos nos comportamos de la misma manera sin darnos cuenta. De cierta forma, todos estamos heridos con esa flecha envenenada ya que, antes o después, moriremos. Sin embargo, vivimos sin ser plenamente conscientes de nuestra mortalidad, por lo que a menudo le damos una importancia excesiva a cosas intrascendentes que nos impiden disfrutar del presente sumiéndonos en un estado de preocupación innecesario. Extracto de un artículo de Jennifer Delgado Suárez...

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Excelente reflexión

Un ratón mirando por un agujero de la pared, ve al granjero y su esposa abrir un paquete. Quedo aterrorizado al ver que era una trampa para ratones! Fue corriendo al patio a advertirle a todos. Hay una ratonera en casa! hay una ratonera! La gallina que estaba cacareando y escarbando le dice: «disculpe señor ratón yo entiendo que es un gran problema para Ud., pero no me perjudica en nada», entonces fue hasta el cordero y le dice lo mismo: «disculpe señor ratón pero no creo poder hacer algo mas que pedir por Ud. en mis oraciones», el ratón se dirigió a la vaca y ella le dijo: «Pero acaso estoy en peligro? pienso que no! dijo la vaca», el ratón volvió a la casa, preocupado y abatido para encarar a la ratonera del granjero. Aquella noche se oyó un gran barullo como el de la ratonera atrapando su víctima, la mujer corrió a ver que había atrapado!!! En la oscuridad ella no vio que la ratonera atrapó la cola de una serpiente venenosa. La serpiente veloz mordió a la mujer, el granjero la llevo inmediatamente al hospital, ella volvió con fiebre alta. El granjero para reconfortarla le preparo una nutritiva sopa, agarro el cuchillo y fue a buscar el ingrediente principal: la gallina; como la mujer no mejoro los amigos y vecinos fueron a visitarlos, el granjero mato al cordero para alimentarlos, la mujer no mejoro y murió, el esposo vendió la vaca al matadero para cubrir los gastos del funeral..! La próxima vez que alguien te cuente su problema y creas que no te afecta por que no es tuyo y no le prestes atención, piénsalo dos veces, el que no vive para servir no sirve para vivir. El mundo no anda mal por la maldad de los malos sino por la apatía de los buenos…Así que cuando alguien necesite de ti por sus problemas tiéndele la mano o dale una palabra de...

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Libertad

Érase una vez un hombre, un hombre bueno y luchador por la libertad. Viajando por las montañas, un día se detuvo en un caravasar para pasar la noche. Y así fue cómo se sorprendió al ver a un hermoso loro en una jaula de oro repitiendo incesantemente “¡Libertad! ¡Libertad!”. La geografía del lugar permitía que esas palabras se hicieran eco en los valles, en las montañas. El hombre pensó para sí, “he visto muchos loros y siempre creí que deben desear liberarse de sus jaulas… pero nunca encontré uno que durante todo el día, desde el alba hasta el crepúsculo, clamara por su libertad”. Así tuvo una idea… Entrada ya la noche, cuando el dueño del loro se encontraba profundamente dormido, abrió la puerta de la jaula y le murmuró al loro “ahora sal”. Grande fue su sorpresa cuando vio que el loro se aferraba a los barrotes de la jaula. El hombre le susurraba una y otra vez “¿Te has olvidado acaso de la libertad? ¡Sal ahora! La puerta está abierta y tu dueño duerme. Nunca nadie se dará cuenta. Vuela hacia los cielos, todo el cielo te pertenece”. Sin embargo, el loro seguía aferrándose fuerte y enérgicamente a la jaula. El hombre exclamó: “¿Qué te sucede? ¿Estás demente?”. Tomó al loro con sus propias manos, pero éste comenzó a clavarle su pico mientras al mismo tiempo gritaba “¡Libertad! ¡Libertad!”. Los valles de la noche repetían y repetían esas palabras y el hombre era obstinado, después de todo era un luchador por la libertad. Finalmente pudo arrancar al loro de la jaula y lanzarlo a los cielos. Se sentía muy satisfecho, a pesar de las heridas en sus manos. El loro lo había atacado con ferocidad pero el hombre se sentía inmensamente satisfecho por haber liberado un espíritu prisionero. Y se fue a dormir. Cuando abrió los ojos a la mañana siguiente, escuchó las palabras “¡Libertad! ¡Libertad!”. Quizás el loro esté sentado en una roca o en un árbol- se dijo a sí mismo. Cuando se levantó, pudo ver al loro sentado en su jaula. La puerta estaba abierta… Foto portada: Bill...

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El Sabio y el Rey
May19

El Sabio y el Rey

Un Rey soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un Sabio para que interpretase su sueño. “¡Qué desgracia, mi señor!” exclamó el Sabio, “Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad”. “¡Qué insolencia!” gritó el Rey enfurecido, “¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!” Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos. Más tarde ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Rey con atención, le dijo: “¡Excelso señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes”. Se iluminó el semblante del Rey con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: “¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer Sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro”. “Recuerda bien, amigo mío”, respondió el segundo Sabio, “que todo depende de la forma en el decir… uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse”. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, mas la forma en que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado. Foto: imagenes...

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