Sexto sentido
Tajima no kami paseaba por su jardín una hermosa tarde de primavera. Parecía completamente absorto en la contemplación de los cerezos al sol. A algunos pasos detrás de él, un joven servidor le seguía llevando su sable. Una idea atravesó el espíritu del joven: «A pesar de toda la habilidad de mi Maestro en el manejo del sable, en este momento sería fácil atacarle por detrás, ahora que parece tan fascinado con las flores del cerezo». En ese preciso instante, Tajima no kami se volvió y comenzó a buscar algo alrededor de sí, como si quisiera descubrir a alguien que se hubiera escondido. Inquieto, se puso a escudriñar todos los rincones del jardín. Al no encontrar a nadie, se retiró a su habitación muy preocupado. El servidor acabó por preguntarle si se encontraba bien y si deseaba algo. Tajima respondió: – Estoy profundamente turbado por un incidente extraño que no puedo explicarme. Gracias a mi larga práctica de las artes marciales, puedo presentir cualquier pensamiento agresivo contra mí. Justamente cuando estaba en el jardín me ha sucedido esto. Pero aparte de ti no había nadie, ni siquiera un perro. Estoy descontento conmigo mismo, ya que no puedo justificar mi percepción. El joven servidor, después de saber esto, se acercó al Maestro y le confesó la idea que había tenido, cuando se encontraba detrás de él. Humildemente le pidió perdón. Tajima no kami se sintió aliviado y satisfecho, y volvió al jardín....
Alejandro Magno y Diógenes
Alejandro Magno cuando este se dirigía a la India se encontró con Diógenes, el místico griego. Era una mañana de invierno, soplaba el viento y Diógenes descansaba a la orilla de un río, sobre la arena, tomando el sol desnudo. Era un hombre hermoso. Cuando el alma es hermosa, surge una belleza que no es de este mundo… Alejandro no podía creer la belleza y la gracia que tenía aquel hombre y le dijo: -Señor -jamás había llamado «Señor» a nadie en su vida-, señor me ha impresionado mucho su persona, además he oído hablar de su gran sabiduría. Me gustaría hacer algo por usted, ¿Qué podría hacer yo por usted? – Muévete un poco hacia un lado, pues me estás tapando el sol, esto es todo, no necesito nada más – dijo Diógenes. -Si tengo una nueva oportunidad de volver a la tierra, le pediré a Dios que me convierta en Alejandro de nuevo y si esto no es posible, que me convierta en Diógenes – dijo Alejandro Diógenes se rió y dijo: -¿Quién te impide serlo ahora mismo? ¿Adónde vas? Durante meses he visto pasar ejércitos, ¿a dónde van? ¿Para qué?. -Voy a la India a conquistar el mundo entero -dijo Alejandro. -¿Y después que vas a hacer? -preguntó Diógenes. -Después voy a descansar. -Estás loco. Yo estoy descansando ahora. No he conquistado el mundo y no veo que necesidad hay de hacerlo. Si al final quieres descansar, ¿por qué no lo haces ahora? Y te digo más si no descansas ahora nunca lo harás. Morirás. Todo el mundo se muere en el camino, en medio del viaje. Alejandro se lo agradeció y le dijo que le recordaría, pero que ahora no podía detenerse. Alejandro cumplió su destino de conquistador pero no le dio tiempo de descansar antes de morir. Fuente: Internet, autor...
La mente sin proyecciones
Siempre he sentido una gran fascinación por la prehistoria. Cuando era estudiante tuve la oportunidad de colaborar en las excavaciones de la Cueva del Castillo, en Puente Viesgo (Cantabria). Me encantaba ese trabajo, excavar en una pequeña cuadrícula, pasar el cedazo por la tierra recogida, recoger cuidadosamente todos los fragmentos… Disfrutaba enseñando las cuevas y sus pinturas, algo que hacía ocasionalmente, cuando en pleno agosto los guías estaban a tope (en aquellos tiempos las reglas eran algo más flexibles, creo). Pero lo que más adoraba era entrar con los profesores, arqueólogos y arqueólogas, en las cuevas que el público no podía visitar, cuyo acceso era más difícil y que no disponían de luz eléctrica, entrar a gatas por los pequeños corredores y permanecer en una pequeña cavidad, en la que sólo cabían dos o tres personas, y observar las paredes llenas de pinturas. Estar allí, en ese pequeñísimo espacio, que evidentemente fue tan sagrado y especial hace más de 40.000 años, me hacía sentir, en mi mente joven, como si estuviera entrando, como si estuviera entreabriendo ligeramente la puerta de un espacio muy íntimo, muy privado; un espacio que me permitía, de alguna forma sentirme un poquito más cercana a aquellos hombres y mujeres del pasado. El hecho de que cada cosa que viera o descubriera provocará más preguntas que respuestas me resultaba, y me resulta, fascinante. Tuve la inmensa suerte, también, de poder visitar las cuevas de Altamira en varias ocasiones, no sólo de pequeña con mis padres, (visita que no recuerdo en absoluto porque era demasiado pequeña), sino de adulta cuando ya había crecido en mí esa pasión; visitas organizadas y facilitadas por mi gran amigo Pepe, que entonces vivía en esas tierras del Norte, que me habían visto nacer a mí y que él adoptó durante un tiempo como suyas. La impresión y la emoción que me producían esas pinturas, la sensación de viveza, es absolutamente inimaginable, ninguna foto puede reproducir la perfección y el volumen que esos artistas de nuestro pasado remoto supieron reflejar sobre la roca. Siempre que viajo y hay alguna cueva con pinturas procuro visitarla. Si hay restos de construcciones Neolíticas, también. Dólmenes, menhires, cromlechs, siempre que están cerca, son una parte importante en mis viajes. Mi marido me acompaña en esas búsquedas y ha aprendido a amarlo también o, por lo menos, a acompañarme en mi pasión. La última visita que me dejó impresionada fue la de los menhires de Monteneuf en la Bretaña francesa. Allí hay más de 400 menhires, de los cuales los arqueólogos han logrado levantar en su posición inicial 42; el resto siguen tumbados, medio enterrados en...
Así es la vida
– Que tal viene el algodón? – “Aquí no se da”. Respondió quejoso. – ¿Y que tal las frutillas? – “Aquí no se dan”. ¡Es una lastima! – Agrego. – ¿Y los tomates? – “No, aquí no se dan”. Contesto en el mismo tono. – ¿Qué extraño! Respondio sorprendido el interlocutor, porque del otro lado de la costa, enfrente mismo de sus tierras, he visto abundantes plantaciones de algodón, frutillas y tomates. – Ah, si… conozco el hecho. Explicó el hombre del campo, pero allá, es que los cultivan. (anónimo)...
La sospecha
Un hombre perdió su hacha; y sospechó del hijo de su vecino. Observó la manera de caminar del muchacho – exactamente como un ladrón. Observó la expresión del joven – idéntica a la de un ladrón. Observó su forma de hablar – igual a la de un ladrón. En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable de hurto. Pero más tarde, encontró su hacha en un valle. Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos y acciones del muchacho le parecían muy diferentes a los de un ladrón. Autor: Lie Zi....
La Unión es Importante
Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y además se pasaba el tiempo golpeando. El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo, dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo. Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. Y la lija estuvo de acuerdo, a condición que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto. En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble. Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo: Señores, ha quedado demostrado que todos tenemos defectos, pero el Carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. “Es fácil encontrar defectos. Pero encontrar cualidades, eso es para los espíritus superiores que son capaces de inspirar todos los éxitos humanos”....
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