Ser Agradecidos
Oct22

Ser Agradecidos

Gustavo A. Reque CN-6ºDan La tendencia natural del ser humano desde la edad más temprana no camina dentro de la senda del agradecimiento como cualidad positiva natural. El agradecimiento no es ni una virtud moral, ni tampoco una actitud natural que adorna al ser humano, todo lo contrario; es un fenómeno que exige la voluntad de reconocer que uno ha sido beneficiado por la generosidad de otra persona, que el benefactor ha dispensado un beneficio que acarrea algún tipo de coste personal y que el beneficio tiene valor a los ojos del beneficiado. Todo ello no lo regalan la naturaleza, ni los genes, sino que es algo que tiene que «entrenarse» por medio de la voluntad, la constancia, un poco de esfuerzo, y un alto grado de concienciación. Albert Einstein refirió en varias ocasiones que debía recordar diariamente -más de cien veces- que toda su vida y su obra dependían del esfuerzo de otras muchas personas, vivas y ya muertas. La gratitud supone devolver un bien. Es la sensación que se experimenta cuando somos conscientes de que el favor que recibimos es valioso para nosotros, costoso para el que lo dispensa, dado con buenas intenciones y sin pretensiones de reciprocidad ni obligaciones. La grandeza del que da esta en el «dar», y la del que recibe está en «dar las gracias». Por desgracia, (para ellas), las personas desagradecidas no reconocen el gesto de su benefactor e incluso llegan a creer que este actúa movido por algún tipo de interés. La gratitud precisa que la persona que recibe el bien reconozca que ha recibido algo bueno para si mismo, y sienta de alguna manera, que debe devolver el favor (con un «gracias» es suficiente). Sin embargo, la persona que no siente la gratitud no solo no reconoce el bien recibido, sino que tampoco percibe el beneficio, y consecuentemente, tampoco siente la necesidad de devolver el favor, ni tan siquiera con un simple «gracias». Peor aún es el caso del ingrato, que incluso encuentra defectos en lo que ha recibido, desconfía de los motivos que han impulsado al benefactor, y puede llegar a devolver un mal por un bien. Es importante, y bueno para la salud tanto física como mental, que demos las gracias frecuentemente. Al principio, como un ejercicio de reconocimiento, después como algo imprescindible que nos hace sentir muy bien, y más tarde como una «droga» que nos hace sentir los más altos grados de buenas emociones, felicidad y optimismo. Los beneficios del que da las gracias frecuentemente se manifiestan desde afrontar mejor el estrés diario, hasta recuperarse antes de las enfermedades. Sucede todo lo contrario con el ingrato,...

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Desde la Ignorancia a la Sabiduría

Gustavo A. Reque CN-6ºDan Para alcanzar el estado mental de sabiduría, que no es otro que -un estado mental en el que se vive muy bien- sólo hacen falta dos ingredientes: la voluntad y el aprendizaje. El primero tiene que ver con el deseo y el segundo con la pereza. El aprendizaje nace en un deseo que nos conduce al conocimiento y de ahí a la sabiduría, pero no confundamos el conocimiento con la sabiduría. El conocimiento te ayudará a ganarte la vida, mientras que la sabiduría, a construirla. No obstante, ambos tienen un denominador común: el proceso de aprendizaje., Cuando comienzas a preocuparte por algo, maravillosa preocupación, comienzas a darte cuenta de la ignorancia en la que vives. Este «darse cuenta», implica un grado de reconocimiento y de humildad que te llevará hacia el desarrollo de tu conciencia. Después entrarás en la fase de la recolecta de información sobre el tema que te preocupa y más tarde conocerás sobre el tema y te harás un experto en ello. El ego estará siempre al acecho y fácilmente caerás en la soberbia del erudito -una pesadez insufrible para el que te escuche de la que solo podrás librarte con la humildad del que muestra, pero no inculca o presume. Por fin, llegarás a la fase de sabiduría que es premio más valioso al que puedas llegar con tu mente humana. Al iniciarte, en la fase de la ignorancia, no sabes cuánto sabes (nacemos sabiendo todo, pero creemos que lo hemos olvidado), irás reconociendo todo lo que te enseñen y lo percibirás con una sensación de «ya lo sabía, pero no sabía como reconocerlo». El ego tiene una capacidad inmensa para convencer a ti mismo de que «lo sabes todo, sin saber de nada». Opina sin saber y juzga sin conocer. Así, se infiltra en lo más puro de tu vida que es aprender. Cuando comienzas a informarte, lo cual implica un gran esfuerzo, descubres cuánto no sabes, es el «solo sé que no sé nada» del filosofo griego. Una vez que conoces del tema descubres cuánto sabes y si el ego sigue dominándote, entonces entrarás en la vertiginosa espiral de las comparaciones con otros que «saben menos o quizá, más que tú». Todos conocemos lo insufrible que es estar un rato hablando con un pedante; un erudito con ego que habla desde el púlpito de la soberbia. Por fin, si llegas a la sabiduría con consciencia y por lo tanto sin ego, descubrirás que, ya no sabes cuánto sabes. Desde ese estado, la vida se transforma en una sucesión de acontecimientos vividos con total plenitud. Es el conocido vivir «aquí...

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¿Por qué practicamos las Artes Marciales?

Gustavo A. Reque CN-6º Dan Qué hacemos, es la forma menor de practicar artes marciales: producir energía. Cómo lo hacemos: son las sensaciones que se producen mientras generamos esa energía y esta es la manera de transformar lo mediocre en excelente. En el primer caso, solo se movilizan las endorfinas cerebrales (sensaciones de placer y hormonas regeneradoras) -lo cual por si mismo es una gran cosa en el mundo físico-, en el segundo aparece una conciencia nueva a través de las sensaciones que nos conectan con el universo entero, esas sensaciones son el hilo conector con el Ki. La memorización de las técnicas y lo físico, es importante, pero el estudiante que busca lo profundo, debe ser consciente de cada acción que se realice en cada momento, por eso uno de los veinte preceptos de O Sensei Funakoshi, dice: «sé serio en el entrenamiento». En palabras más llanas, lo que está diciendo es: «pon todo tu ser en lo que estas haciendo para que la mente se desvanezca en la acción y se libere el Ki que circula por ti» -en estas condiciones el ki toma la forma de sensación. El entrenamiento duro de las artes marciales, en realidad, lo que pretende es encontrar la liberación de la cárcel de la mente. Cuando el practicante no piensa mientras está realizando un gesto, entra en estados de conciencia muy elevados. Esto se manifiesta cuando observamos el «aquí y ahora», donde todos somos iguales no importando rangos, culturas o colores de piel, no hay juicios, de haberlos, estarás perdiendo el tiempo y acabarás perdido en el mundo de la mente que te llevará antes o después a la frustración. Por eso, durante las prácticas físicas, se debe dar primacía a las sensaciones sobre la memoria. Podrás hacer un gran ejercicio de memoria y una impresionante realización física, pero mientras no observes durante la acción cómo tu energía se transforma en movimiento, en sensación o en emoción, entonces tu arte estará vacío de contenido y lleno de forma. ¿Qué importa más, el agua, el vaso que contiene el agua o la función del agua? Este es el gran dilema que tienes que resolver antes de iniciarte en cualquier arte marcial. El agua es, la esencia de tu ser; la función del agua, la utilidad que quieras darle al arte y; el vaso, es el ego duro y esplendoroso. Por eso, los personajes más ególatras de la historia siempre han querido beber en copas de oro… ¿Qué te importa más los movimientos (la forma) que perderás con la edad, o lo que encuentres de tu ser actualmente ocultado por el ego? La emoción...

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El Kiai del maestro Taisen Deshimaru
Dic09

El Kiai del maestro Taisen Deshimaru

Gustavo A. Reque CN-6ºDan En una Zanchin (reunión de fin de semana para practicar la meditación durante periodos no inferior a siete horas), celebrada en Casablanca, Marruecos, mi maestro, el venerable monje Deshimaru, contesto lo siguiente acerca del kiai practicado en los dojos de karate o kendo: «El kiai, grito cuya fuera vibratoria paraliza al adversario durante un instante, puede compararse al kwatz de los Maestros Zen Rinzai, que sirve para producir un choque y despertar al discípulo. En mi opinión es inútil repetirlo sucesivamente; una vez es suficiente, pero una verdadera auténtica vez. Lanzad pues ese grito de una manera total, que salga del hara, del bajo vientre, de ese lugar que los japoneses llamamos kikai: el océano de energía. Para esto, hay que aprender la respiración Zen que es también la del Budo: expirar lentamente lo más profundamente posible. Al final de la expiración la energía está en su punto culminante. El kiai es la mezcla de esa expiración con una voz fuerte; es necesario que el sonido Ascienda de una manera naturalmente profunda. Para esto, evidentemente, hay que saber respirar, lo cual es raro. Después del zazen, cuando hago la ceremonia y cantamos el Hannya Haramita Shingyo, el Sutra dela Gran Sabiduría, lo hago para el entrenamiento general dela respiración: la voz está entonces obligada a ir hasta el final de la expiración. Es un buen entrenamiento para el kiai. Kiai se descompone en ki: energía y ai: unión; significa pues la unión de la energía. Un solo grito, un solo instante en el que se encuentra todo el espacio – tiempo, todo el cosmos. ¡Kiai! (El maestro Deshimaru lanzó entonces un grito aterrador, un rugido que sorprende a todo el mundo, y después estalla en risas.) Pero el kiai que se lanza en los dojos de artes marciales, como en el Hannya Shingo cantado en los dojos Zen, nunca se encuentra esta fuerza: de hecho, las gentes lanzan gritos modulados según su personalidad, hacen decoraciones sonoras. No hay nada de auténtico o de bravo en eso. Ninguna fuerza. Canto ruido: es todo. Nada de ki en sus kiai. ¡Nada de energía!» Se preguntó entonces : ¿porqué? «¡Porque no saben respirar! Nadie les ha enseñado. Y además, es muy largo saber enseñar a la manera de un verdadero maestro de Budo o de Zen. ¡No es la altura de la voz lo que hace el poder del sonido! ¡El sonido debe partir del hara, no de la garganta! Observar como maúlla un gato o ruge un león: eso es kiai. Entrenaros en la respiración, pero no busquéis poder alcanzar un poder mágico con vuestro kiai: tanto...

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Meditación Zen

Gustavo A. Reque CN-6ºDan Cuando se inicia la practica de la meditación, al poco tiempo, el neófito se encuentra con un obstáculo que hace aparición en el mismo momento que cierra los ojos. Es algo ingobernable que nace desde la parte oscura de la mente gobernada por los pensamientos parásitos. Hasta ese momento creíamos tener el control de todas nuestras acciones y pensamientos, pero, por arte de magia, aparecen ideas y reflejos mentales de los que no teníamos consciencia. Ese fluir de pensamientos distrae y crea confusión. Como una emoción es la respuesta del cuerpo al pensamiento, aparecen sensaciones de malestar e intranquilidad que alteran el proceso meditativo. A los pocos minutos, se empieza a dudar de la utilidad de la meditación como medio para llegar a algún sitio en el que «creíamos» que se encontraba la recompensa por el tiempo empleado en este quehacer. Estamos acostumbrados a obtener algún tipo de beneficio ya sea físico, emocional o intelectual cuando utilizamos parte de «nuestro tiempo», y este condicionamiento -muy ejercitado en el pasado- crea ansiedad que es la responsable de molestar durante la meditación. La mente es como un ente que nos perturba y domina. Más tarde, el meditador principiante, comienza a sentir la incomodidad de la nueva situación y puede llegar a «pensar» que todo esto no tiene finalidad ninguna. Llegados a este punto, es corriente oír frases como estas al finalizar una sesión de meditación: «así, no consigo relajarme»,…»no creo que yo valga para esto»,… «siento que hago el ridículo». Son muestras de que la mente de la persona ha estado en los condicionamientos del pasado o las incertidumbres del futuro. Debido a que, tanto el pasado como el futuro no pueden estar en el momento presente -en el aquí y ahora -la mente de la persona se siente pérdida y consecuentemente la emoción que acompaña a la desorientación siempre es ansiedad. El objetivo de la meditación, no es otro que situar la mente del practicante en el aquí y ahora, en el presente. Que el estado de conciencia sea uno con el momento presente -que es el único que existe y es donde se desarrolla la vida -, no existe presente en ningún otro lugar del tiempo que no sea -ahora. Los nombres que en el budismo zen se han otorgado al estado de conciencia presente son; el denominado satori, que es solo un instante de conciencia plena con el momento presente, y el estado de iluminación; que es la conciencia plena, permanente y natural de cada momento presente. Los maestros zen dicen siempre: «Vivir el aquí y ahora de cada instante de vida». El origen...

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