Visión periférica
Feb01

Visión periférica

Tal vez el título incite a pensar que voy a revelar el uso secreto de la mirada en el TCC. Lo cierto es que no, el tema es bastante más sutil. Eso, y que tampoco “me sé el secreto”, si es que tal cosa existe. Cuando enseño a un alumno, es evidente que tengo en mente que aprenda una determinada técnica, pero también que a través de ella, sea consciente de ciertos principios y de como se relacionan teoría y práctica. La mayoría suelen darse cuenta de esas relaciones en mayor o menor medida y gracias a esa comprensión, mejoran en la calidad de su práctica. Pero luego hay dos clases de personas. Aquellos de “visión focalizada”, que son incapaces de ver nada más allá de lo evidente y sólo si se les remarca de modo enfático. Son ciegos a todo lo que pasa a su alrededor y tan solo son capaces de percatarse de lo que se les coloca intencionalmente delante de las narices y solo si se les obliga a enterarse. Incapaces de “ver” y absolutamente faltos del deseo de “mirar”. Por contra hay otros, que no solo son capaces de ver lo que tienen delante, lo que se les está explicando, sino que ponen su atención en captar detalles que van más allá de lo evidente e inmediato. Personas cuya curiosidad y agudeza son excepcionales y que no se limitan a ser meros espectadores del proceso de aprendizaje, sino que son protagonistas del mismo. Es evidente que el talento natural es algo que no podemos exigir, (Quod natura non dat, Salmantica non præstat)”, pero la actitud personal es algo muy diferente. Debemos prestar atención a todos los detalles que se nos señalan de forma explícita, pero también a los que no. Hay que analizar todo lo que nos enseñan, desde diversos puntos de vista y relacionarlo con lo que ya sabemos. Intentar verlo desde puntos de vista diferentes a los indicados en esta ocasión por el profesor, e intentar realizar dicho análisis respecto a otros que ya se han estudiado en el pasado. En un momento dado, yo puedo explicar la técnica de “la grulla blanca extiende las alas” y al hacerlo, enfatizar sobre la importancia de los cambios de peso durante su ejecución. Puede que la aplicación que utilice para mostrarlo, haga un importante uso de dicha cualidad. Pero, ¿porqué no vas a poder (sin descuidar por supuesto lo que te quieren enseñar en ese momento), “mirar” como se manifiesta el principio de “hundir codos y hombros”, o “distinguir entre lleno y vacío”?… Como mínimo sería un interesante experimento. Es imposible que nadie te pueda hacer ver...

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Cuida de tu compañero
Sep16

Cuida de tu compañero

Antonio Leyva Todos hemos visto esto antes, un alumno novato que es intimidado por un veterano, o un nuevo alumno demasiado fogoso que quiere “consolidarse” en el grupo nada mas llegar, usando intensidad excesiva en los entrenamientos. Este tipo de conductas son en primer lugar estúpidas y analizaremos un poco más adelante por qué, pero sobre todo, son peligrosas para los compañeros y han de ser erradicadas en su mismo origen. Siempre está a mano la escusa del “realismo” para justificar intensidades no deseadas hacia la otra parte. Lo cierto es que ese “realismo” no se suele entender correctamente. El “realismo” no es un término absoluto, sino muy relativo. No es lo mismo aprender que poner a prueba lo aprendido. Durante el aprendizaje, hemos de ponerle las cosas fáciles al compañero. Pongamos un ejemplo con la natación. A uno no le tiran en mitad del mar, le indican la dirección donde encontrar tierra firme y le dejan a su suerte. Desde luego sería muy “realista”, pero lo más probable es que terminase con un ahogado más en el mar… En vez de eso, te llevan a una piscina, donde en caso de necesidad, la profundidad es poca, pudiendo incluso hacer pie y poco a poco, te van incrementando la dificultad de los ejercicios, hasta que finalmente nadas solo. Y a pesar de saber nadar, el instructor sigue sin dejarte en medio del mar para ver que tal te las apañas. Lo que es seguro es que el logro de efectuar una determinada serie de “largos en la piscina” sin pausa alguna, es una meta que se alcanza pronto, usando este método de dificultad progresivo. Si el primer día, te piden veinte largos de piscina, sin saber nadar, simplemente, ni los harás ese día ni nunca. Un alumno “nuevo” y “nuevos” somos todos cada vez que nos iniciamos en una habilidad o simplemente en una técnica nueva, necesita aprender paso a paso, probar de forma lenta y simple cada elemento nuevo y así adquirir dominio en su gestión. Por supuesto, una persona de dilatada experiencia, aun teniendo que “tomarse las cosas con calma” cada vez que aprende algo nuevo, puede en función de su bagaje previo, hacer las cosas por primera vez mejor que muchos después de años de práctica. Pero lo que es indudable es que en cualquier caso, su facilidad para realizar una determinada técnica será mucho mayor después de una cierta cantidad de repeticiones “controladas”. Toda técnica tiene un cierto número de “claves” o condiciones que han de cumplirse de modo simultaneo para resultar efectiva. Es sencillamente imposible (o al menos altamente improbable) que en la primera...

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Sólo los artistas marciales saben pelear…
Jun14

Sólo los artistas marciales saben pelear…

Antonio Leyva   “El boxeo no es real porque no tiene patadas“. “Mi estilo es mucho más marcial porque atacamos a los puntos vitales“. “En la calle no hay un árbitro que pare el combate“. “En la calle no hay reglas“. ¿Lo has escuchado alguna vez?. Yo muchas y la realidad es que algunas partes son ciertas. En boxeo no se dan patadas. En los deportes de contacto se usan protecciones y se limita el uso de ciertas técnicas. Las reglas, que están para proteger al competidor, determinan de un modo decisivo la técnica que éstos usan y en muchas ocasiones generan vicios que en una situación diferente al de su reglamentado método de combate, son de un altísimo riesgo. Todo eso, es rigurosamente cierto. Pero hay algo que se olvida con demasiada facilidad. Con o sin reglas, los deportes de contacto, buscan vencer de forma manifiesta, contra un rival que también quiere ganar. O sea que dentro de sus reglas, pelean con todo el realismo posible contra adversarios que no solo no colaboran sino que se oponen con violencia. Si observamos un combate de boxeo, vemos que se lanzan un gran número de golpes, pero que muchos de ellos no llegan a dar en el blanco y que cuando lo hacen, raramente suponen un KO inmediato (Tyson parte). Y eso le pasa a gente que SI quiere golpear con contundencia y que no “frena la manos”. Por contra si contemplamos una demostración de cualquier arte marcial, el maestro cada golpe que usa, contacta con el rival, cada técnica es definitiva y nunca “recibe” por parte del compañero de exhibición, que seguramente es su alumno y no un “igual”. Es cierto que en un enfrentamiento deportivo, cuentas con ciertas garantías de que “sí” y de que “no” va a suceder. No vas a ser atacado antes de sonar la campana, el combate se va a realizar dentro de un ring, sólo vas a tener, pase lo que pase, un rival, no hay posibilidad alguna de que nadie use armas, no necesitarás huir si pierdes, porque no te van a rematar en el suelo… Por eso “tanteas” al rival, lanzas técnicas sin la certeza plena de que van a ser definitivas, te permites estrategias “suicidas” como cansar al contrario encajando sus golpes… En una situación “real” lo último con lo que cuentas es con certezas, no sabes ni lo que va a pasar ni a que te vas a tener que enfrentar al siguiente segundo. No existe la opción de “vencer por puntos o decisión arbitral”. O ganas, o pierdes, o escapas. Y no hay mucho más. Vistas así las cosas,...

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Entrenamiento estándar VS entrenamiento especializado
Mar02

Entrenamiento estándar VS entrenamiento especializado

Antonio Leyva Recuerdo un comentario del maestro Liu, hace ya muchos años: “…algún día yo ya no os diré que hacer. Vendremos a entrenar y yo simplemente os miraré…”. Al escucharlo, tuve dos pensamientos diferentes. El primero fue “¡no fastidies!, si no nos enseñas que ¿pretendes que hagamos?”. Y el segundo, relacionado. “¡pues menudo esfuerzo a la hora de enseñar, sólo mirar…!”. Por supuesto, su comentario tenía implicaciones mucho más profundas de las que yo comprendí en aquel momento. Más bien la idea es que llegaría un día en el que cada uno tomará el control de su propio entrenamiento, donde el entrenamiento dirigido de grupo dejaría de tener sentido y cada uno sería su propio “entrenador” y la función del “maestro” no sería otra que mirar y en cada caso asesorar, ya para corregir posibles errores, ya para estimular diferentes líneas de trabajo personal. Así que de menos trabajo nada, de “entrenador de grupo”, pasaría a “entrenador personal” de cada alumno. Aunque ésto es algo que ya hacía desde el primer día, es evidente que con el tiempo esta forma de actuarse acentuó más y más y que la tendencia nos llevaría a lo que anunciaba. En los inicios, tus puntos fuertes y débiles, apenas tienen relevancia. Has de aprender un temario básico de forma razonablemente completa y sin dicho temario difícilmente podrás abarcar el estudio en etapas posteriores. Pero más adelante, ya no estás ante una etapa de “memoria” sino de asimilación y perfeccionamiento de habilidades. Y ahí cada uno es diferente. Una persona con gran tamaño y fuerza, tendrá estas capacidades físicas razonablemente desarrolladas y no tendrá necesidad estricta  de aumentarlas. Sin embargo, es posible que su elasticidad, su movilidad o su velocidad, no estén al mismo nivel. Por otro lado un practicante más bajo y delgado, seguramente tendrá más movilidad, velocidad y elasticidad, pero no tanta fuerza. Evidentemente, el objetivo es conseguir un nivel medio similar en todas las habilidades, de forma que no exista un aspecto en el que las deficiencias sean decisivas. Y aquí surge el que cada uno ya no pueda simplemente seguir el entrenamiento común, sino que en la medida que sea oportuno, realice su propio programa de entrenamiento adaptado. El “programa” sigue siendo el mismo para todos, pero las “dosis” se personalizan. Con el tiempo, la situación se acentúa aun más. Cada practicante haciendo “lo mismo” que el resto, termina desarrollando su propio estilo. No hablo de crear nuevos estilos y darles tu nombre, simplemente, surgen las lógicas diferencias entre el entendimiento y preferencias de cada uno, lo cual es además, muy positivo. El resultado de realizar una determinada maniobra en función de nuestros puntos...

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El entrenamiento invisible.
Ene21

El entrenamiento invisible.

Antonio Leyva   Voy a hablar de la importancia de la actitud con la que realizamos ciertas cosas, por encima de la importancia que por si mismas puedan tener. Un ejemplo de ello es el modo en que aprendíamos aplicaciones con el Maestro Liu. Siempre partíamos de una posición natural, en pie, sin adoptar previamente guardia de combate alguna. Del mismo modo, los ataques se realizaban desde la misma posición. Esto es algo ilógico en un combate, pues estaremos ofreciendo numerosos blancos a nuestro rival, blancos que una posición de guardia “cerraría” haciéndonos menos vulnerables… Ante un “combate declarado”, no adoptar una posición de guardia, es una locura. Sin embargo sucede que en el ámbito de la defensa personal, lo menos habitual es que se dé un “combate declarado”. Por contra el “enemigo” ataca por lo general sin previo aviso y actitudes como colocarse en una guardia “de boxeador” son un aviso que no deja muchas dudas sobre las intenciones de quien está delante y en la práctica, un modo de aviso. Con el tiempo me he dado cuenta de que había un componente “oculto” en esta forma de entrenar. Al partir siempre de una postura “natural”, ésta se convirtió en mi “guardia”. Más allá de lo idóneo o no de dicha postura, está el hecho de que emocionalmente, ya estoy en guardia en esa postura. Para pasar de un estado “normal” a uno de “combate”, se precisa una transición, que no es instantánea por lo general. Uno de los “gatillos” que nos conduce a dicho estado es precisamente el adoptar una “postura de combate”. Puesto que “cualquier postura” es ya, gracias al hábito adquirido en el entrenamiento, una postura de combate”, no es necesario hacer una transición. Uno ya está “alerta” en todo momento. Esto no es lo mismo que “invencible” o que no puedas ser sorprendido. Pero si que es más complejo que con el resto de personas que no ha experimentado el mismo tipo de entrenamiento. Tampoco implica una permanente paranoia sobre si se va a ser atacado. Simplemente, de un modo inconsciente, estás más “atento” a tu alrededor y en el peor de los casos, si eres sorprendido, tus reflejos están condicionados para actuar desde la posición que normalmente tengas y no a partir de una predeterminada. Esto cuanto menos, es una ventaja de tiempo, muy pequeña, es verdad, pero ventaja al fin y al cabo. ¿Y merece la pena?. Desde mi punto de vista, toda ventaja en cualquier ámbito de la vida merece la pena, pero podemos entender que en nuestro modo de vida actual, la necesidad de saber hacer frente a una agresión es baja. No es...

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