Miedo al Fracaso
Muchas veces durante algún evento importante, como por ejemplo un examen de grado o una competición, nos surge un miedo muy particular que se repite en otros aspectos de nuestra vida, el miedo al fracaso. Este miedo lejos de ser algo totalmente marginal se repite en numerables ocasiones y nos hace dudar de nosotros mismos, poniendo en jaque nuestro objetivo. Realmente este miedo no es al fracaso en sí, si no a lo que esto conlleva. Ya sea de una forma u otra a ninguno nos gusta no estar a la altura de los retos, pero lo que deberíamos hacer para que este fuese menos dañino es asumir que vamos a tener miedo. Una vez asumido podemos profundizar y analizar el mismo. Al final todo se reduce a la pérdida, pérdida de un palmarés, de reconocimiento, de confianza, ya sea nuestra o de los demás hacia nosotros… Si asumimos que realmente no tenemos nada y que nos tenemos que ganar a pulso aquello que queremos, solo nos queda una salida, dar lo mejor de nosotros mismos. Esto no implica necesariamente un sacrificio ciego, si algo nos enseña el kendo es crear la oportunidad, es decir, vencer primero y atacar después. Por tanto, en el momento que lanzamos un ataque no deberíamos dudar ni un solo momento, pues ya habríamos ganado, y es aquí cuando el sutemi, o sentido del sacrificio, debería estar presente. Lo peor que nos puede pasar es que nos metan un ippon, ya sea en el kendo o en la vida, y con ello aprendamos una gran lección para mejorar en un futuro. Porque lo bueno del kendo y de la vida, es que a pesar de todo, sigue su curso. Creo que el miedo al fracaso es inevitable, pero también creo que no hay mejor manera para combatirlo que dar el 100% de nosotros y así demostrar que sea cual sea el resultado, estuvimos a la altura. Fuente:reflexionesdeunkendoka.blogspot...
Recuperando el habla
Alguien dijo que el kendo es un dialogo entre dos personas en la que existen preguntas y respuestas formando con ello una conversación. No dudo de la veracidad de estas palabras igual que no lo hago al confesar que hace tiempo que no converso. Está claro que haciendo un símil con lo anteriormente descrito no estoy sordo, es decir, si puedo escuchar lo que la otra persona pregunta con su shinai. Tampoco soy mudo, se hablar, responder y hacer mis propias preguntas. Está claro que entiendo el idioma, pero por alguna razón no puedo conversar. Es como si estuviese en diálogos que no me interesasen o estuviese distraído pensando en otras cosas. Como si mis respuestas fuesen las coletillas típicas para continuar con una conversación en la que tu interlocutor continúa hablando; sólo. La verdad es que no sé muy bien cómo explicar esta sensación que me lleva invadiendo en el último año. No es que no me interese lo que me tiene que contar mi compañero, ni tampoco es que quiera hablar de mis cosas, es como si por alguna extraña razón hubiera perdido la capacidad de abrirme sinceramente y contestar de una forma honesta quitándome para ello la máscara tras la que de alguna manera me escondo, por lo que al final todo termina en monólogos en los que contesto o digo lo que se supone que tengo que contestar o decir. No creo que este problema sea técnico, ni tampoco creo que tenga mucha relación con el kendo. Es posible que la mejor explicación es que al final, por mucho que nos esforcemos, siempre terminamos transmitiendo en nuestras conversaciones de kendo lo que somos y lo que nos aflige. De nada sirve engañarnos, pues no haremos más que engañarnos a nosotros mismos. Debemos aprovechar las herramientas que nos brinda este arte marcial para solucionar nuestros problemas externos y así, con la conciencia tranquila, poder charlar de corazón a corazón con los amigos y compañeros que nos acompañan en este camino....
De Tal Shinai Tal Astilla.
Tengo la suerte de practicar en un dojo grande teniendo en cuenta los estándares españoles. Es muy rara la vez que somos menos de ocho personas practicando y lo normal es ser una media de dieciséis personas en los horarios punteros, incluso muchas veces nos hemos juntado más de veinticinco personas practicando a la vez. Y digo en horarios punteros porque tenemos la suerte de tener varios horarios a nuestra disposición. Dos clases por la mañana y tres por la tarde dos días a la semana, todo un lujo si contamos además con la clase del sábado y la hora y media de ji-geikos libres. Con tantos horarios y estando en una buena ubicación, calle Embajadores en Madrid, es fácil tener un montón de personas. Siempre he pensado que cada persona realiza su kendo particular, y que poder practicar kendo con muchas personas nos enriquece y nos ayuda a crecer. Ahora bien, también es normal tener un referente, una persona que te gusta como realiza kendo y trabajas para parecerte a ella. En mi caso particular yo tengo tres referencias, que como no podía ser de otra manera son de mi dojo. No porque necesariamente sean mejores que otras personas de otros dojo, sino porque al ser lo que ves día a día y gustarte lo que ves, intentas por imitación parecerte a ellos. Realizar un tipo de ataque, meter presión de una cierta forma o incluso tener un kiai parecido entra dentro de algo habitual. No es raro encontrar a todos los practicantes de un dojo con un tipo de men o kote parecido. En ocasiones esta imitación es totalmente involuntaria y llegamos a copiar incluso lo que no deberíamos, como por ejemplo ciertas manías e incluso tics. No lo hacemos voluntariamente, de eso estoy seguro, pues en la mayoría de los casos sabemos que son fallos, pero en nuestro esfuerzo de parecernos a ese alguien llegamos a ser una astilla del shinai del que hemos salido. Creo que esa es una de las principales razones por las que es tan importante salir a cursos y aprender de los grandes maestros. Cuanta más calidad tenga nuestra persona de referencia más rápido aprenderemos. Normalmente estas personas ya han pasado por un montón de estadios a los que nosotros no hemos llegado. Al fijarnos en ellos, podremos superar rápidamente aquellos errores que ellos cometieron por ser pioneros, ahorrándonos así mucho tiempo en nuestra progresión. Como al final pasa no solo en kendo, si no también en la vida, terminamos pareciéndonos a las personas que nos rodean. Pues si bien todos somos shinais diferentes y podemos venir de...
Diversión y Amistad
Hace tiempo que no escribo ninguna entrada en el blog. No ha sido por falta de tiempo, simplemente las cosas que me pasaban por la cabeza no quería compartirlas. Después de estar en Japón viendo el Campeonato del Mundo (16th WKC) y entrenar aprovechando el viaje en el país que dio origen al kendo, mis sensaciones no eran demasiado positivas. Tenía la sensación de hacer algo totalmente diferente a lo que había visto, de hecho todavía sigo con esa sensación, aunque poco a poco el tiempo está emborronándola. Si bien es cierto que no podemos comparar el kendo coreano o japonés con el del resto del mundo, no olvidemos que ellos son profesionales, la gran diferencia que existe entre estos dos países y el resto, en mi opinión es abrumadora. Quizás ese sentimiento de inferioridad, de creer estar perdiendo el tiempo es lo que me ha impedido seguir compartiendo mis reflexiones. Después de mi viaje a Japón he realizado varios, entre ellos uno más que interesante en Bilbao, impartido por Markel y Alfonso Arregui, sobre rendimiento en el kendo. Sin duda una de las fechas que apuntaré para próximos años en mi calendario. Aunque esto no me quito el sabor agridulce, si me insufló energía suficiente como para querer seguir mejorando y esforzarme un poquito más si cabe. Puedo decir sin lugar a dudas que ese viaje fue un punto de inflexión. Pero quizás ha sido mi último fin de semana en Almería el que me ha terminado de convencer. No era un curso, fue una invitación. Allí no había sensei o “maestros” aunque a algunos no les faltase experiencia en ese ámbito. Nos acercamos varias personas de diferentes lugares de la geografía nacional a practicar con nuestros compañeros de Almería. Nos dieron casa, compañía, buenos momentos, amistad y un montón de cosas más que no voy describir o no terminaría el artículo en tres horas. Aunque he de decir que kendo practicamos poco por el calor y la humedad que hacía, no fue la práctica en sí lo que me hizo cambiar el chip. No sé si fue Luis Aranda, Javier Tirado o Javier Villa quien habló al final para venir a decir que no hace falta esperar a un seminario, un curso o una competición para practicar juntos. Que lo bonito y lo especial del camino, tanto del kendo como del iaido o cualquier otro del budo, es poder reunirnos, conocernos, practicar, compartir y ayudarnos los unos a los otros para poder crecer. Y sobre todo y lo más importante disfrutar, porque cuando disfrutamos de algo, damos el ciento veinte por cien de nosotros....
Equilibrio
Equilibrio, una palabra armónica, un ideal, un objetivo. Algo que tanta fuerza puede aportar y que sin embargo es casi una quimera, una utopía, algo tan frágil como fugaz. Podríamos estar hablando de las fuerzas del universo, de la naturaleza, de las relaciones, en definitiva, de la vida misma, pero como no, en nuestro caso hablaremos de kendo, de entrenamiento y más concretamente del equilibrio entre el acondicionamiento físico y la técnica. Me gustaría aclarar antes de mi exposición que no soy un experto en acondicionamiento físico ni especialista nutricionista. Mis conocimientos son muy básicos y seguramente sean difusos y basados en creencias populares o estudios sacados de libros y revistas especializadas. Lo primero es no engañar a nadie. A pesar de lo anteriormente descrito, si algo he vivido en persona es el acondicionamiento físico. He pasado de pesar 90kg a 64kg, y de 64kg a 72kg que peso actualmente. Todo esto a base de ejercicio y dieta sana y equilibrada (pero muy estricta) de 7 comidas diarias. Empecé el acondicionamiento físico antes de empezar kendo, por lo que cuando llegué a esta disciplina ya había perdido mucho peso y estaba bastante en forma. No es que tuviera la mejor forma física posible, pero sí lo suficiente como para no agotarme durante las clases. Después de cuatro meses de práctica hice un parón en mi práctica de kendo y me puse a correr a diario. Nueve meses fue lo que duró este parón y aquí fue donde baje de peso hasta los 64kg. Cuando volví mi resistencia había aumentado exponencialmente y mi fuerza se mantenía al no haber abandonado la musculación. A pesar de estar tan fuerte físicamente, mis carencias técnicas eran tan grandes que poco podía hacer con la potencia, la fuerza y la resistencia obtenida con los entrenamientos paralelos. Corría siete días a la semana, una media de sesenta kilómetros semanales; iba cinco días a la semana al Gimnasio una hora y media al día y entrenaba kendo tres veces a la semana. Es más que probable que terminase sufriendo sobreentrenamiento y eso fuera lo que me impedía avanzar más rápidamente, pero puedo asegurar que fondo y fuerza no me faltaban. Pasado aproximadamente un par de años desde que comencé a realizar kendo, una serie de circunstancias cambiaron mis hábitos e hicieron que abandonase el gimnasio y el ejercicio cardiovascular. A cambio realizaba kendo 6 días a la semana. He de decir que durante ese periodo mi resistencia y mi fuerza se redujeron considerablemente. Yo personalmente no lo notaba demasiado, me seguía encontrando bastante fuerte, pero es innegable que poco a poco dejaba...
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