Cadenas musculares dinámicas
En la obra citada anteriormente, el Maestro Sagawa dice repetidas veces: «No hay que colocar la fuerza en los hombros… Los que entrenan con la fuerza de los hombros no tienen esperanza de llegar más lejos… »
En la mayoría de sus ejercicios de refuerzo muscular, este maestro utilizaba objetos pesados tales como la barra de hierro para la técnica de la lanza, el palo pesado, el tsuchi (peso con mango)… Pero es imposible manejar estos objetos pesados sin contraer los músculos de los hombros, aunque sólo sea para levantarlos.El maestro afirma que levanta el palo pesado cien mil veces al año.Yo me he fabricado un palo de 1,70 metros que pesa 3,5 kilos, y unos tsuchi de 7 kilos, de 9 kilos y de 11,50 kilos. He entrenado con ellos todos los días durante varios años y he comprobado que es imposible hacer estos ejercicios con los músculos de los hombros relajados.
Entonces, ¿qué quiere decir esta advertencia en la que insiste el Maestro Sagawa: «no hay que colocar la fuerza en los hombros»?
Mi experiencia me indica que significa lo siguiente: «utilizar lo menos posible la fuerza de los hombros con el fin de que los esfuerzos se repartan equitativamente por todo el cuerpo ».
Un día, uno de mis alumnos, especialista en kinesiterapia, me habló del concepto terapéutico de las cadenas musculares. Asociando este concepto con el método de zhan zhuang (ritsu-zen), esta explicación de pronto me dio una inspiración.
En el yi chuan, con el método de ritsu-zen (zhan zhuang), se busca un estado corporal en el que todos los músculos del cuerpo parezcan formar un solo bloque. Es decir, un estado en el que el cuerpo esté recubierto de una serie de músculos que forman una larga cadena. No se trata del mismo concepto que el de las cadenas musculares mencionado por el kinesiterapeuta, pero sí de una cadena. Pensé entonces en otro concepto, el de las cadenas musculares dinámicas o una cadena dinámica de los músculos.
Asociando este concepto con el método de ritsu-zen, creo comprender por qué el Maestro Sagawa tenía que trabajar de 24 modos diferentes cada día.
Por ejemplo, si entrenas con el palo pesado, de cerca de 3 kilos, hacer cien repeticiones resulta difícil al principio. Si este ejercicio se efectuara con un tsuchi de 9 kilos, pocas personas llegarían a hacer una decena de repeticiones. (Si lo dudas, haz la prueba. Yo, sobre todo, no quisiera hablar de este fenómeno en un vacío.)
Los músculos de tus brazos y de tus hombros van a comenzar por cansarse. Dos o tres días después, tendrás agujetas y te sentirás cansado. Si perseveras durante unos meses sin faltar un solo día, pasarás por diferentes fases, porque antes de poder estabilizar estos ejercicios, tienes que pasar por varias etapas. Llegarás así, poco a poco, a repartir los esfuerzos. Reduciendo el esfuerzo de los hombros, podrás sentir más vivamente unas actividades musculares más difusas, particularmente las de la espalda. Luego te fijarás en los muslos y las pantorrillas.
Entonces comprobarás que ciertos músculos de las piernas participan también en los esfuerzos de los miembros superiores. Así comprenderás que el esfuerzo puede ser repartido sobre grandes zonas del cuerpo, y que efectivamente podrás llegar a hacerlo conscientemente. Esto es posible sólo si consigues quitar el exceso de tensión en los hombros.
He comprendido que los hombros son importantes, incluso muy importantes, pero que allí es donde tendemos a desarrollar una cierta obstrucción de las cadenas musculares dinámicas. Si entrenas reduciendo al mínimo el esfuerzo de los hombros, podrás hacer funcionar los músculos de la espalda como si repartieras el trabajo. Al cabo de unos meses, comenzarás a sentir que los músculos del brazo se prolongan hasta dentro de la espalda.
Es lo que he aprendido de mi propia experiencia personal. Puedes buscar tú también a tu manera.
Como consecuencia, pienso haber comprendido la razón por la cual el Maestro Sagawa entrenaba con 24 materias. Es como si hubiera formado numerosas cadenas musculares dinámicas en su cuerpo al reforzarlas diariamente. La variación de los ejercicios correspondería a las diferencias que existían entre las cadenas. Estas mismas cadenas pueden activarse según los diferentes ángulos de trabajo, y de allí la necesidad de diversidad en materia de ejercicio.
He hecho una aproximación de su método con el del yi chuan en el que entrenas para cultivar y desarrollar la fuerza marcial sin utilizar objetos. Trabajas los diferentes modelos del yi (intención) para activar las diferentes cadenas musculares desde distintos ángulos.
Por ejemplo, si te imaginas que llevas un grueso bloque de piedra y realmente consigues crear esta situación, llegarás a activar la serie de músculos correspondientes. Si sigues imaginando que llevas la piedra pero que cambias de postura, la tensión de los músculos de tu cuerpo se modificará en respuesta a este cambio. No se trata de imaginar simplemente, sino de formar tensiones efectivas correspondientes a la situación imaginada. De este modo podrás activar concretamente los músculos del cuerpo. Así, podrás beneficiarte de las reacciones de las tensiones musculares producidas por el dinamismo del yi, o intención.
En todos los casos, para desarrollar la fuerza muscular, necesitamos algún peso o carga. La manera más directa y más fácil es la utilización de alguna carga material: las pesas. En yi chuan, se utilizan cargas creadas por el yi (intención), o sea, cargas formadas por nuestra actividad mental.
En resumen, para reforzar la fuerza dinámica, hay que desarrollar las actividades musculares, pero la lógica de esta actividad no es única. Si puedes desarrollarla utilizando pesas o máquinas, también puedes desarrollarla activando el yi, aunque este último sea poco utilizado.
Así, sin utilizar ningún objeto, el método del yi chuan pretende formar un cuerpo en el que el conjunto parece estar revestido de un solo bloque muscular. Esto me hace pensar en el estado más desarrollado de las cadenas musculares dinámicas.
Hàn Xing-qiao escribe en su obra «Yi-chuan xué» (Ed. Skijournal, Tokio 2007):
«En la práctica del yi chuan, hay que trabajar con miles de diferentes modelos de intenciones (yi) variándolos según el momento.»
Los miles de diferentes modelos de intenciones mencionados por Hàn Xing-qiao constituyen justamente las cargas con las cuales puedes trabajar.
No se trata de una simple teoría con la que se pueda jugar sobre la lógica de las palabras. La única manera de comprobar la importancia de estos ejercicios es hacerlos. En su obra, Hàn Xing-qiao emplea la expresión “ti-rèn” que significa reconocer o comprender con el cuerpo. Aprecio mucho esta expresión.
Según el Maestro Sagawa:
«Sin practicar el fortalecimiento del cuerpo, nunca podrás comprender lo que es la técnica… »
Leyendo otra obra escrito sobre el Maestro Sagawa, he encontrado un pasaje que me ha servido de gran estímulo en mis ejercicios.
Antes de marcharse de Japón durante un año, uno de sus alumnos le pide un consejo sobre el ejercicio que debe hacer diariamente en el país donde va a residir. El maestro le dice que haga mil shiko cada día (ejercicio parecido al del sumo, con flexión de las piernas). El alumno responde: «¡Mil! ¡Es demasiado duro!» El maestro le dice, «¡Qué dices! Yo sería capaz de morir haciéndolo… »
Me animaron mucho estas palabras y desde ese momento me puse a hacer el ejercicio del shiko, que ya practico desde hace una docena de años. Así he elaborado mi propio modo para técnicas de percusión. (Ver bear paws…)
Ya que esta crónica se dirige principalmente a mis alumnos, me permitiré expresarme de modo un tanto familiar y personal.
Hoy el dominio de las artes marciales se vende como una mercancía, y de ahí las comunicaciones publicitarias. Esto da la impresión de que basta con inscribirse en un club para aprender a practicarlas. ¿Pero qué aprendéis realmente? ¿Qué practicáis? Para avanzar en una disciplina digna de un arte, hace falta ante todo la calidad de la comprensión y la realización de esta calidad en la técnica. No basta con entrenar simplemente moviendo el cuerpo.
El Maestro Sagawa dice:
«Lo esencial del arte marcial es tan difícil de alcanzar que incluso una persona de calidad excepcional no tiene garantizado alcanzarlo. Aunque te dediques a ello toda la vida, no hay ninguna seguridad de poder tener éxito. No es en ningún caso un asunto para mediocres… »
Al estudiar la historia de las artes marciales, debemos comprender que lo esencial no se comunicaba ni abiertamente ni a las masas, como tendemos a hacer hoy. Existen numerosos obstáculos o trampas que impiden acercarse a lo esencial.
¿Cuáles son?
A menudo los encontramos en el momento de la transmisión. Una trampa funciona sólo si contiene una parte de la verdad. Nadie caería en una trampa conscientemente.
Una trampa puede ser tendida intencionadamente, o puede ser creada por una falta de comprensión e ignorancia por nuestra parte. Por ejemplo, en yi chuan se enseña lo siguiente:
«Hay que utilizar el yi (intención) sin utilizar la fuerza muscular.»
Tomada de manera aislada, esta frase a menudo se entiende como la supremacía del yi sobre la fuerza física. Así, mucha gente piensa que basta con trabajar el espíritu (yi = intention) sin necesidad de trabajar la fuerza física. Si entrenan de este modo, caerán en la trampa que ellos mismos han fabricado.
Porque la enseñanza en el arte marcial debe escalonarse según la evolución del alumno desde el estado de principiante hacia el de experto… Entonces, para los que ya han superado la fase inicial, el consejo antes citado evoluciona y se convierte en lo siguiente:
«Hay que llegar a activar todos los músculos del cuerpo dejándose guiar por la intención.»
La primera frase está dirigida a los principiantes para que puedan aprender la importancia del yi y el modo de activar su cuerpo mediante la intención. Más tarde, tendrán que lograr activar intensa y globalmente su cuerpo mediante la intención (yi). Esta situación se expresa en la siguiente frase:
«El yi es el General de las fuerzas, las fuerzas son los soldados de la Intención. »
Si no captamos esta visión progresiva, corremos el peligro de caer solitos en nuestra propia trampa.
Sin embargo, lo que la primera frase enseña puede aplicarse eficazmente a una persona enferma que se está recuperando bajo tratamiento médico. Practicar así resulta en efecto muy eficaz. Si gracias a este método, una persona que, en principio, está enferma o débil puede lograr ponerse al mismo nivel que un principiante en arte marcial, podemos decir que la práctica es eficaz.
Pero no hay que confundir estas dos maneras diferentes de comprender esta eficacia.
Hay también secretos que disimulan lo esencial de manera intencionada.
El Maestro Sagawa dijo abiertamente:
«No enseño el secreto de Aiki. Porque es gracias al secreto técnico que puedo dominar a cualquiera. ¿Por qué razón iba a divulgarlo?»
Durante su vida, nunca dio autorización para que le filmaran. Dijo:«Si alguien muy inteligente me viera en la cinta, podría captar el secreto técnico… »
Falleció sin dejar filmar sus técnicas. Encuentro que es una pena…
Por otra parte dice:
«En cuanto muestres una técnica, debes considerar que la has enseñado.»
Por razones similares, en la época de los samurai, las ventanas del dojo siempre se colocaban en lo alto de la pared para que los transeúntes de la calle no pudieran ver lo que pasaba en el interior. En aquella época, el hecho de dejarse mirar equivalía a enseñar. Lo que es muy diferente en nuestros días cuando se tiende a pensar que mirar sin practicar debería ser gratuito. Estamos acostumbrados a observar libremente los entrenamientos en un gimnasio, probablemente porque no hay gran cosa que aprender sólo con mirarla. Sin embargo, hay que comprender que el arte marcial ha sido practicado y transmitido de esta manera.
Si se entrenaba al resguardo de ojos ajenos o durante la noche, no era a causa de un simple pudor…
Existen escritos para la transmisión técnica de las escuelas, pero el papel de estos textos era diferente que en nuestra época. A menudo estaban escritos en código con la intención de comunicar a un discípulo los contenidos esenciales sin revelárselos a los demás. A veces estaban redactados con términos imcomprensibles para todo aquel que no hubiera recibido las explicaciones orales. Sin contar con una base de comprensión práctica, incluso los estudiosos contemporáneos de la literatura japonesa no podrán comprendérlos todos.
Cuando traducía el texto de Miyamoto Musashi, me encontré con este género de problemas, pero el texto era relativamente claro, porque considero que Musashi escribía sin intención de disimular. Cuando, más tarde, intenté traducir el texto de Yagyu Munenori, contemporáneo de Musashi, me sentí obligado a suspender el trabajo porque había demasiadas expresiones y palabras importantes que desbordaban el registro del diccionario. Sin reunir las transmisiones orales dispersadas, habría sido imposible comprenderlo y, a fortiori, traducirlo de manera comprensible. Ese texto fue escrito para que nadie más que los escogidos pudieran comprenderlo.
Por tanto, en las artes marciales la transmisión se llevó a cabo procurando escrupulosamente protegerla de la mirada de los demás, todos los cuales eran considerados como enemigos potenciales. Había que comunicar lo esencial sin dejar pistas para la investigación. Tal era el papel de la escritura en el arte marcial.
Esta advertencia me parece necesaria si quieres acercarte a la verdad técnica a través de la historia.
Continuará…
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