Muchas veces hemos leído o nos han llegado a través de enseñanzas a modo de aforismos transmitidas por grandes maestros, verdaderos guerreros espirituales como los de antaño, los que se dieron en cualquier tradición marcial de la historia aunque expuestas de una manera diferente o llamadas con otros nombres pero teniendo todas ellas en lo esencial algo en común, el Espíritu.
Nuestro propósito al igual que aquellos guerreros tiene que ser el deber. El deber de conquistar nuestra libertad interior, esto debe de ser esencial proporcionándonos un especial significado a nuestra existencia comenzando a tener sentido cada segundo de nuestra vida.
Si no logramos alcanzar esta libertad interior no completaremos la conquista de nosotros mismos. Para ello debemos de instrumentalizar toda situación y actividad para crecer y evolucionar constantemente. De esta manera será bien recibido todo aquello que se nos presente en nuestra vida cotidiana convirtiendo cualquier obstáculo en soporte de relación.
Debemos de cuidar nuestras actitudes con el coraje necesario, enfrentándonos a miedos y temores, cultivando nuestro temple siendo duro y tranquilo, controlado y fluido navegando por encima de lo cotidiano desconfiando del ocio y no entregándose a la indolencia. Tenemos que estar preparados para la auto conquista, debemos de ser nuestro propio desafío y nuestro reto no siendo más indulgentes con nosotros que con los demás.
En nuestro ánimo no debe de morar la apatía, debe de preservar el discernimiento sabiendo que el conocimiento no se adquiere de una forma gratuita. Debemos de valorar por encima de todo nuestra paz interior, nada hay superior. Esta paz es el resultado de la lucha sin tregua contra nuestro propio ego teniendo como aliados en este feroz encuentro el tesón y el dolor.
Esta paz no es patrimonio de débiles y aun siendo así deberíamos de encontrar en ella la fortaleza necesaria para continuar el camino con el animo siempre siempre vivo, renovado, aunque las heridas de la guerra egoica sean profundas, siempre el animo inquebrantable.
Debe ser tal nuestro animo que hasta del mismo fracaso debemos sacar una enseñanza así lograremos hacer de la derrota una victoria, de cada perdida una lección todo con una imparcialidad de juicio.
Nuestro ánimo debe de ser vitalista capaz de encararse sin vacilación a las circunstancias adversas de nuestra existencia con un ánimo reconciliador, elegante y lucido. Animo capaz de superar todas las angustias que sobrepasan al ser humano adoptando un talante ante ellas como si no existiesen.
Si utilizamos todos estos recursos propios alcanzaremos la conquista mas importante, la mas noble, la de uno mismo del mismo modo que esperamos sin esperar o de la misma manera que creemos sin creer ¿Que paradójico? pero no hay mas paradoja que la propia vida.
Aunque nos asalte la inmensa soledad propia de todo guerrero debemos de asumir sin desfallecer que estamos obligados a emplearnos a fondo cuando sea necesario esta será la batalla que mejor debemos librar, soledad si pero sin sentirnos desvalidos acompañados siempre de una sensación de plenitud en la desligada soledad a la que a todo hombre invade.
Tenemos que procurar examinar toda posibilidad de experiencia observando todo con viveza, de todo se aprende, es así como no caeremos en el tedio. Cuando nos sintamos débiles porque desfallecen nuestras fuerzas recurramos a nuestro Hara fuente de energía para alcanzar el coraje necesario para penetrar en los universos vedados para el hombre. Es entonces cuando nuestro humilde pensamiento razonara entendiendo que somos insignificantes en el universo pero a la vez también favorecidos por formar parte de el, del mayor tesoro.
Tomemos pues la vida como un entrañable maestro aceptándola tal como es decisión que nos lleva al camino de la auto evolución no en el margen de la vida sino el continuo roce con ella. No aceptemos la injusticia seamos serviciales compartiendo nuestra paz interior apelemos a nuestra bondad, hablemos de corazón a corazón todo este conocimiento es el que ha de guiar nuestro espíritu. Aprovechemos en cualquier momento para estimular el proceso de auto conocimiento abriendo lo hacia los demás asumiendo riesgos, vigilantes de nuestra conducta apreciando la relación humana.
Este es el Do del Iai la senda del guerrero espiritual, de un guerrero duro y tranquilo, preciso a la hora de actuar según las circunstancias. Su Do le enseña que solo a través del discernimiento puede abrirse camino, aun en la confusión sabe que hay que apelar al entendimiento, sabe que no es cuestión de ahogar las pasiones sino orientarlas, asume el riesgo eso si sin resistencia, sabe que los acontecimientos son como son, se adiestra para ello, no deja que su pensamiento los falsee.
El Do le hace comprender que la peor niebla que puede encontrar en el peregrinar marcial es la niebla del páramo del auto engaño, la que no deja divisar el camino. La luz que disipa este obstáculo es la honestidad, solo ella le permite mirarse así mismo comprobando sus propias mezquindades actitudes egoicas. Lucha contra miedos, se enfrenta a sus diferencias con su sensibilidad y coraje recurre a su intención diligente sabe en todo momento donde están sus objetivos y con que medios cuenta, destruye lo fascinante de la vida, lo fatuo, esa es su contienda su realización.
Mantiene la mente limpia, su fuerza. Rechaza todo dogma o doctrina. No le altera nada ni nadie. Su paz o armonía interior la protegen dos guardianes muy poderosos la disciplina y el esfuerzo.
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