¿Por qué practicamos las Artes Marciales?
Gustavo A. Reque CN-6º Dan
Qué hacemos, es la forma menor de practicar artes marciales: producir energía. Cómo lo hacemos: son las sensaciones que se producen mientras generamos esa energía y esta es la manera de transformar lo mediocre en excelente. En el primer caso, solo se movilizan las endorfinas cerebrales (sensaciones de placer y hormonas regeneradoras) -lo cual por si mismo es una gran cosa en el mundo físico-, en el segundo aparece una conciencia nueva a través de las sensaciones que nos conectan con el universo entero, esas sensaciones son el hilo conector con el Ki. La memorización de las técnicas y lo físico, es importante, pero el estudiante que busca lo profundo, debe ser consciente de cada acción que se realice en cada momento, por eso uno de los veinte preceptos de O Sensei Funakoshi, dice: «sé serio en el entrenamiento». En palabras más llanas, lo que está diciendo es: «pon todo tu ser en lo que estas haciendo para que la mente se desvanezca en la acción y se libere el Ki que circula por ti» -en estas condiciones el ki toma la forma de sensación.
El entrenamiento duro de las artes marciales, en realidad, lo que pretende es encontrar la liberación de la cárcel de la mente. Cuando el practicante no piensa mientras está realizando un gesto, entra en estados de conciencia muy elevados. Esto se manifiesta cuando observamos el «aquí y ahora», donde todos somos iguales no importando rangos, culturas o colores de piel, no hay juicios, de haberlos, estarás perdiendo el tiempo y acabarás perdido en el mundo de la mente que te llevará antes o después a la frustración. Por eso, durante las prácticas físicas, se debe dar primacía a las sensaciones sobre la memoria. Podrás hacer un gran ejercicio de memoria y una impresionante realización física, pero mientras no observes durante la acción cómo tu energía se transforma en movimiento, en sensación o en emoción, entonces tu arte estará vacío de contenido y lleno de forma. ¿Qué importa más, el agua, el vaso que contiene el agua o la función del agua? Este es el gran dilema que tienes que resolver antes de iniciarte en cualquier arte marcial. El agua es, la esencia de tu ser; la función del agua, la utilidad que quieras darle al arte y; el vaso, es el ego duro y esplendoroso. Por eso, los personajes más ególatras de la historia siempre han querido beber en copas de oro… ¿Qué te importa más los movimientos (la forma) que perderás con la edad, o lo que encuentres de tu ser actualmente ocultado por el ego? La emoción te acompañara durante toda la viva (el Ser), las formas solo durante un corto periodo de tiempo.
Cuando el cuerpo envejece
La edad trae una sabiduría que aclara la pregunta anterior. ¿Cuántas técnicas, katas o movimientos complejos he aprendido que ahora, treinta años después, han pasado al olvido? Miles. ¿Cuántas emociones he sentido durante la realización de aquellas katas o movimientos que todavía están presentes? Todas. La emoción, no solo persiste sino que aumenta con el tiempo, en la memoria se desvanece cualquier técnica aprendida durante la juventud y su fruto es la frustración. Las emociones, son semillas. La memoria, es polvo. Recuerdo un alumno que hace veinticinco años llegó a aprenderse veintiuna katas Shotokan y quince más de otras escuelas, ¡un portento! Era cinturón marrón. Le encontré hace unos meses, pesaba 110 kilos y no recordaba ni el nombre de una sola kata, pero sí recordaba, mientras mostraba una dulce melancólica sonrisa, cuanto sudó y qué buena era la energía del dojo: «la mejor época de mi vida» -dijo. Es verdad, la emoción es una forma de Ki que se impregna y persiste durante toda la vida. ¿Recuerdas la letra de alguna canción que te haya emocionado de joven?…solo recordaras que lloraste de emoción. La forma se pierde y se rompe como un vaso de porcelana. El Ki, es inmaterial no se pierde ni se rompe nunca, no está regido por las leyes de la evolución. Cuando vemos una representación de Buda sentado con su media sonrisa dibujada en la cara, no está pensando en algo de imposible comprensión o haciendo algo inaccesible para el común de los mortales; está simplemente sintiendo y observando como entra y sale el aire de sus pulmones sin considerar el tiempo. No hay más. No hay mente en esa acción. El Ki, se oculta bajo las arrugas de la piel, como el océano lo hace al paso del viento que forma las olas. Cuando el cuerpo envejece y se hace más débil con los años -gracias a los años que ha estado la conciencia observadora actuando, el Ki se hace más fuerte. El Ki, seguirá animando, como la semilla que condensa toda la floración. Solo es necesario que la conciencia continué en estado de alerta, de observación. Cuando perdemos la capacidad de observar nuestra conciencia, vivimos, sí, pero en estado de latencia; vivimos muertos en vida, como el polvo inútil. No hay creatividad. Es andar por la vida sin vivirla. Este es el gran secreto: cuando se para el tiempo, la vida es percibida con mayor intensidad por la persona entrenada en la observación de la conciencia. Y, ¿cómo se para el tiempo?, no pensando. El pensador que todos llevamos en el cerebro, esa entidad que piensa constantemente, crea tiempo psicológico. Este tiempo psicológico crea ego y este vuelve a crear tiempo psicológico. En este ciclo sin fin vivimos toda una vida llena de ansiedad. Es el tiempo mal usado. Y, ¿cómo de para el tiempo?, simplemente, estando en todo lo que se haga o se piense: observando lo que se hace u observando al pensador.
Cuando escribimos, trabajamos, leemos o, en nuestro caso, realizando un kata o cualquier otra cosa de las miles que podemos hacer, debemos estar en el ki de esa acción, ser ese momento, sin pensar en el pasado ni en el futuro, solo estando en el presente. Solo existe el presente y él es lo único que debe ser vivido con intensidad, el pasado y el futuro no son más que ilusiones que nos hurtan el presente. Cuando se está en el presente sintiendo el momento plenamente, es cuando nace una sensación que nos dice: este es el mejor momento de la vida. Unos le llaman meditación, otros conciencia presente, es suficiente con Ser.
La mejor época de mi vida.
Hace poco tiempo ha venido a visitarme el padre de un antiguo alumno. Vino a dar las gracias.
Su hijo fue alumno entre los catorce y los dieciocho años. No se distinguió en nada, pero sí venia a los cursos de meditación con especial interés. Un día desapareció.
Regresó con veintiún años inducido por el padre. Era drogadicto y seropositivo. Intentamos hacer algo por él. No se pudo. Vino a tres clases y desapareció. Falleció a los seis meses.
El padre, en la visita actual, venía a comunicarme que su hijo, momentos antes de fallecer, le dijo:
«Papa, la única época de mi vida en la que he sido yo mismo, ha sido mientras practicaba karate. Entonces yo era consciente de mi vida. Dale las gracias al sensei.»
En ese último momento de iluminación, el alumno encontró en el recuerdo, la sensación del «mejor momento de su vida». Murió como un maestro: siendo consciente y dando las gracias.
El método de la observación sin pensamiento.
Veamos un método que se puede llevar acabo en cualquier momento de la vida o durante los entrenamientos específicos (ken zen it chi / el karate y el zen son unidad)) orientados a sentir el Ki.
La forma más elemental para iniciarse es observar y sentir la respiración: observa y siente como el aire entra fresco por las fosas nasales y sale tibio. Es imposible que mientras pongas la atención en este acto puedas pensar en ninguna otra cosa. Haz esta prueba: busca algo que huela bien, huélelo… Al acabar de hacerlo, se consciente de que mientras olías no has podido pensar en nada, solo en el olor. Si has pensado en algo, es que no has olido plenamente el aroma, no has estado en el aquí y ahora, te has perdido en el pensamiento de algo que no estaba allí. Has usado el juicio y la mente antes de tiempo, la observación y la conciencia se han dispersado en la nebulosa de los pensamientos. Una vez acabado de oler, la mente buscara un nombre o un recuerdo para ese olor, la actividad mental se reanuda, pero se consciente que durante el acto de oler no has pensado en nada. Este, en apariencia simple acto, pero de enorme valor espiritual, es una fugaz manifestación del «satori», que es un estado transitorio de vivir plenamente el «aquí y hora» durante cortos periodos de tiempo. El satori es un instante de iluminación. Evidentemente hay que empezar con cosas que duren poco tiempo, pues la atención al principio es difícil de mantener y de no tener éxito te puedes frustrar fácilmente -precisamente esto sucede cuando la conciencia del tiempo de reloj se hace presente. Con la práctica esto se hace un hábito y lo harás en cualquier situación durante el día.
En nuestro caso, como artistas marciales, observa sin pensamiento cualquier movimiento que realices en el dojo. Si tienes la mano en el punto A y debes llegar al B, siente, se consciente del movimiento durante todo el recorrido y harás un movimiento de calidad espiritual, un movimiento en «satori», pero si cuando estás en A, ya estás pensando en el B, entonces tu mente ya está en el futuro, no en el presente, y así pierdes la posibilidad de observar y sentir el movimiento que es precisamente lo que va a enriquecer tu conciencia. Podrás hacer un movimiento rico en acción (forma), pero vacío de contenido espiritual. Esta es la clave del Taichi y el fundamento de toda creación artística. El pintor, el cantante, el artista marcial…etc., durante los momentos de creación, están en el aquí y ahora, en el presente, de no hacerlo, la obra no tendrá alma y serán simples copias estereotipadas más o menos bien realizadas en la forma, pero pobre de entusiasmo y de inspiración (sin sanchin). Precisamente la palabra, «entusiasmo», quiere decir: «estar poseído por los dioses». ¿Cuánto valían los girasoles que compró el pintor Van Gogh antes de pintarlos?, unas monedas, ¿cuánto valen una vez que pasaron por la conciencia del pintor, por su entusiasmo y por aquel «aquí y ahora» mientras los pintaba?…millones. «Los Girasoles», son como los movimientos de nuestras katas. Valen poco en la actualidad, pero a través de la toma de conciencia, del entusiasmo que mostremos y del sentir el «aquí y ahora» en cada instante de cada acción, con el tiempo, estas semillas, nos darán el valor inmenso que hay dentro de cada uno de nosotros, un valor que se llama: conciencia del Ki. El resto es polvo, es ilusión. Solo puede enriquecernos espiritualmente, lo que «es» en el presente, es lo único que hay. El pasado no se puede oler, el futuro tampoco, solo en el presente suceden las cosas, por eso la única vida que merece la pena ser vivida es la presente.
El gran enemigo es la mente
La realización de las katas requiere generalmente una gran concentración y velocidad. Estas características facilitan las cosas pues durante la realización de movimientos fuertes y rápidos hay poco tiempo para pensar. El gran enemigo para sentir el Ki es la mente. Si pensamos en el orden de los movimientos, si nos desequilibramos, si pensamos qué pensará un observador de nuestros fallos, si estamos preocupados por la hora, o cualquier otra cavilación, entonces el momento tendrá poca calidad aunque tenga un gran gasto energético aeróbico. Se habrá perdido un maravilloso tiempo para sentir el Ki. Lo peor que puedes perder como ser humano es el tiempo y este se pierde cuando no estás en el momento presente. Observa que cuando te has perdido en el campo, en la ciudad, o incluso en una conversación, te invade una sensación de angustia, de desesperación que se alivia inmediatamente en el momento que vuelves a ser consciente de donde estás, es decir cuando vuelves al presente, cuando sabes donde éstas.
Este cuento lo describe de una manera muy gráfica:
El soberbio sapo croa sobre una húmeda roca mientras ve pasar con displicencia la vida delante de él. No hace nada. Ve pasar por delante un afanado ciempiés y decide que parece ser demasiado feliz y eso él no lo puede consentir, por lo que decide hacerle preguntas que le confundan y así pierda la paz.
-«Cien pies, ¿adónde vas?», pregunta el sapo.
-«Solo voy», contesta el tranquilo y afanoso ciempiés sin alterarse.
-«¡Vaya!», piensa el sapo, «no se ha alterado».
-«Oye ciempiés, ¿en que piensas mientras caminas?»
-«No pienso, solo camino». Vuelve a contestar tranquilo.
El sapo, no puede soportar que haya nadie que esté mas seguro de si mismo que él, así que decide ponerle la pregunta más maliciosa que pudo imaginar.
-«Ciempiés, ¿en que orden mueves las patas?»
El ciempiés se para un instante, piensa un momento y contesta.
-«Primero muevo la pata primera y después la segunda. ¡No!», rectifica, «primero la segunda y luego la cuarta. ¡No, no!, me he confundido, primero muevo la quinta y luego la octava. ¡No, no, no! Primero la……..y luego la……¡No, no, no, no!………»
Desde entonces el ciempiés nunca más pudo andar y no volvió a encontrar su camino. Su mente se activo.
El sapo, es el ego; el ciempiés el aquí y ahora; y la duda, el pensamiento. Todos llevamos en la mente un «pensador» que nos controla, que piensa por nosotros, es el responsable de nuestra infelicidad. La mente es muy útil, pero solo cuando está inspirada por la conciencia. Es como una herramienta que quiere apoderarse de nosotros. Observarla sin juzgar es el primer paso hacia el encuentro con el ki. No permitas nunca que una máquina se apodere de ti, y ten siempre presente que el cerebro es una máquina, por cierto con bastante más errores que un ordenador.
Ser conscientes del presente
Cuál es el camino que nos llevará a descubrir ese misterio que hemos dado en denominar «Ki» y que es el corazón, no solo de todas las artes marciales, sino de cualquier actividad que realices: el camino consciente en el que se siente el momento presente sin la interferencia de la mente. En Japón lo llaman: Do. Es, estar presente en la acción, en la pasividad, en la contemplación de algo, mientras pensamos en algo o, incluso, siendo consciente de un error. Estar presente quiere decir: ser conscientes de lo que está sucediendo en cada aquí y ahora, y esto es una manifestación de Ki. Pero cuidado con el tiempo, este actúa sobre la conciencia y la transforma en inteligencia, y la inteligencia (mente) -que es la madre de las formas -actúa creando ego. Si nos dejamos influir por el tiempo, durante cualquier momento de búsqueda, aparecerá el ego. Éste, se identificara con algo (cualquiera de los múltiples disfraces del ego: vanidad, ira, melancolía, violencia, timidez…) y de allí sólo saldrá más ego en forma de ansiedad. El ego se identifica con las emociones que derivan de un pensamiento y como estos son como fantasmas insaciables, se alimenta de ellos crónicamente. Siente las emociones y se consciente de cómo el cuerpo reacciona a ellas: calor, rubor, ansiedad, dolor, etc…Somos drogadictos de la mente y esta no para nunca, por eso el río de las emociones no se seca nunca nunca. Parece como si el cerebro humano, al contrario del de los animales irracionales, estuviera programado para crear problemas que alimentan al insaciable ego y este diera frutos espinosos que irritan al cuerpo: las emociones. Podemos utilizarlas como entrenadores de la conciencia, no se agotan nunca, para ello, solo hay que «sentir las emociones» conscientemente. Si quieres entrar en un estado superior de conciencia, nunca frenes una emoción, esta acción bloquea el Ki, déjala fluir y siéntela.
Aquellos vacíos maestros
Ahora podemos comprender esas proezas que realizan algunos maestros, las manifestaciones son múltiples, pero vamos a describir solo algunas. Unos, han conseguido poner toda su conciencia en un punto concreto y logran una precisión asombrosa (Kimei). Otros, han posado la pincelada precisa y han logrado expresar sus emociones en una tela. Quizás, aquel divo ha dado una nota alta imposible para otros cantantes. O, ese maestro que en un gesto ha conseguido algo irrealizable. Por fuerza o por peso se pueden lograr proezas en la forma, no obstante, pueril en la conciencia, pero cuando hallas un auténtico maestro que es capaz de hacer verdaderas hazañas, te encuentras con un personaje humilde que irradia un halo de ausencia de ego que llega a tu espacio interior -están huecos- parece como si ese vacío te absorbiera, dan paz y el tiempo se detiene en su presencia, lo mejor de todo es que ríen mucho. No están en el tiempo. No están en el partido de fútbol, están en el «aquí y ahora» de lo que estén haciendo, pero si estuvieran delante del televisor viendo un partido de fútbol, eso es lo único que harían y el acto de ver la televisión sería una auténtica proeza espiritual…con Ki. Maestro es aquel que sabe como manifestar su ser en cada momento del presente.
Contempla tus pensamientos
Con esta nueva conciencia, cualquier actividad que realices será de gran calidad, no importando la edad que tengas ni lo que estés haciendo. Todo lo que hagas, será como un manantial que aumenta las sensaciones del precioso momento presente -que es lo único que importa- y tú estarás allí para observarlo. Nunca más estarás solo porque siempre estarás contigo mismo y tú eres una fuente inagotable de emociones que no son más que un reflejo de tus pensamientos y estos son machaconamente perennes. Intenta dejar de pensar un instante…No puedes. Contempla entonces tus pensamientos, no los juzgues y limítate a sentir la emoción que ellos provocan en ti. Estarás allí siempre que seas consciente «de estar». Tú no eres esa mente que piensa por ti automáticamente, tú eres el observador consciente de tu mente. El pasado y el futuro solo son imágenes mentales, lo único que existe y por lo tanto, que nos puede dar energía, es el presente. Estás en el presente, no en el pasado ni en el futuro, ambos son sueños, imágenes mentales, obstáculos. El pasado crea melancolía y el futuro ansiedad. El pasado acaba ahora, y el futuro empieza ahora, por lo tanto es entre esos dos «ahora» cuando tienes las posibilidad de encontrar el Ki, no hay otro momento, toda energía parte del ahora; el Ki está en el aquí y ahora. Este es el misterio del vacío y de la no-mente que tantas veces hemos oído y leído de los maestros orientales. Es el corazón del Zen. El universo es consciente a través de ti. ¿Si no es ahora, cuándo? Este es el Ki que transforma y la razón más noble por la que practicamos artes marciales: vivir el presente conscientemente y para eso solo tienes que:
Contemplar tus pensamientos.
Sentir tus emociones.
Observar tus acciones.
El resto de la vida es una ilusión.
Gustavo A. Reque
6º Dan.(RFEK)
Entrenador Nacional
Ldo. Educación Física (INEF)
www.gimnasiozen.com
gimnasiozen@infonegocio.com
Marbella, 20.06.2007
Foto portada:http://www.katsujinken.cl/kenjutsu.htm
24 febrero, 2011
Gracias por compartir estas profundas reflexiones. Las compartiré.
Un saludo marcial desde Pereira, Colombia.
Ossu Sensei.
18 marzo, 2011
Excelente reflexion sobre la practica del Karate.
Me ha gustado mucho y me ha hecho reflexionar sobre mi actitud cuando recibo clases de Karate.
Tengo 53 años y soy cinturon marron y este tipo de articulos me parecen que ayudan mucho. Pero mucho.
Gracias