«Maestro». Hoy en día es un concepto que queda grande ¿qué significa realmente?
Es común adjudicar el apelativo de «maestro» al hombre eminente en cualquier faceta de la cultura o arte que con su obra científica o literaria relevante, influye en la vida y la formación de otros, incluso de quienes sólo se relacionan con él a través de sus obras. También, en el ámbito del trabajo manual, el término se aplica al que por su capacidad o situación especial dirige una obra o taller. Esta acepción del término implica un doble contenido: por una parte, la maestría o habilidad superior para ejercer un oficio, por otra, una influencia formativa sobre quienes trabajan con él. En tercer lugar, tenemos su significado más restringido: hombre que consagra su vida a la tarea educativa. Y aún aplicamos el vocablo a aquellos profesionales de cualquier disciplina que obtienen el grado de «maestría».
De todos estos usos queda claro que el entendimiento popular llama «maestro» a quien se distingue en su actividad u oficio; quien, en virtud de su saber, enseña a otros, no como simple instructor, sino como un tutor de la vida misma, donde cobran sentido teoría y práctica convirtiéndose en modelo y guía para sus discípulos. Cierto, un maestro enseña, es decir, muestra el conocimiento y las formas de vida en las que se aplica; en sentido amplio, el camino de la ciencia, el arte, el bien en definitiva, pero sobre todo los valores que enriquecen la vida humana, orienta para aplicarlo y motiva para amarlo, traspasa la línea del saber para abrir la del ser. Es entonces cuando se transforma en un verdadero maestro, es decir, en motivador de la evolución personal, en promotor del perfeccionamiento integral de sus alumnos.
Maestro, profesor, son vocablos que, aunque suelen usarse como sinónimos, entrañan distinto significado: profesor es el que imparte una enseñanza determinada, dirigiendo su actuación a transmitir conocimientos y contenidos instructivos para la formación de determinadas aptitudes intelectuales o habilidades profesionales. El maestro se dirige a la formación integral y se centra sobre todo en la formación del carácter. No obstante, ambos términos se utilizan hoy indistintamente.
El profesor enseña. Quien sólo enseña, cumple un programa preestablecido, está centrado en su enseñanza, la cual transmite, califica resultados. El Maestro además de enseñar, educa, cumple una misión de servicio, busca el bien del alumno, es ejemplo de los valores que predica, estima y evalúa procesos de su evolución tanto externa como interna El Maestro tiene claro que el valor de su trabajo está en el perfeccionamiento de sus alumnos; asume que se debe esmerar en leer entre líneas los gestos, actitudes, rasgos físicos y emocionales de aquellos a quien transmite para descubrir lo que necesitan. El profesor, es un experto que da preeminencia a sus técnicas y procedimientos docentes. El maestro también es un experto pero educador, pone énfasis en la resonancia axiológica de su enseñanza en el alma de los alumnos; es decir, en el crecimiento en valores que pueda suscitar en ellos. El Maestro no es un formador de mentes es un formador de almas. El Maestro siempre deja «huellas de valor» en el alma de sus alumnos. «La materia de transmisión del Maestro incide fundamentalmente en el espíritu, es tarea del espíritu. Su materia docente está hecha de convicciones arraigadas en la inteligencia y en la voluntad, que mueven la conducta del alumno, conducta en un sentido o en otro, configurando su personalidad a lo largo de la vida a golpe de libertad, al ritmo de sus decisiones en el ámbito del ser y no tanto en los del hacer y los del tener, en ese largo, o breve, caminar hacia la mayor plenitud posible
El Maestro lleva a cabo el proceso personal, permanente y dinámico, de perfeccionamiento integral de todas las capacidades humanas, cobrando por ello a partir de este concepto su figura la de agente promotor de ese proceso de perfeccionamiento humano. Los libros son su fuente de consulta, las técnicas y recursos didácticos son su apoyo metodológico. Pero verdaderamente lo que hace grande su figura es la posibilidad de ser educador de la vida lo que le hace insustituible. Su profesión es la capacidad educativa interna y moral, que sólo se desarrolla a través de la relación interpersonal, y lo que hace irrepetible su persona es el contenido axiológico de su ser.
El maestro debe saber a fondo el contenido de su materia y hacer suficientemente bien sus actividades docentes; pero sobre todo debe ser reflejo de los valores que desee inculcar, reflejo tan nítido y brillante, que motive a hacerlos propios. El buen maestro desarrolla un perfil equilibrado entre lo que sabe, hace, tiene y es; cuyo eje es su ser personal, pues como sabemos, las palabras mueven pero el ejemplo arrastra. Los maestros que merecen nuestro recuerdo, reconocimiento y cariño, son aquellos que nos han educado, es decir, que nos han impulsado a ser mejores personas, que han dejado huella positiva en nuestras vidas y por eso siguen presentes en nosotros mismos.
El maestro transmite a los alumnos con lo que sabe, más o menos según su capacidad; pero educa o frena su perfeccionamiento humano según lo que es como persona. Cada día el maestro tiene en sus manos la oportunidad de inyectar vida a otras vidas, y en su persona está el contenido de ese aporte. Bajo su tutela hay vidas, mentes y almas con menor madurez que la propia por tanto, puede moldearlas para bien o para mal… Este es el reto y, a la vez, el riesgo de la labor de transmitir El verdadero curriculum vitae está en el trabajo diario del maestro, dejando traslucir a través de su lenguaje, sus actitudes, sentimientos, pensamientos y convicciones, en definitiva sus valores personales.
Ese currículum que no se ve como todo lo importante acompaña, matiza y dan fuerza vital a su actividad docente. En el esta su personalidad que no flaquea. Sabe que temperamento pusilánime frena los esfuerzos del alumno y que un proceder disciplinado pero afectivo motiva al trabajo y al esfuerzo diario. El contenido e influencia del currículum del Maestro es inevitable en la tarea docente pues es un intercambio de ideas y valores entre el y sus alumnos, lleva implícito el porqué de lo que esos seres piensan, hacen y son. Así, el maestro aporta pero también recibe; enseña mientras aprende; influye y es influido por el ambiente y grupo en el cual trabaja.
El currículum del Maestro se construye con la participación dinámica de los alumnos; con las experiencias, sentimientos e ideas de todas los alumnos que forman parte del proceso educativo detrás del cual subyacen los valores de cada uno. Más aún, late en el ambiente del desarrollo físico el desarrollo humano como un plus educativo que cada alumno percibe y hace propio en la medida de su sensibilidad, carácter y madurez personal; aunque la autoridad y posición del profesor en el proceso educativo siempre pesará más que el aporte individual de cada alumno.
Cada alumno es un ser libre y, por lo tanto, aprenderá y madurará según decida.
Al Maestro, le acompaña la disciplina, buenos y malos ratos, mucho sacrificio personal para saber dar sin esperar recibir (aunque cuando se da verdaderamente, siempre se recibe mucho), para esperar el tiempo y momento de cada alumno, para mantener en la conciencia el modelo de aquello con que queremos educar y, por ello, para rectificar cuantas veces sea necesario. La valentía es una virtud, un hábito de conducta que se define como cualidad que permite superar peligros, se trata de una virtud moral derivada de la fortaleza, que requiere apoyarse en la prudencia para no caer en la osadía. Un Maestro es valiente corre riesgos —prudentes— por sus alumnos y les permite a ellos correr los suyos propios cuando cuentan con los aprendizajes y la experiencia para obtener un bien, pero sobre todo cuando su autoridad moral es una guía para la conducta de sus alumnos.
Ciertamente hace falta valentía para decir y hacer lo que conviene a cada uno de ellos, para sancionar cuando sea necesario, para no hacer de la vista gorda, para apreciar los valores en los alumnos, para rectificar frente a ellos cuando nos equivocamos, para no «tirar la toalla» cuando el caso parece perdido, sí valentía, para hacer una evaluación personal constantemente y recomenzar cada día. La valentía, junto con otras muchas virtudes humanas, integra el valor moral de cada Maestro. Ese valor moral, unido a la técnica y la experiencia profesional, entra en juego con el valor intrínseco de la práctica del arte conformando en conjunto el «valor de ser maestro.
Los valores éticos de un Maestro se manifiestan en las razones que le motivan a la enseñar, el respeto a la persona que hay en cada alumno, la responsabilidad, generosidad y entrega en su hacer, la fidelidad a la idea educativa, el espíritu de servicio, el amor a la profesión. Las virtudes humanas del Maestro hacen que salte de la tarea de enseñar a la misión de educar. Es en esta dimensión personalísima de la ética profesional donde se gesta lo que hemos llamado el «currículum », a través del ejemplo de vida. El verdadero Maestro ha de tener claros los valores que subyacen en aquello que transmite siendo fiel reflejo de ellos, a fin de hacerlos explícitos y apetecibles para el alumno. Un maestro transmite ilusión en su transmisión el amor por lo que hace; pero, sobre todo, amor por aquellos para quienes él hace y él es. Las cualidades humanas de un buen Maestro se convierten en sus mejores herramientas de trabajo, son los factores de su éxito. A través de ellas descubre la riqueza humana que hay en sus alumnos se compromete a llevar a cabo el perfeccionamiento de ellos haciendo de esta empresa un reto, una misión en la vida.
¿A qué pueden deberse el frecuente desprestigio de la figura del maestro?
Sin duda creo uno de los mayores errores sea que creemos que basta con saber para hacer, o que basta hacer para ser. Un Maestro siembra de manera profunda la verdad y el bien en sus alumnos. Para que la semilla dé fruto falta cruzar el puente que hay entre lo que el maestro siembra y lo que el Técnico transmite. Ese «puente» es la educación de la voluntad, que enseña a usar de modo práctico el conocimiento, a tomar decisiones, a perseverar en la acción hay que ser valiente al recorrerlo este es el mejor abono para que la semilla de fruto en abundancia. Es necesario poner en juego la razón, voluntad y amor propio hacia lo que hacemos y saber dirigir a los alumnos hacia aquello que les perfecciona integralmente. Ser Maestro es tratar de dirigir la voluntad hacia el Bien, la Belleza, la Verdad, hacia todo aquello que perfecciona en cuerpo y alma hacia la naturaleza humana.
No existe un maestro sin un buen alumno.
Este artículo está dedicado a mis alumnos a los que verdaderamente les debo todo lo que soy y no me puedo olvidar a alguien que sin el no hubiese sido posible escribir este artículo. Es en aquel que confiamos un día y nos decepcionó como maestro. No hace falta identidad alguna pues estoy seguro que si cae en sus manos este articulo lleno de razones espero que por una vez sea autentico y se identifique con lo que es, un excelente experto.
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