Meditación Zen
Gustavo A. Reque CN-6ºDan
Cuando se inicia la practica de la meditación, al poco tiempo, el neófito se encuentra con un obstáculo que hace aparición en el mismo momento que cierra los ojos. Es algo ingobernable que nace desde la parte oscura de la mente gobernada por los pensamientos parásitos. Hasta ese momento creíamos tener el control de todas nuestras acciones y pensamientos, pero, por arte de magia, aparecen ideas y reflejos mentales de los que no teníamos consciencia. Ese fluir de pensamientos distrae y crea confusión. Como una emoción es la respuesta del cuerpo al pensamiento, aparecen sensaciones de malestar e intranquilidad que alteran el proceso meditativo. A los pocos minutos, se empieza a dudar de la utilidad de la meditación como medio para llegar a algún sitio en el que «creíamos» que se encontraba la recompensa por el tiempo empleado en este quehacer. Estamos acostumbrados a obtener algún tipo de beneficio ya sea físico, emocional o intelectual cuando utilizamos parte de «nuestro tiempo», y este condicionamiento -muy ejercitado en el pasado- crea ansiedad que es la responsable de molestar durante la meditación. La mente es como un ente que nos perturba y domina. Más tarde, el meditador principiante, comienza a sentir la incomodidad de la nueva situación y puede llegar a «pensar» que todo esto no tiene finalidad ninguna. Llegados a este punto, es corriente oír frases como estas al finalizar una sesión de meditación: «así, no consigo relajarme»,…»no creo que yo valga para esto»,… «siento que hago el ridículo». Son muestras de que la mente de la persona ha estado en los condicionamientos del pasado o las incertidumbres del futuro. Debido a que, tanto el pasado como el futuro no pueden estar en el momento presente -en el aquí y ahora -la mente de la persona se siente pérdida y consecuentemente la emoción que acompaña a la desorientación siempre es ansiedad.
El objetivo de la meditación, no es otro que situar la mente del practicante en el aquí y ahora, en el presente. Que el estado de conciencia sea uno con el momento presente -que es el único que existe y es donde se desarrolla la vida -, no existe presente en ningún otro lugar del tiempo que no sea -ahora. Los nombres que en el budismo zen se han otorgado al estado de conciencia presente son; el denominado satori, que es solo un instante de conciencia plena con el momento presente, y el estado de iluminación; que es la conciencia plena, permanente y natural de cada momento presente. Los maestros zen dicen siempre: «Vivir el aquí y ahora de cada instante de vida».
El origen del fluir de pensamientos parásitos que dificultan el estado de presencia, no es consecuencia de la meditación, lo que sucede es que comenzamos a hacernos conscientes de la mente y, precisamente desde ese nuevo estado de observación y de tranquilidad, nos hacemos conscientes del aspecto incontrolado de la mente de la que surgen a borbotones ideas sin cesar. Paradójicamente, es la tranquilidad inducida por la respiración lo que nos hace conscientes de los pensamientos, que siempre han existido en la mente, pero no éramos conscientes de ellos. Este proceso ha de tomarse como un signo de progreso. Antes ese fluir de pensamientos circulaba sin ser notado -no éramos conscientes de ellos – formaban parte de un cortejo de ideas parasitas que no tenían finalidad ni iban a ninguna parte, pero ahora, quizás por primera vez, contemplamos nuestros pensamientos desde un espacio de silencio. Es un buen síntoma -es mejor ser conscientes de la aparición de pensamientos parásitos que tenerlos y no ser conscientes de ellos. Ser conscientes, aunque sea de pensamientos inútiles es, espiritualmente hablando, superior al estado de inconsciencia. Podemos hacer un símil con los drogaditos -se empieza la curación cuando se acepta (es consciente) de son drogadictos y han perdido el control sobre si mismo, después es solo cuestión de tiempo.
Así vive la mayoría de las personas: Controlados por una mente que piensa compulsivamente por ellos sin ser conscientes de esa esclavitud. El verdadero sufrimiento comienza, cuando se empieza a creer que uno es esa mente que piensa por ti cuando en realidad eres tu el que debe dirigir esa mente. Podría decirse que la mente es como una máquina que acaba dominando al operario, o como un ordenador que busca información por si mismo sin control del usuario. El meditador inexperto o las escuelas de control mental pretenden empleando heroicos, pero infructuosos esfuerzos, controlar los pensamientos. No lo intentes, la poderosa mente egótica vencerá siempre. No pretendas controlar los pensamientos, especialmente si has meditado durante poco tiempo, estos siempre se impondrán y la sensación de frustración que aparece a continuación, puede limitar tu progreso y conducirte a, ¡pensar más! Limítate a contemplar los pensamientos que surgen como nubarrones que van cambiando de forma y volumen entre rayos y truenos.
Persistiendo en la meditación y olvidando el intento de controlar los pensamientos, pronto se empieza a notar una considerable disminución de ese flujo mental. Nunca debemos controlar los pensamientos, eso sería como intentar poner un dique a un caudaloso río para que no fluya más. Siempre encontrará un camino nuevo por donde desbordarse. Vencida la desorientación inicial y llegados al momento cuando puedes contemplar los pensamientos con «alegre curiosidad», el meditador, probablemente comenzará a tener excepcionales experiencias: Raros sonidos, extrañas visiones, sensaciones de vértigo, ingravidez, gran peso, etc. Los budistas dicen que esto es motivado por el prana que al circular con mayor libertad estimula los centros nerviosos produciéndose sensaciones y visiones fantasmales denominadas mykio (fantasmas). En realidad lo que sucede es que ese falso yo que vive encerrado en la mente y que denominamos en occidente «ego», que vive encerrado en nuestra mente como una entidad con vida propia, no quiere ser descubierto y comienza a producir fenómenos físicos y psíquicos cuya finalidad no es otra que distraer a la conciencia de la presencia del momento que se esta viviendo -el aquí y ahora. El ego tiene terror del estado de presencia con conciencia, sabe que esa es la puerta por la que la mente que siempre ha controlado y que le mantiene vivo puede escaparse a su control. Cualquier pensamiento, es un juicio sobre la sensación que se este experimentando en ese momento y en ese juicio, la mente nos llevará siempre al pasado o al futuro perdiéndonos el presente que es el único momento en el que sucede la vida y por tanto el único sitio donde puede estar lo que andamos buscando; la liberación del sufrimiento humano. El ego no puede permitir que atravieses la puerta de la liberación, perdería todo su poder sobre ti. La meditación, es la llave que nos abre al estado de presencia para después, al abrir la puerta, entrar en el estado de consciencia plena; el «aquí y ahora». Este es el lugar del que tanto hemos oído hablar en el zen que no es otro que ser Uno con el Todo. En ese «lugar» está el Yo soy profundo, verdadero y eterno que es ser Uno con el Ser.
Llegados a este estado es conveniente someterse a la vigilancia de un maestro: El ego, al comenzar a ser descubierto por la consciencia intentará por todos los medios distraer nuestra atención hacia cualquier pensamiento. Siempre intentará hacernos creer que «ese pensamiento» -que en realidad, no existe y que solo está en la mente- es más importante e interesante que la toma de conciencia del momento presente que «sí existe» y es el único momento donde podemos encontrar el inicio de la liberación de todo sufrimiento. La mente, que no eres tu sino un ente invasor y controlador, te dirá cosas como: «esto es aburrido», «que perdida de tiempo», «esto no vale para nada»… La mente siempre intentará llevarnos al pasado o al futuro e intentará distraernos de momento presente porque, sabe que solo en el presente existe vida y es ahí donde se puede producir la auténtica transformación del ser humano, no en el pasado que ya no existe, ni en el futuro que tampoco existe, solo en el presente. La mente no quiere que seas libre porque mientras te tenga bajo su control tendrá poder y podrá vivir de ti dándote a cambio ambiciones y fantasías que crearán más ambición y más fantasías. Esto es la rueda eterna del karma.
La meditación es un excelente vehiculo que nos lleva al presente, pero con eso no es suficiente, si nos quedáramos ahí hablaríamos de simplemente en «estado de relajación», estaríamos, «pacidamente tranquilos», pero esto no es suficiente, hace falta abrir la puerta de la conciencia y entrar en el mundo de la «contemplación sin mente»: La contemplación de los pensamientos sin realizar juicios sobre ellos. Según vayan apareciendo, contemplarlos desde la posición de un observador espiritual. En el zen se denomina a este estado: No – mente.
Si persistimos en la práctica de la meditación a través de cualquiera de los sistemas que describimos a continuación, intentando que el cuerpo, las emociones y los pensamientos sean el objeto de la meditación: sentir el cuerpo, observar las emociones y contemplar los pensamientos, se llega a un estado de presencia en el que, se es plenamente consciente de todo lo que sucede en cada momento de vida y ese estado de alerta es precisamente el lugar a donde puede llevarnos el vehiculo de la meditación. Descubrimos que no somos nuestros pensamientos, sino que, somos el lugar donde estos se producen. Ese lugar, es el Ser infinito del que todo procede. Ahí podemos comprender que Yo soy, es anterior a yo soy esto o aquello y que es por la identificación con las cosas que hemos acabado por creer que somos la mente. No somos nuestra mente, somos el lugar donde habita la mente.
Las reflexiones del buda, en lo concerniente a la meditación, están encaminadas a llevarnos a un estado de equilibrio mental y emocional. Sin embargo, y lamentablemente, esta parte de la doctrina budista es la más ambigua, tanto en los textos budistas como la de los historiadores. Buda nos dice que la iluminación es, «no más sufrimiento». Pero, ¿qué queda cuando ya no hay sufrimiento? No hay respuesta y serás tu solo el que tendrá que descubrirlo, con ello Buda, no he creó un dogma, pero sí, mucha ambigüedad no resuelta por los seguidores dogmáticos que se perdieron, unos en las formas y otros en complicadas abstracciones de la mente.
Tradicionalmente, en el zen, identificamos la palabra meditación con un estado de quietud en cuanto a lo físico, y de concentración en especulaciones místicas en el plano mental.
La palabra meditación ha venido a sustituir, pobremente, su auténtico significado que era bhavana que significaba etimológicamente «desarrollo» o «cultura mental». Su objetivo era dar plenitud a la mente y dejar paso a las cualidades positivas para, de esta forma, llegar a la eclosión del «despertar, a la identificación con la verdad última. A ese estado se le denomina: samadi.
Resumen de la sesión de Meditación en Expo-Yoga 2008. Marbella
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